Carrera armamentista
Jean Meyer
El Universal
Domingo 25 de octubre de 2009
Por más que lo niegue cada uno de los gobiernos latinoamericanos concernidos, va muy bien la carrera armamentista en nuestro subcontinente y los mercaderes de cañones se frotan las manos en el mundo entero: ¡un nuevo mercado inesperado! Veamos los datos duros. Los gastos militares en la región alcanzan los 50 mil millones de dólares en 2009, lo que significa un alza de 40% en cinco años, y en 2010 las compras y las inversiones van a subir más aún.
Hace mucho que Francia no lograba firmar un contrato armamentista tan jugoso. Los presidentes Lula y Sarkozy acaban de declararse mutuamente “socios estratégicos”, lo que se concreta con la venta por parte de Francia de 36 aviones de combate Rafale, cuatro submarinos Scorpène, uno (¿dos?) submarino(s) nuclear(es), 50 helicópteros. Brasil es un gigante geográfico, económico (su economía representa la mitad de la del continente), demográfico y energético. Por lo mismo, tiene el rango de primera potencia militar de América Latina, con un presupuesto de 16 mil millones de dólares para su defensa. Los contratos que acaba de pasar con Francia rebasan las compras venezolanas de armamento y el total de los acuerdos de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos.
Para Brasil, la antigua y secular amenaza argentina ha dejado de existir. Argentina no ha comprado armas desde 1994 y dedica apenas 1% de su Producto Interno Bruto a la Defensa; lo que preocupa al gobierno brasileño es la seguridad de las Amazonas y el crecimiento del poder militar de Chávez; por eso quiere instalar una escuadra naval en los esteros del río Amazonas; por la misma razón aumenta su flota aérea, informada por los satélites puestos en órbita que permiten vigilar la inmensa frontera amazónica.
Chávez dice que necesita armarse hasta los dientes frente al “imperialismo yanqui y su lacayo Uribe”, que le da bases en Colombia que amenazan a Venezuela y a todo el continente. Bogotá contesta que necesita la ayuda de Estados Unidos para evitar que el discurso belicista de Chávez se transforme en actas más visibles aún. Venezuela tiene pretensiones territoriales sobre la Guajira colombiana y sobre gran parte del territorio de la Guayana. Las alianzas de Chávez con Bielorrusia, Rusia, Libia, Irán y sus espectaculares compras de armamento a Minsk, Moscú y Beijing han acelerado la carrera.
Venezuela ha duplicado su gasto militar en los últimos años. Compró a Rusia 24 aviones de combate Sukhoi, unos bombarderos, 50 helicópteros de combate, 100 mil rifles Kalashnikov, submarinos y tanques. Justifica el último pedido de 92 tanques rusos por el hecho de que cuando ordenó mandar sus blindados a la frontera colombiana, cuando Colombia bombardeó una base de las FARC en territorio ecuatoriano, pudo darse cuenta de que no funcionaban. Entrevistado sobre el tema, el presidente ruso Dmitri Medvedev contestó: “¿Tanques, por qué no? Tenemos buenos tanques”.
Hugo Chávez firmó también un pedido de misiles antiaéreos y consiguió un préstamo ruso de 2 mil 200 millones de dólares. Justifica la compra de misiles por la existencia de las siete bases que Colombia facilita a Estados Unidos “dizque para la lucha contra los narcos”.
“Con estas baterías de misiles será muy difícil para la aviación extranjera que venga a bombardearnos. Rusia y Venezuela son socios estratégicos y agradezco al primer ministro Putin su apoyo”. La futura Fuerza Aérea venezolana será capaz de alcanzar no sólo Bogotá, sino Miami, el canal de Panamá y Manaús en Brasil. Ningún país vecino dispone de una defensa a la altura de tal amenaza: el Sukhoi tiene un alcance de 3 mil kilómetros.
Colombia, que sigue enfrascada en la lucha con las FARC, dedica 4% de su Producto Interno Bruto a sus gastos militares. Chile no ha dejado de mantener y modernizar sus Fuerzas Armadas, pero no amenaza a nadie. Ecuador, como Chile, procede sólo a reponer su viejo material de defensa (habrá que ver si Correa en su próximo viaje a Moscú no compra algo), mientras que Bolivia entra en la carrera armamentista.
Morales jura que no, igual que Chávez: puramente defensivas las adquisiciones, a la vez que confirma la compra de aviones chinos de combate K-8. “Esto no es una carrera armamentista, no es para ninguna guerra, sino para combatir el narcotráfico”.
Uno entiende la protesta del pequeño Paraguay ante la Organización de los Estados Americanos y su denuncia de las políticas armamentistas en la región; le preocupa en especial la novedad boliviana de modernizar su Ejército, puesto que no olvida la guerra cruenta que enfrentó a los dos países en el siglo XX. Todo esto en nombre de una “preparación estratégica para poder defender su territorio y riquezas naturales”.
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