O artigo não tem autor especificado na página, é uma coluna chamada "Carta del Centinela".
Lula y la oposición
Los políticos de la oposición ya han anunciado que quieren entrevistarse con el presidente del Brasil para hacerle propuestas; también los empresarios. Me parece que son gestos de sometimiento que no se deberían dar.
Lula no tiene que tener ninguna influencia en los gobiernos paraguayos, como actualmente la tiene, y es preciso comenzar desde el principio a proceder con alguna dignidad. ¿Qué consultaría la oposición con Lula? ¿Qué le propondría?
Lo mismo se puede decir de los empresarios. Nosotros somos teóricamente dueños de nuestro país y nada de lo que diga Lula debe poder cambiar nuestra posición al respecto de las políticas internas. La apertura de los mercados no depende de Lula, ni aquí ni en el Brasil, depende de un concepto que hemos preferido ignorar hasta ahora: La competitividad.
Ocurre que otra vez, como siempre, estamos tratando de negociar prebendas y privilegios. Negociar cupos, no libertad de comercio. Después de tres décadas de intentos de integración seguimos tratando de imponer la bilateralidad.
Todo el mundo sabe que el Brasil y la Argentina han sido preponderantes en el Paraguay desde Cerro Corá. Y nos ha ido de mal en peor. Los cincuenta años han sido de hegemonía brasileña apenas disfrazada. Y ahora, que se vislumbra una nueva aurora, acudimos en masa ante el Emperador a solicitarle instrucciones.
¿Merecemos realmente ser independientes? Cuando le digo esto a los políticos me dicen que "la política es administración de realidades" y la hegemonía brasileña es una realidad, que sin el Brasil no se puede gobernar el Paraguay. Entonces ¿merecemos realmente ser independientes?
Brasil pone, quita y determina gobiernos en el Paraguay. Lula vendrá a averiguar quién es más sumiso y traidor para apoyarlo; no hará otra cosa, y parece que el apoyo brasileño es fundamental para ganar elecciones; ellos tienen la clave original que permite cargar las urnas electrónicas que definirán las elecciones, sea lo que fuere que los paraguayos voten. El caballo de Troya fue aceptado y ya ha dado el resultado esperado. Nicanor es presidente sin haber ganado las internas y Alderete usurpa la Junta de Gobierno de la ANR haciéndose pasar como "interino".
No hay un solo político, que yo sepa, que se atreva a decir "Me entrevistaré con Lula cuando sea presidente y para hablarle de igual a igual". Ninguno. Todos reconocen la hegemonía brasileña como una realidad irreversible, que les obliga a hablar con Lula haciendo reverencias y luego caminando hacia atrás para no darle la espalda. Un pronunciamiento de esos puede determinar que ese político desaparezca de la escena, sepultado por votos cibernéticos.
Lula se ha dado el gusto de decir al gobierno y a los políticos que viene de visita de cortesía y no negociará nada de nada, y nadie, vuelvo a repetir, nadie, dijo esta boca es mía. Otro país, Uruguay por ejemplo, le hubiera dicho: "Si no viene a negociar, no es necesario que venga".
Si las cosas siguen como están y no hay cambios radicales, dentro de una década sobre el Palacio de López ondeara la bandera del Brasil. Primero les entregamos nuestro comercio; les entregamos nuestras leyes y nuestra Justicia se le sometió; ahora les estamos entregando nuestra energía por un puñado de dólares; pronto entregaremos nuestras tierras y enseguida la independencia. Antes de cumplir dos siglos, la habremos dilapidado.
Cuando venga Lula habrá alfombra roja y cortesanos empujándose para aparecer en las fotografías, como corresponde a una visita imperial.
Lo mismo se puede decir de los empresarios. Nosotros somos teóricamente dueños de nuestro país y nada de lo que diga Lula debe poder cambiar nuestra posición al respecto de las políticas internas. La apertura de los mercados no depende de Lula, ni aquí ni en el Brasil, depende de un concepto que hemos preferido ignorar hasta ahora: La competitividad.
Ocurre que otra vez, como siempre, estamos tratando de negociar prebendas y privilegios. Negociar cupos, no libertad de comercio. Después de tres décadas de intentos de integración seguimos tratando de imponer la bilateralidad.
Todo el mundo sabe que el Brasil y la Argentina han sido preponderantes en el Paraguay desde Cerro Corá. Y nos ha ido de mal en peor. Los cincuenta años han sido de hegemonía brasileña apenas disfrazada. Y ahora, que se vislumbra una nueva aurora, acudimos en masa ante el Emperador a solicitarle instrucciones.
¿Merecemos realmente ser independientes? Cuando le digo esto a los políticos me dicen que "la política es administración de realidades" y la hegemonía brasileña es una realidad, que sin el Brasil no se puede gobernar el Paraguay. Entonces ¿merecemos realmente ser independientes?
Brasil pone, quita y determina gobiernos en el Paraguay. Lula vendrá a averiguar quién es más sumiso y traidor para apoyarlo; no hará otra cosa, y parece que el apoyo brasileño es fundamental para ganar elecciones; ellos tienen la clave original que permite cargar las urnas electrónicas que definirán las elecciones, sea lo que fuere que los paraguayos voten. El caballo de Troya fue aceptado y ya ha dado el resultado esperado. Nicanor es presidente sin haber ganado las internas y Alderete usurpa la Junta de Gobierno de la ANR haciéndose pasar como "interino".
No hay un solo político, que yo sepa, que se atreva a decir "Me entrevistaré con Lula cuando sea presidente y para hablarle de igual a igual". Ninguno. Todos reconocen la hegemonía brasileña como una realidad irreversible, que les obliga a hablar con Lula haciendo reverencias y luego caminando hacia atrás para no darle la espalda. Un pronunciamiento de esos puede determinar que ese político desaparezca de la escena, sepultado por votos cibernéticos.
Lula se ha dado el gusto de decir al gobierno y a los políticos que viene de visita de cortesía y no negociará nada de nada, y nadie, vuelvo a repetir, nadie, dijo esta boca es mía. Otro país, Uruguay por ejemplo, le hubiera dicho: "Si no viene a negociar, no es necesario que venga".
Si las cosas siguen como están y no hay cambios radicales, dentro de una década sobre el Palacio de López ondeara la bandera del Brasil. Primero les entregamos nuestro comercio; les entregamos nuestras leyes y nuestra Justicia se le sometió; ahora les estamos entregando nuestra energía por un puñado de dólares; pronto entregaremos nuestras tierras y enseguida la independencia. Antes de cumplir dos siglos, la habremos dilapidado.
Cuando venga Lula habrá alfombra roja y cortesanos empujándose para aparecer en las fotografías, como corresponde a una visita imperial.
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