El futuro de la Alianza Atlántica
La presión de Rusia frena las candidaturas de Ucrania y Georgia
Los aliados adoptan una actitud prudente para no irritar más a Moscú
R. M. DE R. - Bruselas - 07/03/2008
Los aliados están exultantes y expectantes ante la presencia en Bucarest de Vladímir Putin, que por primera vez en los 10 años de relación pautada entre la OTAN y Moscú asistirá a una cumbre aliada. "Rusia no quiere sorpresas en Bucarest", apunta una fuente diplomática aliada. No las va a tener. Las peticiones de Ucrania y de Georgia de ser considerados candidatos a la integración a medio plazo serán respondidas, salvo sorpresa, con palabras diplomáticas, traducibles en un "no... por ahora". Los aliados insisten en que ningún país tercero tiene poder de veto sobre lo que ellos deben decidir, pero de momento se impone la prudencia ante Moscú.
Ucrania y Georgia han enviado sendas misivas solicitando ser incluidas en un Plan de Acción para la Integración (MAP, en sus siglas en inglés) en la OTAN sobre el que ayer discutieron los ministros aliados. Rusia, nerviosa e incómoda con la imparable ampliación de la Alianza al Este, con la preparación de un escudo antimisiles controlado por Washington en Polonia y la República Checa y con la instalación de nuevos contingentes americanos en Bulgaria, además de por el golpe de Kosovo, ya ha hecho saber que la admisión de Kiev y Tbilisi en la Alianza obligaría al Kremlin a tomar represalias.
"La puerta está abierta y quién pasa por ella es algo que deciden los aliados, no otro país", señaló ayer el secretario general de la Alianza, Jaap de Hoop Scheffer, antes de sentenciar: "No hay veto". No hay veto ruso, aunque pueda parecerlo. Hay un sólido grupo de países, entre los que se encuentran España, Alemania y Francia que no quieren meter el dedo en el ojo a Putin y menos en Bucarest. Los nuevos socios centroeuropeos son menos considerados con su antiguo dominador. Estados Unidos guarda en público una posición de equilibrio. "No hay veto de ningún país. Son los aliados los que deben discutir si un país está preparado", abundó la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice.
"Que no haya veto ruso es una cosa y buscar el enfrentamiento es otra", comenta una fuente diplomática de un país partidario de la prudencia. "Que Putin vaya a Bucarest y se le dé esa noticia...".
Ucrania y Georgia también han ayudado a los aliados a tomar la decisión. La carta enviada en enero desde Kiev pidiendo un MAP para Ucrania fue redactada de espaldas al Parlamento, donde la oposición ha hecho casus belli del desafío y exige un referéndum. Nunca más del 25% de la población de Ucrania, un país dividido culturalmente por mitades entre ucranios y rusos, se han mostrado partidaria de la integración en la Alianza.
La OTAN no admite en su seno socios en tan precarias condiciones. Ni tampoco en las que ofrece Georgia, donde sí hay un 70% a favor de la OTAN. La crisis política de diciembre restó credibilidad a las proclamaciones democráticas del presidente, Mijail Saaskashvili. El país, además, tiene dos conflictos enquistados (Abjazia y Osetia del Sur) con Rusia. Los aliados se hacen la cuenta de que abrir hoy la puerta a Ucrania y Georgia tendría más costes y perjuicios que ventajas y beneficios.
Los aliados siguen con lupa la transición en el Kremlin y no desean crear tensiones adicionales al próximo presidente, Dimitri Medvédev. Putin acudirá a Bucarest como presidente en funciones. Los aliados le esperan con gran interés y el aliento contenido. "No sabemos si vendrá con el palo o intentará equilibrar el palo con algún gesto", confiesa un diplomático.
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