"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?
Mostrando postagens com marcador Dólar. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Dólar. Mostrar todas as postagens

sábado, 23 de abril de 2011

Controlar os fluxos de capital

Represar el capital

Jose Antonio Ocampo, Kevin P. Gallagher and Stephany Griffith-Jones

2011-04-19

NUEVA YORK – Las regulaciones de las cuentas de capital han sido el centro de los debates financieros mundiales durante los dos últimos años. Las razones están claras: como el mundo ha experimentado una “recuperación con diferentes velocidades”, como dice el Fondo Monetario Internacional, los países avanzados con crecimiento lento están manteniendo unos tipos de interés muy bajos y otras políticas expansionistas, mientras que las economías en ascenso y con crecimiento rápido están relajando las políticas expansionistas que adoptaron durante la recesión. Esa asimetría ha impulsado el traslado de enormes corrientes de capitales de los primeros a los segundos, que probablemente continuará.

Las economías en ascenso temen que ese diluvio de capitales haga subir los tipos de cambio de sus divisas, además de alimentar déficits por cuenta corriente y burbujas de activos, lo que, como nos ha enseñado la experiencia pasada, es una receta segura para crisis futuras. El problema se agrava porque uno de los países que están aplicando políticas expansionistas es los Estados Unidos, que tiene el mayor sector financiero del mundo y emite la divisa mundial fundamental.

Así, pues, no es de extrañar, que varias economías en ascenso estén recurriendo a controles de capitales para intentar contener el diluvio, lo que, naturalmente, contradice la tesis que el FMI y otros han predicado en el pasado: la de que las economías en ascenso deben liberar sus cuentas de capitales como parte de un proceso más amplio de liberalización financiera.

El G-20 reconoció en 2008 que las finanzas desbocadas pueden crear crisis costosas; así, pues, decidió volver a regular las finanzas, pero dejó las corrientes transfronteriza de capitales totalmente fuera del programa, como si no formaran parte de las finanzas. Además, mediante una alteración lingüística, las regulaciones que afectan a las corrientes de capitales reciben el peyorativo nombre de “controles”, en lugar del suyo correcto.

Por esa razón es tan importante que el FMI haya adoptado medidas para abordar esa cuestión. A comienzos de abril, el Fondo hizo públicos dos documentos, uno presentado a la Junta y otro una “nota interna”, más técnica, junto con una declaración del Director Gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que siguieron a otra nota técnica publicada hace un año.

La conclusión básica de todos esos documentos es la de que las regulaciones de las corrientes transfronterizas de capitales pueden complementar la política macroeconómica y las llamadas regulaciones financieras “prudenciales en el nivel macroeconómico”. De hecho, se ha demostrado que los países que recurrieron a dichas regulaciones sufrieron unas consecuencias menos severas de la reciente crisis financiera mundial y muchos economistas sostienen que también fue así en la crisis financiera asiática de 1997-1998.

Sabemos por experiencia que hay muchas regulaciones que son lógicas y no sólo las ahora sancionadas por el FMI. Una de ellas es una reserva obligatoria aplicada con éxito en Chile, Colombia y otros países a las corrientes transfronterizas o, incluso mejor, a las obligaciones transfronterizas. Los impuestos a las entradas de capitales pueden desempeñar un papel similar, como también los períodos de permanencia mínima de las entradas de capitales.

Las prohibiciones de algunas transaciones por razones prudenciales también son lógicas, en particular para el endeudamiento en divisas extranjeras por agentes económicos que no tengan ingresos en ellas, o, si no, si dichos agentes económicos se endeudan con entidades financieras nacionales, las regulaciones podrían parecerse a ciertas medidas adoptadas en el Brasil y Corea del Sur, que comprenden prescripciones muy estrictas en materia de capital y provisiones para las obligaciones conexas.

En su documento reciente, el FMI propone un conjunto de directrices que los países deben aplicar para las regulaciones de las cuentas de capital (que llaman “medidas de gestión de las corrientes de capitales” o MGCC). Las directrices subrayan correctamente que dichas regulaciones deben complementar –no substituir a- las políticas macroeconómicas anticliclicas, pero con ellos las MGCC parecen una intervención a la que sólo se recurriría en última instancia, después de haber probado con todo lo demás: ajustes del tipo de cambio, acumulación de reservas y políticas macroeconómicas restrictivas. En realidad, las MGCC deben desempeñar un papel integral con miras a evitar en primer lugar una apreciación excesiva del tipo de cambio y la acumulación de reservas.

