Jorge A. Chávez Presa
Un sistema financiero para la competitividad
25 de abril de 2009
¿En qué medida está contribuyendo o restando el sector financiero a la competitividad del resto de las actividades económicas que requieren de sus servicios? ¿Por qué si se supone que es tan rentable el sector financiero, y en par-ticular los bancos, no hay más inversión a esta actividad a través de nuevos intermediarios? ¿Está protegido el usuario de servicios financieros o requiere más regulaciones contra abusos?
La primera pregunta que sienta en el banquillo de los acusados al sistema financiero mexicano la provoca el hecho de que existe la percepción de que los servicios financieros son caros tanto por las tasas de interés, comisiones, primas y tarifas que cobra, así como por los bajos rendimientos que paga al ahorrador, el acceso difícil y la poca oportunidad del financiamiento.
Estos son parte de los cuestionamientos que pesan sobre los intermediarios del sector financiero, principalmente instituciones de banca múltiple, casas de bolsa, administradoras de fondos para el retiro, compañías de seguros, almacenes generales de depósito, arrendadoras financieras, casas de cambio, empresas de factoraje financiero, entidades de ahorro y crédito popular, instituciones de fianzas, sociedades financieras de objeto limitado, sociedades financieras de objeto múltiple reguladas, sociedades de inversión, uniones de crédito.
Los números revelan claroscuros. Por ejemplo, hay una gran competencia por atender a los corporativos de las grandes empresas, donde los márgenes financieros, esto es, la diferencia entre la tasa que se cobra y el costo de fondeo, son muy bajos. Hace poco más de una década era inconcebible imaginarse el acceso a créditos hipotecarios a plazos mayores a 15 años y a tasas de interés de alrededor de 12% anual.
Las quejas recientes, en particular sobre el sistema bancario, se han buscado justificar por lo observado en el mercado aparentemente más rentable: el del crédito al consumo y en especial el canalizado a consumidores de muy bajo poder adquisitivo. Este segmento, atendido antes por prestamistas y usureros, ahora se lo disputan microfinancieras, tiendas de electrodomésticos y bancos ofreciendo al por mayor tarjetas de crédito con réditos de hasta 80% anual, todo sin considerar los casos de ventas atadas.
No obstante que estas acusaciones pudieran justificarse, el reclamo se concentra en el crédito al consumo bancario, que representa menos de 22% del total del crédito de la banca comercial, pero que sin lugar a dudas ha sido el más dinámico, pues en sólo ocho años el saldo del crédito al consumo casi aumentó nueve veces. En el último año los bancos han sido mucho más cautelosos en dar de este crédito, como resultado de que la cartera vencida en este rubro ha aumentado más de 41% en términos reales.
El crédito otorgado por los bancos a las empresas, y a las entidades financieras y gubernamentales (crédito comercial), es el más importante en cuanto a monto se refiere, ya que la cartera total del crédito comercial representa más de 64% de la cartera total, y su cartera vencida es de sólo 1% del total del crédito comercial. Sin embargo, el saldo de esta cartera ha permanecido casi estático (creció 2.1% en términos reales de diciembre de 2000 a diciembre de 2008, con ello bajando su participación dentro del PIB de 14% a 9%), pues es en este segmento donde se ha observado una gran competencia con instrumentos como papel comercial y otros que no emite la banca, aunque probablemente sí el grupo financiero.
El crédito a la vivienda es una de las carteras en las que los bancos han sido sumamente cautelosos. El saldo del crédito a la vivienda representa 14.2% del total de la cartera a diciembre de 2008, y el índice de morosidad de este tipo de créditos es de 3.51, ligeramente superior respecto al índice de la cartera total. En el periodo 2000-2008 el saldo de este crédito ha crecido 58%.
Al observar una dinámica tan diferente entre estos tres tipos de crédito, se ha criticado a la banca por no financiar actividades industriales y al campo, y por lo tanto de extraer grandes utilidades de explotar el crédito al consumo. Sin embargo, esta crítica estaría mejor fundamentada si tomara en cuenta los altos riesgos y costos de recuperación en el crédito al consumo, y las reservas que los bancos deben crear para compensar la expectativa de pérdidas.
