La fiesta terminó
by Hans-Werner Sinn
MUNICH – Ahora que Estados Unidos se balancea al borde de la recesión, el auge económico global ha llegado a su fin. La bonanza fue inusualmente prolongada y persistente, con cuatro años de un crecimiento aproximado del 5% -un período de dinamismo económico sostenido nunca visto desde alrededor de 1970.
La señal más clara de que la bonanza estaba terminando es el pronóstico del FMI de un crecimiento del 1,5% para Estados Unidos en 2008. Tal vez eso no suene a una recesión, pero la proyección marginalmente positiva del Fondo refleja principalmente el excedente de crecimiento del 2007, prácticamente sin ningún aporte nuevo en 2008. Esto es compatible con tres trimestres consecutivos de crecimiento cero en 2008.
Muchos sostienen que una recesión estadounidense ya no afectará al mundo porque China ha suplantado a Estados Unidos como motor de la economía global. Error. Si bien China está creciendo rápidamente, su poder económico todavía es reducido. Mientras que Estados Unidos aporta el 28% al PBI mundial, China sólo contribuye con apenas el 5%. Toda Asia, desde Turquía hasta China, aporta el 24%, menos que Estados Unidos solo.
En algún momento, el mundo tal vez ya no se resfríe cuando Estados Unidos estornude, pero eso está lejos de ser verdad actualmente. El 21% de las exportaciones de China y el 23% de las exportaciones de la UE a países no-miembro van a Estados Unidos. En consecuencia, el mundo no puede sino verse arrastrado por una recesión norteamericana.
La última Encuesta Económica Mundial (EEM) de CESifo entre 90 países lo confirma. Las evaluaciones de la situación económica actual y las expectativas para los próximos seis meses han empeorado en todas partes. Tanto en Europa occidental como del este, el índice se hundió más que en Asia o América latina. La caída en el indicador de la EEM durante los últimos dos trimestres fue la más abrupta desde 2001, cuando estalló la burbuja del mercado accionario. En Estados Unidos, el indicador de la EEM hoy está por debajo del nivel del 11 de septiembre de 2001. Lo mismo sucede con el índice de confianza del consumidor de Michigan.
Durante muchos años, Estados Unidos vivió más allá de sus medios: una tasa de ahorro de los hogares cercana a cero y una inversión financiada exclusivamente con fondos extranjeros. El déficit de cuenta corriente de Estados Unidos, que es idéntico a las importaciones de capital neto, creció marcadamente hasta alcanzar los 811.000 millones de dólares anuales en 2006, o el 6% del PBI -por lejos, el mayor desde la Gran Depresión-. Año tras año, Estados Unidos logró vender sus activos en el exterior y disfrutar de la buena vida en casa. Ya no. El mundo cayó en la cuenta.
Los bancos en todas partes están aprendiendo a los ponchazos que la deuda con la que Estados Unidos financió su auge de consumo no necesariamente será saldada. Los títulos con respaldo hipotecario que los bancos norteamericanos lograron venderle al mundo no son comparables con los activos europeos con nombres similares.
En Europa, en particular en Alemania, un título respaldado por hipoteca ( Pfandbrief ) es un activo ultraseguro, ya que normalmente los bancos no financian más del 60% del valor de una propiedad. Por el contrario, este tipo de títulos en Estados Unidos son como un billete de lotería. Los bancos norteamericanos financian hasta el 100% del valor de una vivienda, a veces incluso más, y el mercado de hipotecas de alto riesgo hasta incluye préstamos a personas sin trabajo ni ingresos. Muchos bancos europeos tal vez no lo hayan entendido, pero aún así se negaron a revelar estas inversiones dudosas en sus balances. Por el contrario, las colocaron en canales radicados en países con bajas cargas tributarias.
Estos canales hoy arrojan pérdidas gigantescas que tienen que ser cubiertas por las casas matrices de los bancos -que, en algunos casos, están siendo arrastradas al borde de la bancarrota-. Esta primavera (boreal) mostrará las amortizaciones necesarias en los balances anuales, pero la verdad completa no se conocerá hasta que se publiquen los balances de 2008 en la primavera (boreal) de 2009.
A medida que los activos norteamericanos fueron perdiendo su atractivo, sus precios cayeron. Esto implicó una caída en los precios de los activos cotizados en dólares o en dólares cotizados en otras monedas. De hecho, ajustado según la inflación, el dólar hoy está casi tan bajo frente al euro como lo estuvo frente al marco alemán en 1992, cuando la unificación alemana resultó en el colapso del sistema monetario europeo.
Los precios de las viviendas norteamericanas también están cayendo a un ritmo acelerado, en muchas zonas en más del 10% anual. Los precios de los títulos respaldados por hipotecas han seguido la caída de los precios de la vivienda. Sólo los precios del mercado accionario norteamericano se han mantenido relativamente estables. Pero es sólo una cuestión de tiempo hasta que también caigan. Después de todo, la relación precio-ganancias de Standard & Poor's para Estados Unidos sigue estando por encima de su promedio a largo plazo -26,84 en 2007, comprado con su promedio a largo plazo de 16,31 desde 1881.
Este colapso de los activos es lo que explica la posible recesión. Primero, los consumidores, enfrentados a un crédito más ajustado y a una caída en los valores de la vivienda, necesitarán recortar el gasto, lo cual desacelerará la economía estadounidense y afectará a todos los países a través del comercio mundial. Segundo, en un momento en que los bancos pierden cantidades sustanciales de patrimonio neto -las estimaciones hoy alcanzan los 300.000 millones de dólares o más-, la necesidad de mantener relaciones mínimas de capital-deuda los obligará a reducir el préstamo a las empresas, obstaculizando con esto la demanda de inversión.
Es verdad, la Reserva Federal de Estados Unidos ha intentado impedir una recesión recortando sus tasas de interés. Pero la Fed no puede darles a los bancos nuevo patrimonio neto e impedir una crisis crediticia. Más prometedor es el recorte impositivo de 150.000 millones de dólares que decretó recientemente el Congreso norteamericano. Equivalente al 1% del PBI norteamericano, es grande desde donde se lo mire. Si es o no suficiente para compensar a los propietarios por las pérdidas de capital que resultaron de la caída en los precios de la vivienda e impedir la recesión latente, todavía está por verse. Pero, suceda lo que suceda, la fiesta terminó.
Hans-Werner Sinn es profesor de Economía y Finanzas, Universidad de Munich, y presidente del Ifo Institute.
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