El FMI también prefiere que las MGCC sean temporales, pero con ello contradice el “fortalecimiento del marco institucional con carácter permanente”, otra recomendación de las directrices. Un marco institucional entraña que las MGCC formen parte de una panoplia de políticas permanentes de un país y que las regulaciones se fortalezcan o se debiliten según la fase en que se encuentre el ciclo económico. Las medidas temporales e improvisadas han tenido una eficacia reducida en muchos países.

Además, las MGCC requieren, casi por definición (y de nuevo en contra de las directrices), alguna forma de distinción entre residentes y no residentes. Al fin y al cabo, vivimos en un sistema mundial en el que países diferentes usan divisas diferentes, lo que entraña que los residentes y los no residentes tengan demandas asimétricas respecto de los activos emitidos en dichas divisas.

Lo más importante es que un marco normativo creado por instituciones internacionales como el FMI debe contar con un mecanismo para cooperar con los países que utilicen esas políticas, pero en las directrices del FMI no hay tal, pese a que reconoce que la inestabilidad de la cuenta de capital es en cierto modo una externalidad negativa infligida a los países receptores.

En realidad, la aplicación de las directrices del FMI puede obligar a eliminar disposiciones de varios acuerdos de libre cambio (en particular los firmados por los Estados Unidos) que limitan el recurso a regulaciones de la cuenta de capital.  y –lo que es más importante– los países podrían utilizar esos instrumentos, como parte de una auténtico régimen regulador internacional, para aumentar la eficacia de sus políticas monetarias expansionistas.

Por último, cualquier regulación en ese sector debe reconocer que la convertibilidad de la cuenta de capital no es obligatoria para los “clientes” del FMI. Esa cuestión quedó zanjada en 1997, cuando el entonces Director Gerente del FMI, Michael Camdessus, intentó incluir cierto compromiso de liberalización de la cuenta de capital en el Convenio Constitutivo del Fondo. El fracaso al respecto está reconocido implícitamente en las directrices, que, según indican, no entrañan ninguna obligación nueva sometida a la vigilancia del FMI.

En otras palabras, el nuevo marco del FMI es digno de beneplácito, pero los países necesitarán la libertad para gestionar su cuenta de capital más que nunca en los años venideros.

José Antonio Ocampo, ex Secretario General Adjunto de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas y ex ministro de Hacienda de Colombia, es profesor y miembro del Comité de Pensamiento Mundial de la Universidad de Columbia. Kevin Gallagher es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston e investigador en el Instituto de Medio Ambiente y Desarrollo Mundial de la Universidad Tufts. Stephany Grifitth-Jones es directora de Investigaciones Financieras de la Iniciativa en pro del Diálogo Normativo de la Universidad en Columbia.

http://www.project-syndicate.org/commentary/ocampo9/Spanish

domingo, 12 de setembro de 2010

China como estabilizador da economia mundial?

Recession Geopolitics

Harold James

2010-09-06

FLORENCE – The news that China has overtaken Japan as the world’s second largest economy did not come as a surprise. This is the major geo-political outcome of the Great Recession of the early twenty-first century – one that carries both economic hope and political fear.

First, the good news: the economic side of the case.China’s response of to the world economic crisis is the central reason why the financial turbulence that emanated from the US sub-prime debacle did not completely destroy the world economy and lead to a repeat of the 1930’s Great Depression.

In a famous analysis of the Great Depression, the economic historian Charles Kindleberger argued that it arose from a failure of world leadership. Great Britain had been the hegemonic power of the nineteenth century, but its creditor status had been severely eroded by the cost of fighting World War I.

The United States had emerged from the war as the world’s largest creditor, but it had a double vulnerability. Its financial system was unstable and prone to panics, and its political system was immature and prone to populism and nativism.

In the Depression, according to Kindleberger, the US should have provided an open market to foreign goods. Instead, the Smoot-Hawley Tariff Act closed off American markets and provoked other countries into a spiral of retaliatory trade measures.

