"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

terça-feira, 14 de abril de 2009

América Latina frente a Obama

Hernán Gómez Bruera
América Latina frente a Obama
14 de abril de 2009

Si bien es verdad que América Latina no suele ocupar un espacio prioritario en la política exterior de Estados Unidos, la presidencia de Obama abre una serie de oportunidades para la región que no habían estado presentes hasta ahora.

En marzo de 2008, Obama presentó en Miami un programa conocido como “A new partnership with the Americas” que, aunque escueto, va más allá de lo que han planteado los candidatos demócratas en elecciones presidenciales. El programa se compromete a duplicar las ayudas a la región para financiar proyectos de desarrollo, condonar la deuda de los países más pobres (Bolivia, Haití, Guyana, Paraguay y Honduras) y —lo que tal vez sea más importante— liderar los esfuerzos para reformar instituciones de crédito como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. No deja de ser relevante el hecho de que algunas de estas cuestiones han sido exigencias de los movimientos sociales durante los últimos años.

El programa de Obama incluye también una política de “comercio justo” —término acuñado por la sociedad civil—, se compromete a promover una política comercial con estándares laborales y ambientales (lo que ciertamente puede ser un arma de doble filo), a presionar a la Organización Mundial de Comercio para poner fin a los altos subsidios a la exportación y a promover una política de energías alternativas en la región.

Si bien es posible advertir silencios en muchas cuestiones, el hecho de que se hayan incorporado temas como los aquí mencionados implica que Obama ha escuchado nuevas voces, y que está dispuesto a avanzar en una agenda de desarrollo que no se limite a la liberalización comercial y que dialogue con otros actores de la sociedad, más allá de los partidos y del sector empresarial y financiero.

América Latina probablemente no sea una prioridad para Estados Unidos; ni Obama ni su equipo conocen la región; la crisis económica impondrá una serie de restricciones que obligarán a privilegiar el frente interno. Pero de nada sirve asumir la lógica fatalista de siempre.

Lo que hay que hacer es política exterior inteligente. La visita que Lula realizó a Estados Unidos en marzo (primer encuentro oficial con un líder latinoamericano) demostró cómo es posible impulsar una relación estratégica, sin sumisión, que permita, poco a poco, comenzar a incluir nuevos temas en la agenda.

Está claro que para América Latina no es igual una presidencia de Obama de lo que sería una gestión republicana. Durante su gobierno, Bush se empeñó en lograr un ALCA en sus propios términos, guiado por el dogma de la apertura a cualquier costo, sin ninguna flexibilidad para negociar. Cuando esta estrategia se mostró imposible, se limitó a establecer acuerdos comerciales puntuales con regímenes ideológicamente afines en una lógica de amigos y enemigos.

La propia plataforma de McCain en la última elección reproducía una visión tan selectiva y excluyente como la de Bush frente a sus vecinos del sur. Distinta fue, desde su campaña electoral, la postura de Obama. El hoy presidente incluso llegó a hacer pública su disposición para sentarse a negociar con figuras como Castro y Chávez. Al igual que en otros rubros, no es de esperar que la postura del nuevo gobierno frente a la región se rija a partir de dogmas y categorizaciones ideológicas.

La larga y valiosa entrevista que Obama ofreció hace algunas semanas a The New York Times (09/III/09) no muestra a un político adicto a etiquetas o definiciones de ese tipo, sino a un negociador hábil y pragmático, abierto a ideas distintas. Es probable que estos mismos rasgos marquen su política frente a América Latina.

Pero no sólo se trata de Obama. La propia región ha cambiado. La hegemonía e influencia de Estados Unidos es hoy discutible en varios países. La región no tiene un socio exclusivo: exporta materias primas y servicios a varios países y recibe inversiones de otros más, contando hoy con Rusia y China como importantes actores. Es claro que ninguna nación aceptará acuerdos comerciales sólo en los términos que Estados Unidos imponga.

Podemos esperar por eso que una lógica distinta guíe nuestras relaciones. No esa lógica de suma cero, en la que lo que beneficia a uno afecta al otro, sino un política sustentada en el principio rooseveltiano de “buena vecindad”. Obama la definió en estos términos al presentar su programa para la región, durante un encuentro en Miami: “Mi política hacia las Américas será orientada por el simple principio de que lo que es bueno para la población de las Américas es bueno para Estados Unidos”. Esperemos que realmente sea así.

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/43667.html

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