Los retos de la nueva diplomacia nicaragüense
Msc. Manuel S. Espinoza J. *
“La política exterior es manejada libremente por cada país de la forma que crea más conveniente y que le brinde mejores resultados”.
Con gran interés, diversos aspectos ligados a la política exterior del Estado han sido analizados por varios especialistas como parte de la extensa valoración de los primeros 100 días del nuevo gobierno. Desde luego que son los nuevos espacios de relación de este gobierno con otros actores del sistema internacional los que han motivado en los analistas desde la crítica alarmante y fatalista, hasta las recomendaciones sobre cautela y prudencia en esta materia.
Académicamente se enseña política exterior como “un proceso cíclico bastante ordenado donde se formula, se implementa y permanentemente se evalúa para dar paso a nuevas iniciativas y correcciones del curso tomado o de la actividad implementada”. En el plano nacional, para muchos la incapacidad de gobernar del nuevo gobierno por la carencia de verdaderos profesionales sandinistas los ha obligado a dejar en sus puestos a funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) del gobierno del presidente Bolaños; para otros la nueva política exterior se encuentra en la fase de su formulación y reconceptualizacion, donde la coherencia política se ha impuesto. Hasta ahora en aras de tener un aparato exterior profesional no se ha cometido el grave error de siempre de barrer por completo con los funcionarios de esa institución cada vez que llega un nuevo gobierno.
Otro concepto es que “la política exterior no es más que un instrumento de poder de reflejo de las clases gobernantes”, lo que nos permite vislumbrar nuevas líneas de relación internacional que tomará nuestro Estado. Sería demasiado ingenuo o demasiado pro-norteamericano pensar que el gobierno actual debe de girar como satélite de los intereses norteamericanos como el anterior, o que siendo el FSLN un partido de izquierda, renuncie o ignore por completo a otras fuerzas políticas internacionales de esa corriente política que han llegado al poder en sus países casualmente por el fracaso del modelo neoliberal y el abandono de la actual Administración Bush al continente latinoamericano. De ahí los nuevos puntos de agenda en nuestra relación política y económica con Venezuela, Bolivia, Brasil, Cuba, etc.
La escuela del realismo norteamericano en materia de política exterior establece que “por ser el reflejo de nuestra política interior, esta política está sustentada y legitimizada por los intereses nacionales”. Por eso la diplomacia nacional, como parte dinámica del Estado, enfrenta enormes retos: extrema pobreza, falta de buena salud y educación, la falta de capacidad productiva y de infraestructura, un inexistente desarrollo económico integrado, etc. Para ello la integración regional, la promoción de la inversión extranjera y nacional, el aumento y redirección de la cooperación internacional, sobre todo en el aspecto de armonización y alineamiento de la cooperación y la asistencia (para que efectivamente logren obtener como resultado el impacto social esperado), son parte de las respuestas a procurar.
Desde este punto de partida, de nuestras necesidades urgentes es comprensible y aceptable el redimensionamiento del abanico de posibilidades que nuestra política exterior puede encontrar en el sistema internacional. De ahí que las nuevas relaciones políticas y económicas de Nicaragua con otros Estados no debe de verse como la causa que genere fisura alguna con otros Estados, pues se debe de entender que aun naciones pequeñas como la nuestra también deben de gozar de soberanía y libertad en la conducción de sus relaciones internacionales y no deben de estar atadas, influenciadas o moldeadas por los intereses de potencia alguna.
Por eso no es cierto que no haya política exterior alguna del nuevo gobierno. Lo cierto es que ésta se está asentando en nuevas bases. Es precisamente la dinámica de cooperación y conflicto en que todos los Estados y naciones se encuentran inmersos, la que provoca generar una diplomacia real, propia, activa, con capacidad de arrebatar logros políticos y económicos en el plano internacional. La formulación e implementación de una política exterior basada en la “SOBERANÍA ECONÓMICA” está mucho más allá de los primeros 100 días de gobierno y de aquellas intenciones --inclusive de algunos nicaragüenses, ya ni se diga de algunos extranjeros-- de mantener a Nicaragua como satélite de cualquier interés foráneo.