US financial institutions should have continued to lend to distressed borrowers, in order to prevent a spiral in which credit rationing forced price reductions and intensified world deflation. Instead, US banks, widely blamed for the international lending boom that preceded the bust, were so intimidated and weakened that the flow of American credit stopped.

After World War II, as a leading figure in developing the Marshall Plan, Kindleberger set about applying these lessons: the US should keep its markets and its flow of funds open to support other countries.

How different the twenty-first century looks! It is as if China’s leaders were the star pupils in one of Kindleberger’s courses. Throughout the crisis, the Chinese economy continued to grow at an amazing pace, in part as a consequence of massive fiscal stimulus. When anyone wants an example of how effective a Keynesian counter-cyclical strategy can be, internationally as well as domestically, they need look no further than China’s four-trillion-renminbi stimulus of 2008-2009.

Apart from a six-month period after the September 2008 collapse of Lehman Brothers, in which trade finance stopped and the world did look as if it was close to Great Depression circumstances, China and other emerging markets helped those export-oriented industrial economies to recover. The surprising strength of the German economy, with more vigorous growth than at any time in the past 15 years, is due to the dynamism of emerging-market – particularly Chinese – demand, not only for investment goods, engineering products, and machine tools, but also for luxury consumer products. Germany’s high-end automobile producers are now operating at full capacity.

China also followed Kindleberger’s financial lessons. For a moment, it looked as if a contagious crisis, driven by fears of government over-indebtedness, would destroy the politically fragile compromise that European countries had carefully constructed over a 50-year period. The turning point in this spring’s euro panic came when big holders of reserve currencies signaled that they saw the need for the euro as an alternative to the increasingly problematic dollar and the equally vulnerable yen. China started to buy European Union governments’ bonds, and a high-profile Chinese team even went to Greece to buy under-priced real assets.

It was not just Europe that benefited from China’s willingness to take on the mantle of “lender of last resort.” The new-found dynamism of African economies is a consequence of the Chinese drive to build up and secure sources of raw materials.

But there is a problem with Kindleberger’s argument. Kindleberger, a kind and well-meaning man, could never see that the world is never entirely grateful to the country that saves it. Being a hegemon is a thankless task. The beneficent effects of China’s engagement in the world economy are felt much more powerfully farther away from China. In that sense, too, there is a parallel with the story of the US, whose leadership was felt much more positively in Europe than it was in Canada, Mexico, or Central America.

It is not surprising that the greatest and strongest ideological opponent of the American way of life was not in distant Europe or Asia, but in Cuba, just 90 miles off the Florida coast. Since the early twentieth century, Mexicans have felt worried and threatened by American strength. And, in the same way, Taiwan and Vietnam feel that they will be the Chinese giant’s first victims.

The global hegemon has never been loved by its neighbors. But the US gradually, if imperfectly, built up trust through multilateral institutions. Europeans did much better at reconciliation with their neighbors after WWII, in part because the malign and evil conditions of Nazi rule made it necessary to talk about the past in terms of moral categories rather than power politics.

In contrast to America’s engagement in multilateralism, or Europe’s search for reconciliation through a plethora of common institutions, power politics is much more a part of Asia’s twentieth-century legacy. The real challenge for China’s leaders will be to develop a coherent view of the world that does not scare the people just across the border.

http://www.project-syndicate.org/commentary/james44/English

sábado, 3 de abril de 2010

Como os EUA devem reagir à política chinesa em relação ao yuan?

The Nixon Shock Doctrine Revisited

Harold James

2010-04-01

FLORENCE – Richard Nixon has been dead for 15 years, but he is making another comeback in America. The 37th President of the United States believed that international monetary relations are unlikely to be transformed by talking. Instead, he thought that radical unilateral action was required. Today, pressure is increasing for the US Treasury to follow Nixon’s misguided example and issue a finding (due by April 15th) that China is manipulating its exchange rate.

Some 130 members of Congress have signed a letter demanding action on China’s currency. The campaign is enthusiastically endorsed by a leading US economist and trade specialist, the Nobel laureate Paul Krugman.

From today’s perspective, the problems of the Nixon era look relatively manageable, even trivial. The world’s currency reserves were held in a slightly lop-sided way: at the end of 1971, Germany had reserves worth $17.2 billion, and Japan’s were worth $14.1 billion – 14% and 11.5% of the world’s total, respectively. In 2008, the last year for which figures are available, Japan held 23.4 % of the world’s reserves and China held 44.8%. These figures are even higher today.

