"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

domingo, 5 de agosto de 2007

O Lula escreve muito bonito em español!

Brasil-México: una asociación necesaria

Luiz Inacio Lula da Silva

El Universal

Domingo 05 de agosto de 2007

Presidente de Brasil

Mi visita a México es una excelente oportunidad para consolidar la asociación entre dos países que ocupan un lugar importante en el continente, y deben compartir objetivos y aspiraciones.

México y Brasil son las dos mayores economías de América Latina, con grado de desarrollo y capacitación tecnológica destacada. Buscamos superar los obstáculos que limitaban y limitan nuestro crecimiento, y retrasan nuestra emancipación social. Estamos empeñados en revertir un cuadro secular de pobreza y de concentración perversa del ingreso por medio de programas innovadores de transferencia de recursos, que amplían los derechos ciudadanos fundamentales. Ya no podemos aceptar como fatalidad ni la miseria de unos ni la indiferencia de otros.

En el momento en que el presidente Calderón está iniciando su gobierno, debemos reforzar una asociación que adquiere densidad económica y profundiza el diálogo entre nuestras sociedades. Ese fue el mensaje que el entonces presidente electo dejó al visitar Brasil en octubre pasado. Fue igualmente el tema central de los encuentros que mantuvimos en Berlín, al margen de las reuniones del G-8 y, antes, en Georgetown, en ocasión de la reciente reunión del Grupo de Río.

México y Brasil conforman un mercado de más de 300 millones de personas. El flujo comercial bilateral alcanzó, en 2006, el volumen récord de casi 6 mil millones de dólares. México ya es el séptimo socio comercial de Brasil y el quinto mercado para nuestras exportaciones. Constato, con satisfacción, que las exportaciones mexicanas hacia Brasil prácticamente se duplicaron en los últimos tres años, ayudando así nuestros esfuerzos a alcanzar un mayor equilibrio en el intercambio bilateral. La confianza en el potencial de esa colaboración se expresa en el aumento de las inversiones recíprocas. México ya es la quinta mayor fuente de inversiones externas en Brasil. Y grandes empresas brasileñas están incluyendo a México en sus estrategias de expansión.

Pero es poco. Necesitamos acercar aún más nuestras empresas y diversificar el intercambio, enfocando nuevos nichos y oportunidades de negocios. Las negociaciones en curso para ampliar y profundizar el acuerdo comercial bilateral es un paso alentador en esa dirección.

En momentos en que el mundo busca respuestas a la seguridad energética y la protección ambiental, México y Brasil pueden forjar una asociación más intensa. Existen amplias posibilidades de cooperación para el desarrollo tecnológico en materia de exploración y producción de petróleo y gas natural, en aguas profundas. En el campo de los biocombustibles, Brasil espera contar con México, en la campaña para establecer un mercado mundial para combustibles más limpios, baratos y renovables. Tenemos la oportunidad de democratizar el acceso a nuevas fuentes energéticas, multiplicando la generación de empleos e ingresos, y diversificando la matriz energética, teniendo en cuenta las necesidades de nuestros agricultores y garantizando la producción de alimentos para todos.

No hay otro camino para la inserción competitiva de nuestra región en una economía internacional cada vez más globalizada, fuera del aprovechamiento inteligente de nuestras sinergias políticas y complementariedades geoeconómicas. Por eso, he defendido la construcción en América del Sur de un espacio económicamente integrado, socialmente solidario y políticamente democrático. Son esos mismos valores los que me llevaron a incluir también a América Central y el Caribe en este mi viaje. Sé que México está desarrollando un proyecto de integración con sus vecinos en la frontera sur, con énfasis en la construcción de una infraestructura física.

En nuestro continente, no necesitamos muros. Necesitamos carreteras, puentes, gasoductos y líneas de transmisión. La verdadera integración hace que circulen libremente no sólo mercancías y servicios, sino también personas e ideas.

Sin embargo, la asociación que estamos construyendo difícilmente prosperará en un ambiente internacional marcado por una globalización tan desigual y arbitraria. Algunos de los principales desafíos de la gobernanza mundial refuerzan la urgencia de respuestas colectivas que tengan legitimidad y eficacia. El hambre, el terrorismo, los desastres ambientales no escogen a sus víctimas y no respetan fronteras.

Al mismo tiempo, los nuevos y acelerados movimientos de los flujos de capitales, de comercio y de inversiones son prueba del surgimiento de nuevos polos dinámicos en el escenario internacional. Corresponde a México y a Brasil ocupar su espacio en ese proceso, al lado de las demás economías emergentes.

La comunidad internacional ve cada vez más a nuestros países como interlocutores fundamentales en un escenario global de creciente complejidad e incertidumbre. Estamos llamados a asumir responsabilidades para forjar nuevos consensos en torno a los temas prioritarios de la agenda internacional.

Nuestros países tienen mucho que decir y contribuir. Estamos decididos a intervenir en la conformación de nuevas reglas y procedimientos en el escenario internacional.

Defendemos —aun con diferencias de enfoque— una reforma de las Naciones Unidas, institución que necesita mayor legitimidad y eficacia. En el ámbito del G-20, estamos empeñados en la eliminación de los subsidios millonarios que impiden que el comercio sea una palanca del desarrollo, capaz de recompensar la creatividad y la competitividad de nuestra gente. En Haití, donde Brasil está al mando de la fuerza de estabilización integrada por muchos países latinoamericanos, México ha participado en programas de reconstrucción necesarios para lograr la verdadera paz en ese país.

Regreso a México con la esperanza de que estemos entrando en un nuevo momento de nuestras relaciones, capaz de imprimirles una mejor calidad. Relaciones que trascienden gobiernos y que se asientan en la voluntad común de nuestros pueblos de dar un nuevo rumbo a nuestro continente y a nuestras sociedades.

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