"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

quinta-feira, 7 de fevereiro de 2008

Jeffrey Sachs destruiu a Bolívia, mas quanto ao Quênia está correto!

El recuento de los votos en Kenya

by Jeffrey D. Sachs

Kenya está en llamas tras las elecciones presidenciales del 27 de diciembre que muchos creen que estuvieron manipuladas para asegurar la reelección de Mwai Kibaki. Los opositores de Kibaki salieron a las calles, el gobierno dio órdenes de tirar a matar y cientos de personas han muerto a manos de la policía, de grupos armados y a causa de la violencia interétnica. Estados Unidos ha encabezado la respuesta diplomática internacional, pero su enfoque está muy errado.

La participación fue muy elevada y muchos kenyanos esperaron bajo el ardiente sol durante varias horas para entrar a las casillas electorales en todo el país. Los primeros votos que se contaron fueron los correspondientes al parlamento de Kenya, y los ministros del gobierno de Kibaki fueron rotundamente derrotados en sus circunscripciones locales. La principal alianza opositora, encabezada por Raila Odinga, obtuvo alrededor de 100 escaños, contra unos 30 para Kibaki. Parecía muy probable que el escrutinio de la elección presidencial mostraría igualmente que Odinga había derrotado a Kibaki por un amplio margen.

En efecto, así sucedió en los primeros momentos del recuento. A medida que los totales de las casillas de todo el país llegaban a Nairobi, Odinga iba acumulando una ventaja de varios cientos de miles de votos. Entonces comenzaron los problemas. Las cuentas de los votos en la zona del centro de Kenya de donde es originario Kibaki se retrasaron. Los observadores independientes de la Unión Europea y otros lugares comenzaron a informar sobre irregularidades graves en los bastiones de Kibaki, donde se negó el acceso a las casillas a los representantes de los partidos de oposición.

Las cosas se hicieron aún más turbias cuando se reunieron y registraron los resultados en la Comisión Electoral de Kenya (CEK). Según las pruebas detalladas presentadas por la oposición, los escrutinios procedentes del campo, que ya estaban inflados a favor de Kibaki, se volvieron a manipular para asignarle más votos. Como resultado, la CEK registró muchos más votos para la elección presidencial que para la parlamentaria, aun cuando se indicó claramente –de hecho se exigió-- a los electores que emitieran un voto para cada elección.

Cuando la oposición intentó protestar por estas inconsistencias, la CEK abruptamente declaró a Kibaki como ganador. Días después, el director de la CEK reconoció públicamente que los seguidores de Kibaki lo habían presionado para que anunciara los “resultados” inmediatamente, a pesar de las evidencias claras de manipulación de los votos. Declaró, de manera impactante, que no sabía quién había ganado en realidad. Los observadores de la UE también anunciaron que el escrutinio de las elecciones no había cumplido las normas internacionales básicas.

La elección es un desastre para Kenya, pero la respuesta de la comunidad internacional encabezada por Estados Unidos no es menos preocupante. La política exterior estadounidense en África está en manos de la Secretaria de Estado Asistente Jendayi Frazer, ex alumna de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice. Desde el principio de la crisis postelectoral, Frazer adoptó tres posturas erróneas.

En primer lugar, declaró que la votación no debía reevaluarse a la luz de un conteo independiente. De hecho, la mayoría de los observadores que estuvieron presentes creen que hay suficientes evidencias documentales desde las casillas hasta Nairobi que podrían revisarse detalladamente.

En segundo lugar, afirmó que hubo manipulación del voto “en ambos bandos”, e insinuó que el resultado real de la elección había sido muy cerrado y que tal vez Kibaki había ganado. Dada la gran cantidad de pruebas directas y circunstanciales de que la manipulación fue a favor de Kibaki, el que Frazer culpara por igual a los dos bandos causó sorpresa y consternación entre la oposición. Tampoco aceptó una encuesta de salida llevada a cabo por una fundación estadounidense que indicaba una victoria clara para Odinga.

Por último, Frazer sostuvo que ambas partes debían llegar a un acuerdo y compartir el poder. En lugar de eso, Kibaki displicentemente nombró a 18 miembros clave del gabinete justo cuando la “mediación” externa estaba por comenzar. Por supuesto, a la oposición le causó extrañeza el llamado a negociar de Estados Unidos sin que hubiera ninguna exhortación a revisar la votación misma.

En última instancia, sólo Kenya decidirá su propio destino. Ni Estados Unidos ni otras potencias extranjeras salvarán la democracia kenyana. Las amenazas, sanciones o recortes de la ayuda únicamente dañarían más a una economía que ya de por sí se está desplomando, lo que sería un castigo trágico para los pobres de Kenya que fomentaría más violencia.

Sin embargo, la comunidad internacional puede desempeñar un papel más constructivo que el que ha tenido hasta ahora si presiona a ambos bandos para que acepten un recuento independiente. Al apoyar los principios democráticos, el mundo estaría apoyando realmente al pueblo kenyano.

Al desestimar ese recuento, Frazer envió el mensaje a los kenyanos de que no deben esperar que sus votos se cuenten correctamente y que el poder se puede tomar o incluso negociar tras bambalinas. También envió una señal inequívoca a quienes quieran robar votos: en el peor de los casos, tendrán que compartir algunos puestos del gabinete con la oposición.

Tal vez un recuento mostraría que las elecciones estuvieron demasiado cerradas para declarar un vencedor. Quizá, como insiste la oposición, señalaría una victoria clara para Odinga. En cualquiera de esos casos, se tomaría en cuenta a los kenyanos y sus votos y los temperamentos bien podrían calmarse. Sólo es razonable hacer un llamado a compartir el poder (o a una nueva elección) si ambas partes aceptan que no hubo un claro ganador.

Todavía hay tiempo para corregir la situación. La comunidad internacional debe dejar de presionar para que haya un “acuerdo” tras bambalinas que ignore la voluntad popular. Que el mundo no apoye a Kibaki ni a la oposición, ni un arreglo arbitrario, sino a los electores kenyanos.

Si Kibaki se opone a un recuento independiente, su negativa resonará en Kenya y en todo el mundo. Quienes ignoran a los electores deben aprender pronto que no se pueden esconder.

Jeffrey Sachs es Profesor de Economía y Director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia.

http://www.project-syndicate.org/commentary/sachs137/Spanish

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