In 1971, Americans were feeling the effects of a German and Japanese export surge. Germany had a current-account surplus of 2.1% of GDP at the time, while Japan’s was 4.4%. In 2008, the Japanese surplus was 3.2% of GDP, Germany’s was 6.7%, and China’s was 9.8%.

Then, as now, there were differing perspectives on the cause of the global imbalances. Europeans and Asians saw excessively loose US fiscal and monetary policy as the major culprit. Americans, by contrast, thought that Japan and Germany were artificially holding down their currencies’ value in order to get an unfair advantage for their politically powerful export industries.

Germany was more obliging in the face of US pressure, mainly because its security relied on America’s military presence. It undertook a small revaluation in 1969 and then let its currency float in May 1971. But Japan’s government was intransigent. Talking about the charms of market opening or about fairness did not help. Treasury Secretary John Connolly attacked Japan’s “controlled economy.”

There were two American strategies to prize open Japan’s supposedly closed economy. One strategy, termed “benign neglect,” was to let the surplus countries pile up reserves until they realized that they had a very big problem. But there seemed to be no end to the piling up of reserves, so the only remaining choice was confrontation.

Nixon intrinsically distrusted multilateralism. The conventional view, then as now, was that unilateral action risked unleashing a wave of protectionism. When Federal Reserve Chairman Arthur Burns objected on the grounds that other countries might retaliate, Connolly replied, “Let ‘em. What can they do?” The point was clear: “So the other countries don’t like it. So what?”

On August 15, 1971, Nixon imposed a temporary surcharge of 10% on imports “to ensure that American products will not be at a disadvantage because of unfair exchange rates.” At the same time, there was a wage and price freeze, an end to the Federal Reserve’s swap network of support for other central banks, and a limitation of gold transactions, implying a reduction in the value of the American currency.

None of these measures served to restore US economic growth rates or correct the surpluses of America’s competitors. To be sure, the Japanese and German external balances were subject to heavy swings in the course of the turbulent 1970’s. Large surpluses turned into deficits for Japan in 1973 and 1979, and for Germany in 1974, 1975, 1979, and 1980. But this was due not to bilateral corrections in these countries’ trade relationships with the US, but mostly to their energy dependence and the decade’s energy price shocks.

Between these deficits, large surpluses for Germany and Japan reappeared – as they have in the 2000’s. Some of the late 1970’s correction did follow from renewed intense US pressure for fiscal and monetary expansion, but that expansion caused inflationary pressure, which the Japanese and Germans then predictably blamed on the US.

After an initial inflationary surge, American economic growth fell off sharply in the 1970’s. The world became much more inflationary, and quite a bit more protectionist. This did not, however, imply a return to the 1930’s, in large part because energy dependence forced industrial countries to maintain an open trade regime so that they could earn the money to pay for oil and gasoline.

America’s currency unilateralism pushed everyone else to organize against the chaos emanating from Washington. The Europeans advanced their plans for regional monetary and economic integration. The dollar confusion encouraged the oil producers to form their (briefly) highly effective cartel, OPEC.

Only the most obvious of the targets of August 1971, Japan, was badly hit by what the Japanese called the second “Nixon shokku” (the first being Nixon’s announcement the previous month that he would visit mainland China in 1972). That was because, unlike Germany, Japan was standing on its own.

China today is not isolated in the way that Japan was in 1971. On the contrary, it will find an easy way to turn its resentment of American pressure into an issue of regional solidarity – exactly as the Germans did in the 1970’s.

Instead of leading to an American renaissance, the “Nixon shock” produced theories about American imperial overstretch and decline. Today, the fastest way to really make this “the Asian century” is to give Asian exporters a similarly unpleasant shock, thereby spurring the creation of an Asian community of surplus countries.

