"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

quarta-feira, 22 de abril de 2009

An IMF We Can Love?

¿Un FMI que podamos querer?

by Dani Rodrik

CAMBRIDGE – Qué diferencia ha significado la crisis para el Fondo Monetario Internacional. Apenas unos meses atrás esta importante pero poco querida institución, símbolo de los acuerdos económicos globales de post-guerra, parecía destinada a la irrelevancia.

Por largo tiempo el FMI ha sido una cabeza de turco tanto para la izquierda como la derecha, la primera por el énfasis del Fondo en la rectitud fiscal y la ortodoxia económica, y la otra por su papel en el rescate financiero de las naciones endeudadas. Las naciones en desarrollo siguieron sus consejos a regañadientes, mientras que las naciones avanzadas, que no necesitaban el dinero, no les prestaban la menor atención. En un mundo en que los flujos de capitales privados empequeñecían los recursos a su disposición, el FMI había llegado a parecer un anacronismo.

Y, cuando algunos de los mayores deudores del FMI (Brasil y Argentina) comenzaron a prepagar sus deudas hace unos años sin que hubiese nuevos deudores a la vista, era como si le hubieran puesto el último clavo al ataúd. El FMI parecía condenado a que sus ingresos se acabaran, además de perder su razón de ser. Redujo sus presupuestos y comenzó a aminorar su tamaño, y si bien se le atribuyeron nuevas responsabilidades en el intertanto -vigilancia de la "manipulación del tipo de cambio", en particular-, sus deliberaciones demostraron ser en gran medida irrelevantes.

Sin embargo, la crisis ha fortalecido al FMI. Bajo su capaz director ejecutivo, Dominique Strauss-Kahn, el Fondo ha sido una de las pocas entidades oficiales que se ha mantenido por delante de la curva. Hizo raudamente lo necesario para crear una línea de crédito de emergencia con desembolso rápido para aquellos países que tuviesen políticas “razonables”. Lideró la promoción de un estímulo fiscal global del orden de un 2% del PGB mundial, lo que es todavía más destacable si se considera su tradicional conservadurismo en cuanto a asuntos fiscales.  Y, con anterioridad a la cumbre del G-20 en Londres, replanteó profundamente sus políticas para la otorgación de préstamos, restando énfasis a su condicionalidad tradicional y facilitando el proceso para que los países opten a préstamos.

Lo que es incluso más significativo, el FMI ha salido del encuentro de Londres con recursos sustancialmente mayores, así como con nuevas responsabilidades. El G-20 prometió triplicar la capacidad de préstamo del Fondo (de 250 a 750 mil millones de dólares), emitir 250 mil millones de dólares de nuevos Derechos Especiales de Giro (un recurso de reserva compuesto por una canasta de monedas principales), y permitir que el Fondo solicite préstamos en los mercados de capitales (algo que nunca ha hecho), si es necesario. El FMI también fue designado como una de las dos principales agencias  -junto con un Foro de Estabilidad Financiera ampliado (llamado ahora Junta para la Estabilidad Financiera)- a cargo de dar alertas tempranas sobre riesgos macroeconómicos y financieros y emitir las recomendaciones que sean necesarias sobre políticas a adoptar.

Otra buena noticia es que ahora los europeos han renunciado a su pretensión de nombrar al director ejecutivo del FMI (como lo hacen los estadounidenses con la presidencia del Banco Mundial). En lo sucesivo, estas altas autoridades se han de seleccionar a través de "un proceso de selección abierto, transparente y basado en méritos”. Esto permitirá un mejor gobierno (aunque la presidencia de  Strauss-Kahn ha sido ejemplar) y mejorará la legitimidad de ambas instituciones a los ojos de las naciones en desarrollo.

De manera que, una vez más, el FMI se encuentra en el centro del universo económico. ¿Cómo escogerá implementar su poder recobrado?

El mayor riesgo es que vuelva a exagerar su alcance e influencia, que es lo que ocurrió en la segunda mitad de los años 90, cuando comenzó a pregonar la liberalización de las cuentas de capitales, aplicó remedios fiscales exageradamente estrictos durante la crisis asiática y trató de rediseñar por cuenta propia las economías de ese continente. Desde entonces, la institución ha reconocido sus errores en todas esas áreas, pero está por verse si se han internalizado completamente, y si tendremos un FMI más amable en lugar de uno rígido y doctrinario.

Un factor que nos ayuda a ser optimistas es el hecho de que, casi con seguridad, los países en desarrollo tendrán más influencia sobre cómo se maneja el Fondo, lo que asegurará que en el futuro las naciones más pobres sean escuchadas con más empatía.

No obstante, dar a las naciones en desarrollo un mayor poder de voto no significará una gran diferencia si la cultura organizacional del FMI no cambia también. En el Fondo trabaja una gran cantidad de economistas de talento que no están muy vinculados con las realidades institucionales de los países sobre los que trabajan ni las aprecian demasiado. Sus conocimientos profesionales están avalados por sus grados académicos avanzados, en lugar de sus logros en el diseño de políticas en el mundo real. Esto tiende a alimentar una actitud arrogante y una sensación de vacía superioridad con respecto a sus contrapartes, autoridades a cargo de diseño de políticas que deben equilibrar múltiples y complejos intereses.

Para contrarrestar esto, será necesario que los altos funcionarios del FMI hagan esfuerzos claros de captación, dotación de personal y ascensos. Una opción sería aumentar sustancialmente la cantidad de nuevos funcionarios que se encuentren en la mitad de su desarrollo profesional y que tengan experiencia práctica real en países en desarrollo. Esto haría que el personal del FMI conozca mejor el valor del conocimiento local con respecto a la experiencia teórica.

Otra estrategia sería reubicar a parte del personal, incluido el que trabaja en departamentos funcionales, en "oficinas regionales", medida que probablemente genere gran resistencia en quienes se han acostumbrado a las comodidades de Washington D.C. Sin embargo, no hay mejor manera de apreciar el papel del contexto que experimentarlo personalmente. El Banco Mundial, que llevó a cabo una descentralización similar hace un tiempo, ha mejorado desde entonces la manera como sirve a sus clientes (aunque ha tenido dificultades en reclutar profesionales de primera calidad.)

Este es un momento importante para el FMI. La comunidad internacional está esperando mucho del juicio y el desempeño del Fondo; para llenar cabalmente esas expectativas, será necesario que implemente reformas internas.

Dani Rodrik, Profesor de Economía Política de la Escuela John F. Kennedy de la Universidad  de Harvard, es la primera persona en recibir el Premio Albert O. Hirschman del Consejo de Investigación en Ciencias Sociales. Su último libro es One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth.

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