“La política exterior es manejada libremente por cada país de la forma que crea más conveniente y que le brinde mejores resultados”.
Con gran interés, diversos aspectos ligados a la política exterior del Estado han sido analizados por varios especialistas como parte de la extensa valoración de los primeros 100 días del nuevo gobierno. Desde luego que son los nuevos espacios de relación de este gobierno con otros actores del sistema internacional los que han motivado en los analistas desde la crítica alarmante y fatalista, hasta las recomendaciones sobre cautela y prudencia en esta materia.
Académicamente se enseña política exterior como “un proceso cíclico bastante ordenado donde se formula, se implementa y permanentemente se evalúa para dar paso a nuevas iniciativas y correcciones del curso tomado o de la actividad implementada”. En el plano nacional, para muchos la incapacidad de gobernar del nuevo gobierno por la carencia de verdaderos profesionales sandinistas los ha obligado a dejar en sus puestos a funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) del gobierno del presidente Bolaños; para otros la nueva política exterior se encuentra en la fase de su formulación y reconceptualizacion, donde la coherencia política se ha impuesto. Hasta ahora en aras de tener un aparato exterior profesional no se ha cometido el grave error de siempre de barrer por completo con los funcionarios de esa institución cada vez que llega un nuevo gobierno.
Otro concepto es que “la política exterior no es más que un instrumento de poder de reflejo de las clases gobernantes”, lo que nos permite vislumbrar nuevas líneas de relación internacional que tomará nuestro Estado. Sería demasiado ingenuo o demasiado pro-norteamericano pensar que el gobierno actual debe de girar como satélite de los intereses norteamericanos como el anterior, o que siendo el FSLN un partido de izquierda, renuncie o ignore por completo a otras fuerzas políticas internacionales de esa corriente política que han llegado al poder en sus países casualmente por el fracaso del modelo neoliberal y el abandono de la actual Administración Bush al continente latinoamericano. De ahí los nuevos puntos de agenda en nuestra relación política y económica con Venezuela, Bolivia, Brasil, Cuba, etc.
La escuela del realismo norteamericano en materia de política exterior establece que “por ser el reflejo de nuestra política interior, esta política está sustentada y legitimizada por los intereses nacionales”. Por eso la diplomacia nacional, como parte dinámica del Estado, enfrenta enormes retos: extrema pobreza, falta de buena salud y educación, la falta de capacidad productiva y de infraestructura, un inexistente desarrollo económico integrado, etc. Para ello la integración regional, la promoción de la inversión extranjera y nacional, el aumento y redirección de la cooperación internacional, sobre todo en el aspecto de armonización y alineamiento de la cooperación y la asistencia (para que efectivamente logren obtener como resultado el impacto social esperado), son parte de las respuestas a procurar.
Desde este punto de partida, de nuestras necesidades urgentes es comprensible y aceptable el redimensionamiento del abanico de posibilidades que nuestra política exterior puede encontrar en el sistema internacional. De ahí que las nuevas relaciones políticas y económicas de Nicaragua con otros Estados no debe de verse como la causa que genere fisura alguna con otros Estados, pues se debe de entender que aun naciones pequeñas como la nuestra también deben de gozar de soberanía y libertad en la conducción de sus relaciones internacionales y no deben de estar atadas, influenciadas o moldeadas por los intereses de potencia alguna.
Por eso no es cierto que no haya política exterior alguna del nuevo gobierno. Lo cierto es que ésta se está asentando en nuevas bases. Es precisamente la dinámica de cooperación y conflicto en que todos los Estados y naciones se encuentran inmersos, la que provoca generar una diplomacia real, propia, activa, con capacidad de arrebatar logros políticos y económicos en el plano internacional. La formulación e implementación de una política exterior basada en la “SOBERANÍA ECONÓMICA” está mucho más allá de los primeros 100 días de gobierno y de aquellas intenciones --inclusive de algunos nicaragüenses, ya ni se diga de algunos extranjeros-- de mantener a Nicaragua como satélite de cualquier interés foráneo.
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