Can Barack Obama, fresh from his major domestic victory on health care, really afford to turn himself into Richard Nixon?

http://www.project-syndicate.org/commentary/james39/English

quinta-feira, 25 de março de 2010

Os mitos sobre a moeda chinesa

22/03/2010

Os mitos sobre a moeda chinesa

International 
Herald Tribune

Pieter Bottelier e Uri Dadush

  • Funcionária do Banco da China 
confere cédulas de yuan em Pequim, capital do país

    Funcionária do Banco da China confere cédulas de yuan em Pequim, capital do país

A febre da China está atacando Washington novamente à medida que o Tesouro norte-americano se aproxima de seu prazo, em meados de abril, para declarar se a China está manipulando sua moeda para obter uma vantagem injusta no comércio.

Embora faça parte dos interesses da China voltar a ter uma moeda mais flexível e valorizada, alguns mitos perigosos sobre a economia chinesa, e sobre os benefícios que os EUA teriam com um renminbi [outro nome para o yuan] mais caro, estão se espalhando novamente, alimentando a crítica entre os chineses e os lobbies protecionistas, enquanto colocam em risco a relação crucial entre os dois países. Eis alguns dos mitos:

O crescimento da China depende principalmente das exportações. As exportações são importantes para a China, mas a demanda doméstica é o principal motor do seu crescimento. Embora as importações da China tenham crescido quase tão rápido quanto as exportações durante a década anterior à crise, as exportações líquidas responderam por apenas um ponto percentual da taxa média de crescimento anual do país de 9,5%.

A China não contribuiu o suficiente com a demanda global durante a crise. Como resultado do agressivo e bem sucedido programa de estímulo da China, a demanda doméstica expandiu-se 12,3% em 2009 (enquanto nos EUA ela diminuiu 2,6%). Como resultado, o atual superávit da China e o déficit norte-americano caíram drasticamente. A China fez mais do que qualquer outro país para tirar o mundo da recessão.

O consumo da China não está crescendo rápido o suficiente. O consumo doméstico cresceu em média 7,5% ao ano durante os dez anos anteriores à crise, mais rápido do que em qualquer outra grande economia, embora o investimento e o PIB tenham crescido mais ainda, fazendo com que a relação entre o consumo e o PIB caísse a um nível extraordinariamente baixo. Em 2009, o consumo da China cresceu mais rápido do que o PIB pela primeira vez em muitos anos.

A valorização do renminbi ajudará os Estados Unidos. O efeito imediato da valorização da moeda chinesa será o aumento dos preços para os consumidores dos EUA. Uma valorização de 25% do renminbi, que alguns economistas dizem que é necessária – se não for compensada por uma redução nos preços da China – acrescentaria US$ 75 bilhões (R$ 132 bilhões) à conta de importação dos EUA. E como os EUA importam três vezes mais da China do que exportam para o país, o aumento das exportações dos EUA para a China não chegaria nem perto de compensar a perda de poder aquisitivo dos consumidores norte-americanos devido ao aumento dos preços da China.

No fim das contas, embora algumas companhias norte-americanas possam sair ganhando e alguns empregos possam ser criados no setor de exportação, o consumidor norte-americano sairá perdendo.

A valorização do renminbi é fundamental para reduzir o desequilíbrio do comércio global. Mas a revalorização por si só não faria muito para corrigir o desequilíbrio, e poderia, como foi mencionado, levar inicialmente a um déficit ainda maior no comércio entre os EUA e a China. A menos que a demanda interna dos EUA caia por outros motivos, é mais provável que no final o déficit de comércio dos EUA como um todo mal se modifique à medida que o país passe a importar mais de outros locais.

A China manipulou sua moeda durante anos. Cerca de 60 países fixam suas taxas de câmbio em relação ao dólar hoje, e nem todos as manipulam. A China fixou o renminbi no meio da crise asiática em 1997, ganhando a aclamação dos EUA e de outros países por contribuir com a estabilidade regional.

As queixas surgiram em 2003 com o aumento do superávit comercial da China e do déficit comercial dos EUA-China, uma tendência que se acelerou nos anos subsequentes.

A moeda da China se desvalorizou principalmente por causa de algumas políticas macroeconômicas questionáveis dos EUA e da falta de fiscalização do sistema financeiro dos EUA, o que contribuiu para uma explosão de liquidez e uma explosão do consumo financiado por dívidas e alimentado, em parte, pelas importações baratas da China.

