Posible exportación de electricidad a Chile demuestra abuso del Brasil
Está en tratativas la posible exportación a Chile de energía eléctrica paraguaya procedente de la represa del Acaray. Los datos que se vienen manejando en el marco de dicha negociación demuestran el abuso de que viene siendo objeto el Paraguay por parte del Brasil. De acuerdo a los precios de mercado en el Sistema Integrado del Norte Grande (SING) de Chile –que son establemente elevados en los últimos años, por encima de 100 US$/MWh–, el Paraguay podría obtener beneficios netos del orden de 60 US$/MWh, unas 20 veces más de lo que el Brasil nos paga de compensación (3 US$/MWh) por la electricidad de Itaipú que le cedemos hasta ahora en forma totalmente exclusiva.
En la cumbre de Salvador, Bahía, realizada a fines del año pasado, se reunieron las presidentas de Chile y Argentina, así como el presidente Fernando Lugo, ocasión en que la Argentina dio su acuerdo para que el Paraguay pueda exportar por territorio argentino electricidad de Acaray –hasta 200 MW– a Chile. El pasado 13 de abril se reunieron en Mburuvicha Róga el secretario de Energía de la Argentina y el director general argentino de Yacyretá, por parte de la Argentina, con el presidente de la ANDE y el mismo presidente Lugo, por parte de nuestro país, a fin de definir los aspectos técnicos de tal exportación políticamente ya autorizada. De acuerdo a la información, se estableció un plazo máximo de 60 días para poner a punto el borrador de acuerdo y procederse así a esta histórica negociación.
Calificamos de “histórica” esta operación por varios motivos. Primero, porque se exportará a un país como Chile, con el cual no se tiene frontera, es deficitario en electricidad y que está muy interesado en importar cantidades aún mayores de nuestra principal riqueza en explotación, la hidroelectricidad nacional. Igualmente, porque es la primera operación que se hará estrictamente a precios de mercado. Y es allí, justamente, donde radica su enorme importancia.
El mercado chileno de electricidad soporta elevados precios, aún con las relativamente bajas cotizaciones internacionales del petróleo crudo en este momento. Ello se debe a que Chile tiene una reducida capacidad de generación hidroeléctrica, de casi imposible expansión por motivos de política ambiental, y sin posibilidades de acceso a gas natural, por el también insoluble diferendo con Bolivia en relación a la salida al mar de este último país. Aún si Chile llegara a resolver la cuestión marítima con Bolivia, este último país tiene reducidas reservas, igual que la Argentina, por lo que tampoco las reservas de gas de la región podrán ser auxilio de importancia alguna para el sistema eléctrico chileno. Estas condiciones objetivas han despertado el interés chileno en la abundante hidroelectricidad paraguaya.
De acuerdo a los precios de mercado en el Sistema Integrado del Norte Grande (SING) de Chile –que son establemente elevados en los últimos años, por encima de 100 US$/MWh–, el Paraguay podría obtener beneficios netos del orden de 60 US$/MWh, unas 20 veces más de lo que el Brasil nos paga de compensación (3 US$/MWh) por la electricidad de Itaipú que le cedemos hasta ahora en forma totalmente exclusiva. Resaltemos que la desproporción es entre lo que más importan, los beneficios netos, y no entre tarifas.
En las negociaciones que está sosteniendo nuestro país con el Brasil, este se niega a aumentar la compensación por la cesión de energía con el argumento de que poseerían otras centrales hidroeléctricas, como las del río Madeira, que generan a menor costo y que, por lo tanto, ya no hay margen para una mayor compensación. Lo sostenido por funcionarios brasileños es una media verdad. El Brasil está incapacitado de satisfacer su creciente demanda eléctrica exclusivamente con centrales hidroeléctricas propias, las que, por otra parte, cada vez quedan más lejos de sus centros de consumo y cuyo aprovechamiento requiere medidas socioambientales de cada vez mayor costo. Salvo excepciones, como podrían ser las represas del río Madeira, al Brasil le resulta imposible sustituir la energía paraguaya de Itaipú, incluso a un costo similar al inflado costo del servicio de Itaipú. Inflado –decimos– por la ilegítima deuda no pagada por empresas eléctricas brasileñas y que por razones de justicia y legalidad debería desaparecer del pasivo de Itaipú. Recordemos que 2/3 del costo del servicio de electricidad de Itaipú es pago de la deuda, que en su mayor parte debió ser abonada por las empresas eléctricas brasileñas en su momento, y no lo fue. Al costo real, es decir, excluyendo la deuda “espuria” y el consiguiente pago ilegítimo de la deuda a Eletrobras y el Tesoro brasileño, es totalmente imposible que el Brasil pueda sustituir nuestra energía a un precio competitivo. Menos aún considerando otras fuentes de generación eléctrica más caras, como la nuclear, el carbón y el gas natural, ahora ya imprescindibles en la matriz energética brasileña. Más importante todavía es el hecho de que Chile ofrece pagarnos mucho más que el mercado eléctrico brasileño, mucho más que la compensación prevista en el Tratado de Itaipú.
Ante la evidencia de que la exportación de nuestra hidroelectricidad a Chile nos daría muchos más beneficios que la cesión al Brasil, este país tiene una disyuntiva de hierro: o le paga al Paraguay lo que Chile está dispuesto a pagar, o permite que el Paraguay disponga libremente de su energía, como reclama nuestro país desde hace más de tres décadas, y, así, posibilita que lleguemos a un acuerdo a largo plazo con Chile, bajo condiciones mucho más ventajosas para nosotros.
La negativa del Brasil de permitir que exportemos libremente nuestra energía viola todos los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y, de persistir, debería ser inmediatamente denunciada por nuestro país ante dicho foro internacional y todos los otros que sean competentes.
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