Uno de los factores que eleva el costo del otorgamiento del crédito y por ende su oferta en la economía mexicana es la dificultad de los bancos para ejecutar las garantías en caso de incumplimiento de las obligaciones por parte de los prestatarios, como lo han documentado el IMCO y el BID. Este riesgo asociado a los créditos se refleja en una mayor tasa de interés activa, la cual podrá reducirse en la medida que disminuya el tiempo y costo de ejecutar garantías. Esta es una gran ventana de oportunidad que tiene el país, en la cual debe trabajarse tanto a nivel federal como estatal para impulsar la competitividad de la economía nacional. Una oportunidad más concreta está en lograr una mayor eficiencia y transparencia en los registros públicos de la propiedad.
Respecto a la captación de recursos de los bancos, en 2000-2008 aumentó 36.5% en términos reales y representó 19.7% del PIB a diciembre de 2008. Los depósitos de exigibilidad inmediata y a plazo representan 48% y 42% respectivamente de la captación bancaria, y son sus principales componentes.
Los tres bancos más importantes concentran casi 59% de los activos totales del sector bancario mexicano. Si bien es una alta concentración de mercado, no es la más alta de América Latina, pero sí superior a de Brasil y Chile. La concentración en México ha podido disminuirse ligeramente como resultado de que en los últimos años las autoridades financieras han facilitado la entrada de nuevos competidores que se espera introduzcan disciplina a este sector en el mediano plazo. De 2000 a 2008 el número de bancos aumentó de 36 a 43. Asimismo, otros intermediarios financieros e instrumentos como afores, sociedades de inversión y emisiones de papel comercial ofrecen más opciones al público ahorrador, y por lo tanto introducen competencia a los bancos.
Una variable importante para evaluar el desarrollo de un mercado financiero eficiente es el acceso de las personas a los servicios financieros. En 2008 el Banco Mundial, en su publicación Finance for All?: policies and pitfalls in expanding access (¿Financiamiento para todos?: medidas y fallas en la expansión del acceso), mostró en una encuesta que sólo 25% de la población adulta en México tiene acceso a una cuenta con un intermediario financiero. Este dato contrasta con países como Dinamarca, Finlandia y Suecia (99%), Singapur (98%), Canadá y Francia (96%), España (95%), Estados Unidos y Reino Unido (91%). Aun con países como Chile, Brasil, Argentina y Perú esta encuesta reveló porcentajes del 60%, 43%, 28% y 26%, respectivamente.
La densidad de cajeros automáticos por población así como por penetración es baja. México tiene por cada 100 mil habitantes casi 17, Canadá 135, España 127, Estados Unidos 121 y Corea del Sur 90. El número de cajeros por cada mil kilómetros cuadrados para México es de 8.91 y para los países antes mencionados, conservando su orden, es de 4.6, 104.1, 38.43, 436.8.
En México existen 9.6 sucursales bancarias por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, siendo el Distrito Federal y Nuevo León las entidades con mayor número de sucursales (18.9 y 18.1, respectivamente); Chiapas y Oaxaca son las entidades con menor número de sucursales: 4.3 y 4.5, respectivamente. En México es necesaria una mayor penetración y profundización de los servicios financieros.
El sistema financiero mexicano tiene un gran desafío: transformarse para impulsar la competitividad del país, esto es, que atraiga y retenga inversiones que impulsen el crecimiento nacional. No ha sido gratuito que los legisladores tengan la inquietud y, desde luego, la motivación electoral de imponer topes y más regulaciones a la actividad bancaria por el cobro tan alto de comisiones y tasas de interés que se están observando en varios servicios bancarios. Tampoco hay que soslayar la importancia de la educación financiera, pues un factor básico para introducir mayor eficiencia y disciplina a esta actividad es que los usuarios de los servicios financieros sí sean sensibles a los rendimientos y costos de los distintos instrumentos financieros que ofrecen los otros intermediarios.
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