O rápido crescimento da produtividade no setor manufatureiro da China, devido a reformas agressivas de mercado desde o final dos anos 90, combinado com a promoção da exportação e as políticas de substituição de importações, contribuíram para os desequilíbrios cada vez maiores no comércio. Em 2005, a China adotou uma política de valorização gradual do renminbi. Sua moeda subiu 21% ao longo de três anos até julho de 2008, quando uma queda brusca nos pedidos de exportação, por causa das condições de crise nos EUA, suspendeu a política.

Debates estéreis sobre a moeda chinesa tiram a atenção das reformas mais importantes, porém politicamente mais difíceis, que os EUA precisam realizar, como o aumento do consumo e das tarifas de energia.

Quanto à China, uma moeda mais flexível e valorizada é claramente de seu interesse, uma vez que daria ao país maior controle sobre sua política monetária e reduziria o preço dos produtos importados para seus consumidores.

A taxa de câmbio nominal da China é muito menos importante do que os ajustes de política interna necessários em ambos os países.

(Pieter Bottelier é professor adjunto da Universidade Johns Hopkins e acadêmico visitante no Carnegie Endowment, onde Uri Dadush é associado sênior.)

Tradução: Eloise De Vylder

sábado, 21 de novembro de 2009

O risco-EUA para a economia mundial

Germany warns US on market bubbles

By Ralph Atkins in Frankfurt

Published: November 20 2009 19:48 | Last updated: November 20 2009 19:48

Germany’s new finance minister has echoed Chinese warnings about the growing threat of fresh global asset price bubbles, fuelled by low US interest rates and a weak dollar.

Wolfgang Schäuble’s comments highlight official concern in Europe that the risk of further financial market turbulence has been exacerbated by the exceptional steps taken by central banks and governments to combat the crisis.

Last weekend, Liu Mingkang, China’s banking regulator, criticised the US Federal Reserve for fuelling the “dollar carry-trade”, in which investors borrow dollars at ultra-low interest rates and invest in higher-yielding assets abroad.

Speaking at a banking conference in Frankfurt on Friday, Mr Schäuble said it would be “naive” to assume the next asset price bubble would take the same guise as the last.

He said: “More likely today is a scenario in which excess liquidity globally creates a new [sort of] asset market bubble.”

He added: “That low interest rate currencies such as the US dollar are increasingly being used as a basis for currency carry trades should give pause for thought. If there was a sudden reversal in this business, markets would be threatened with enormous turbulence, including in foreign exchange markets.”

Mr Schäuble, a political veteran, took over the German finance ministry after Angela Merkel began her second term as chancellor last month.

Currencies in context

Currencies in context

Interactive chart showing the dollar in the context of current market trends

His comments reflect the concern of European policymakers that the continent will bear the brunt of a global adjustment process through a stronger euro.

Further signs of official frustration about policy steps being taken elsewhere came from Lorenzo Bini Smaghi, a European Central Bank executive.

He said in a speech in Paris on Friday that emerging Asian economies were continuing “strongly accommodative monetary policies” in spite of their faster economic recoveries.

Although Mr Bini Smaghi did not mention the euro or the eurozone, he warned that delays in implementing an “exit [strategy] by the countries that are ahead in the cyclical upturn creates distortions and encourages other countries to delay their exit, thus further adding to the imbalances and making the exit more difficult for everybody”.

Separately, Jean-Claude Trichet, ECB president, issued his strongest warning yet that banks must control pay and bonuses.

Striking a noticeably stiffer tone, Mr Trichet told the Frankfurt conference: “Profits earned should be used, as a priority, to build capital and reserves, rather than be paid out as dividends or excessive compensation.”

The ECB president quoted a warning by Johann Wolfgang von Goethe, Frankfurt’s most famous son, on the need for self-restraint: “If I wanted to lavishly let myself go, I could well destroy myself and my environment.”

