"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

sexta-feira, 22 de janeiro de 2010

Proposta de solução ou mais uma ameaça para pairar sob os Estados periféricos?

Protectorado de la ONU en Haití

Enrique Berruga Filloy
El Universal
Viernes 22 de enero de 2010

Haití tiene solución. Tan pesada y compleja como el tamaño de sus problemas, pero la tiene. Desde que se acuñó el concepto “Estados fallidos”, el país ha formado parte de la lista de naciones que simple y sencillamente no tienen viabilidad. Y no sólo eso, forma parte de los países que década tras década, lejos de avanzar, de progresar, muestran signos palpables de retroceso en cualquiera de los indicadores de desarrollo.

El terremoto ha puesto en evidencia la ineficacia total del gobierno y de las instituciones haitianas para realizar las tareas más elementales de salud, seguridad, distribución de víveres, asistencia policiaca o militar, y hasta de la recolección y sepultura de los cadáveres.

Ni siquiera han sido capaces de coordinar la ayuda internacional, ya que ha sido más bien el Ejército de Estados Unidos el que ha tomado el control de su aeropuerto y fijado normas para que la asistencia pueda canalizarse a la población. La desesperación, rapiña e insalubridad anticipan un escenario de mayor caos, grave inseguridad a manos de bandas armadas que nada tienen que perder y, por supuesto, una ola de enfermedades sin infraestructura hospitalaria.

El tsunami que azotó a Indonesia fue un siniestro más grave que el sismo de Haití. La zona devastada ocupó una extensión territorial más amplia, el número de víctimas fue mayor y, sobre todo, el acceso a los sitios afectados era mucho más complicado. Sin embargo, el Ejército y las autoridades indonesias estuvieron presentes, coordinaron la ayuda internacional y, lo más importante, tenían plan de emergencia y luego de reconstrucción. En Haití, todos estos elementos están ausentes. Por decir lo menos, el gobierno está pasmado, evidentemente rebasado.

¿Qué hacer entonces? En realidad, la única salida viable sería que Naciones Unidas tome el control de Haití, acompañada de una suerte de consejo de notables haitianos para que, juntos, rehagan, reconstruyan literalmente al país.

No sería una nueva Operación para el Mantenimiento de la Paz de la ONU (como la que ya venía funcionando), sino un esquema más ambicioso, en el que la comunidad internacional organizada tome el control para, primero, atender la emergencia humanitaria, sanitaria y de seguridad y, posteriormente, dote a Haití de instituciones, formas de organización y sistemas —fiscales, económicos, electorales, educativos— que permitan a ese país entrar al túnel para más tarde iniciar la tarea de buscar la luz al final de éste.

No es una función propia de la ONU sustituir gobiernos, mucho menos colocar en el poder a quien mejor le parezca. Pero tampoco las operaciones para el Mantenimiento de la Paz eran parte de las funciones originarias del organismo, ni siquiera aparecen nombradas en la Carta de San Francisco y, a pesar de ello y dada su utilidad, hoy existen 19 OMP en todo el mundo.

Haití sería un laboratorio razonablemente manejable para ensayar si la ONU es capaz de sacar del pozo a países que tienen independencia formal pero carecen en los hechos de capacidad y viabilidad para dejar de ser Estados fallidos.

Este esfuerzo debe realizarse en compañía de las mejores mentes y profesionistas de Haití, pues nadie mejor que ellos conoce la idiosincrasia y las condiciones del país. Pero ante la magnitud de la crisis y la posibilidad de que el caos se agudice cuando disminuya y se retire la ayuda humanitaria, la noción de una suerte de Protectorado de la ONU se antoja como la única salida duradera y la promesa de que esta reconstrucción pueda convertirse en práctica común y modelo de la nueva arquitectura internacional.

No faltarán puristas de la soberanía que se opongan al planteamiento, ni otros que teman que pueda dar pie a abusos para intentar una receta similar en Somalia o en Ruanda. Esto tendrá que verse caso por caso. Sin embargo, para los miles de haitianos hacinados en plazas y parques públicos de Puerto Príncipe, sin la menor esperanza y menos futuro, estas discusiones doctrinales no deben conmoverlos demasiado.

Miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47133.html

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