Mr Trichet said: “Compensation and bonuses must remain contained. Otherwise, we would take risks that Goethe [has] already described.”

http://www.ft.com/cms/s/0/4ec41a1a-d616-11de-b80f-00144feabdc0.html

quarta-feira, 11 de novembro de 2009

A guerra fria das moedas

São Paulo, quarta-feira, 11 de novembro de 2009


VINICIUS TORRES FREIRE
A guerra fria das moedas


Em ação de guerrilha, como o Brasil, Taiwan adota medidas para barrar dólares; China e EUA travam guerra fria cambial


DEPOIS DO Brasil, Taiwan entrou de modo mais explícito na guerra de guerrilhas do câmbio. Segundo os jornais locais com a data de hoje, o governo proibiu investidores estrangeiros de aplicar em depósitos a prazo por mais de três meses. Isto é, na prática, barrou o CDB deles para o capital estrangeiro.
Todos os países da região têm entrado com mais frequência no mercado de moedas, segundo entendidos, a fim de controlar a valorização de suas moedas. Mas medida explícita, mesmo, só a de Taiwan, um país hiperdependente de exportações. Mas nem a guerra de guerrilha vai parar por aí nem as disputas do câmbio se limitam a escaramuças.
Quando ainda se imaginava que a crise de 2008 poderia parecer com a da década que se seguiu a 1929, muito se dizia que um dos grandes riscos era a história da guerra comercial se repetir. Isto é, governos de países em recessão aumentariam impostos ou outras restrições sobre produtos importados a fim de tentar proteger seus parques produtivos de danos maiores.
Dadas a existência da Organização Mundial do Comércio, ainda que precária, e a interdependência das economias nacionais, não houve uma onda de restrições novas, diretas e extensas às importações. Decerto, houve e ainda está havendo uma guerra de guerrilha de limitações ao comércio, mas o assunto não é central, digamos.
Mais importante é que nem nos anos 1930 nem agora as manobras comerciais limitaram-se a impostos sobre importação ou restrições administrativas a produtos estrangeiros. Como tem se visto, a grande disputa comercial se dá por meio da "guerra fria" do câmbio e de guerrilhas contra influxos de capital tidos como talvez perigosos. Por um lado, procura-se manter mercado de exportações com câmbio e, pois, preços baixos; por outro, procura-se evitar exageros e mesmo bolhas nos mercados financeiros.
A guerra fria das moedas é conduzida pelas grandes potências, EUA e China, principalmente. Não há movimentos bruscos. Procura-se manter o status quo. Cada a um a seu modo, manipulam suas moedas a seu favor. Os EUA, no presente, por meio do despejo diluviano de dólares na praça e da taxa de juros zero, o que na prática desvaloriza a moeda americana. A China, por sua vez, continua a manipular diretamente o yuan, mantendo-o, por enquanto, atrelado ao dólar cadente. Trata-se uma guerra comercial muito mal disfarçada contra o resto do planeta. E de um longo conflito de fricção entre chineses e americanos.
Faz quase uma década que os americanos vão periodicamente a Pequim reclamar o yuan desvalorizado demais, ao mesmo tempo em que repetem a arenga do dólar forte. Os chineses repetem como sempre que "continuam a aprimorar seu modelo de câmbio". Isto é, não dão à mínima.
Barack Obama vai à China na semana que vem. Disse que vai reclamar do yuan, bidu. Os chineses, de antemão, já disseram que "vão aprimorar seus modelo de câmbio". Os dois mantêm a conversa fiada de uma década, que equilibra os interesses comerciais e financeiros das duas partes e cria os desequilíbrios que ajudaram a nos levar ao desastre de 2008.

http://www1.folha.uol.com.br/fsp/dinheiro/fi1111200908.htm

domingo, 25 de outubro de 2009

O dólar desaparecerá?

El dólar se enfrenta a su desaparición
Barry Eichengreen

BERKELEY En la blogósfera abundan los informes sobre la inminente desaparición del dólar. El billete verde se ha depreciado frente al euro en casi un 15% desde el inicio del verano. Se dice que los bancos centrales han disminuido su acumulación de dólares en favor de otras divisas. Una historia sensacionalista aunque no documentada dice que los Estados del Golfo están conspirando junto con China, Rusia, Japón y Francia –ahí tienen ustedes una coalición extraña- para que se deje de fijar el precio del petróleo en dólares.

Los economistas no tienen problemas para explicar la debilidad del dólar después de los hechos. Dado que los hogares estadounidenses están haciendo mayores ahorros a fin de restaurar sus cuentas para la jubilación, el país tiene que exportar más. Se necesita un dólar más débil para hacer más atractivos los productos estadounidenses a los consumidores extranjeros.

Además, el desencanto con los sofisticados instrumentos, que las instituciones financieras estadounidenses se especializan en crear y distribuir, se traduce en menores entradas de capital extranjero en los Estados Unidos. Menos compras extranjeras de los activos estadounidenses  significan un dólar más débil. Mediante una extrapolación del pasado en el futuro, los analistas prevén que el dólar se depreciará más.

Lo primero que se puede decir acerca de esto es que uno debería ser escéptico de las previsiones de los economistas, en particular las de corto plazo. Nuestros modelos son, francamente, inservibles para predecir los movimientos de divisas en pocas semanas o meses.

Yo lo sé bien. Cuando estalló la crisis de las hipotecas de alto riesgo en septiembre de 2007 publiqué un artículo intitulado “ Why Now is a Good Time to Sell the Dollar (Por qué es este un buen momento para vender el dólar) ” en una destacada revista financiera. Lo que sucedió después, por supuesto, es que el dólar se fortaleció bruscamente porque los inversionistas, desesperados por liquidez, cambiaron rápidamente a los valores del Tesoro estadounidense. Posteriormente el dólar sí se depreció. No obstante, se disparó de nuevo tras la quiebra de Bear Stearns y los problemas con la AIG.

En periodos de varios años nuestros modelos funcionan mejor. En esos plazos, el énfasis en la necesidad de que los Estados Unidos exporten más y en las mayores dificultades que tendrá la economía para atraer capital extranjero es correcto. Estos factores constituyen buenas razones para prever una mayor debilidad del dólar.

La pregunta es, ¿debilidad frente a qué? No frente al euro, que ya es caro y es la moneda de una economía con problemas bancarios y estructurales que son aun más graves que los de los Estados Unidos. Tampoco frente al yen, que es la moneda de una economía que se niega a crecer.

Por tanto, para que el dólar se deprecie más, tendría que hacerlo frente a las monedas de China y otros mercados emergentes. La intervención de éstos en semanas recientes muestra su reticencia a dejar que esto suceda. Sin embargo, su elección se reduce a comprar dólares o productos estadounidenses. La primera es una opción sin posibilidades de éxito.

A largo plazo, la OPEP fijará el precio del petróleo en una canasta de divisas. Vende su petróleo por igual a los Estados Unidos, Japón y los mercados emergentes. Tiene muy poca lógica para la organización fijar los precios del petróleo en la moneda de sólo uno de sus clientes. Y los bancos centrales, cuando decidan qué acumularán como reservas, con seguridad pondrán menos huevos en la canasta del dólar.

Más allá de esto, el dólar no irá a ningún lado. No va ser sustituido por el euro o el yen porque tanto Europa como Japón atraviesan graves problemas económicos propios. El renminbi llegará, pero no antes de 2020, y para ese entonces Shangai se habrá convertido en un centro financiero internacional de primera clase. Además, incluso entonces el renminbi probablemente compartirá el escenario internacional con el dólar, no lo sustituirá.

Lo que podría precipitar la desaparición del dólar sería una imprudente mala administración en los Estados Unidos. Un escenario popular es la inflación crónica. Sin embargo, esto es improbable. Una vez que termine el periodo de tasas de interés de cero, la Reserva Federal estadounidense estará ansiosa por reafirmar su compromiso con la estabilidad de precios. Puede existir la tentación de promover la inflación para deshacerse de la deuda en manos de extranjeros, pero el hecho es que la mayoría de la deuda estadounidense está en manos de estadounidenses, que constituirían un grupo poderoso que se opondría a esa política.

El otro escenario es que el déficit presupuestal de Estados Unidos siga fuera de control. Las predicciones de una situación de impago son descabelladas. No obstante, una deuda elevada significará impuestos elevados. La combinación de una política fiscal flexible y una política monetaria restrictiva significará tasas elevadas de interés, inversión escasa y crecimiento lento. Los extranjeros –y los residentes—bien podrían desilusionarse de la divisa de una economía con esas características.

Mark Twain, el autor y humorista estadounidense del siglo XIX respondió alguna vez a los reportes sobre su mala salud escribiendo que “los informes sobre mi muerte son muy exagerados”. Bien podría haber estado hablando del dólar. Por el momento, el paciente está estable, a pesar de los síntomas externos. Pero habrá motivos de preocupación si no se compromete a adoptar un estilo de vida más sano.

http://www.project-syndicate.org/commentary/eichengreen10/Spanish