"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

domingo, 31 de janeiro de 2010

Para onde caminha a Rússia?

Enigma rusa

Jean Meyer
El Universal
Domingo 31 de enero de 2010

El general De Gaulle nunca habló de Unión Soviética sino Rusia. Dijo una vez que Rusia se chuparía el comunismo como el papel secante la tinta. Tenía razón. Su gran apoyo en la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, dijo que Rusia era un enigma envuelta en misterio perdido en la neblina. Y ahora, ¿qué pensar de Rusia, mejor dicho, su gobierno? No es fácil decir porque tiene dos cabezas, el presidente Dimitri Medvedev y el poderoso primer ministro Vladimir Putin, presidente en dos turnos y quizá presidente en 2012.

Los observadores extranjeros nos hemos equivocado muchas veces, desde el siglo XVII hasta la fecha, tanto en análisis como en predicciones. Rusia regresa en las relaciones de fuerza internacionales y eso es normal y positivo. Si Rusia no se hunde en el caos —algo muy improbable— o en el autoritarismo —algo amenazador— se puede volver un factor de equilibrio fundamental, una nación fuerte, si logra resolver su seria crisis demográfica; una nación que habría dejado de ser hegemónica y que no amenazaría a sus antiguos satélites de Europa oriental.

A su favor tiene una población con un nivel educativo de formación bastante alto y recursos naturales, especialmente energéticos, que le garantizan independencia absoluta; por lo mismo su balanza comercial es positiva. En una visión exageradamente optimista, un amigo de Rusia, como el de la pluma, podría inventar un guión en el cual Rusia se manifestaría como inmensa democracia de 150 millones de habitantes, puente entre Europa y China, contrapeso amistoso a Estados Unidos: el sueño del general De Gaulle que no había olvidado nunca la famosa “Amistad franco-rusa” de principios de siglo XX.

El mismo amigo de Rusia, en visión pesimista, se preocupa por el regreso oficial de Stalin en un libro de texto oficial. Para el Manual del maestro (2007), el terror fue “un instrumento pragmático de resolución de las tareas económicas” y Stalin un “gran dirigente racional” que “nos inspiró la fe en el pueblo, el trabajo y las hazañas”. La última frase está grabada en letras de oro en el metro de Moscú. Putin exaltó en su presidencia el orgullo de la era soviética y entendió que mucha gente apreciaba tal regreso. Acentuó la victoria de 1945, de modo que el culto renovado a Stalin se inscribe en glorificación de la URSS y la victoria contra Hitler.

Pero Putin no está solo. Medvedev, presentado muchas veces como la esperanza democrática de Rusia y futuro rival de Putin, creó en mayo de 2009 una comisión “contra las falsificaciones históricas en detrimento de los intereses de Rusia.” De los 28 miembros de la comisión, tres son historiadores. Por primera vez desde la perestroika, el Estado intenta retomar el control de la historia nacional. El departamento de Historia y Filología de la Academia de Ciencias pidió a todas las instituciones mandarle “la lista de fuentes, individuos y organizaciones susceptibles de difundir falsificaciones”. Sin comentario.

¿Es Medvedev un liberal reformista? El regreso de Stalin no es neosovietismo con terror revolucionario y lucha de clases burocráticamente dirigida, pero sí el regreso del hombre fuerte, del amo y eso no favorece la democracia. Algunos concluyen que los rusos no congenian con la democracia e invocan el viejo dicho “rasque tantito la piel del ruso y aparece el mongol”, denigrante tanto para el ruso como para el mongol.

¿Y Medvedev? Cuando tomó posesión en 2008 pronunció un largo discurso “reformista”, en el sentido liberal de la palabra. Incluía mayor participación ciudadana, un sistema jurídico de independencia de los tribunales, libertad de empresa y económica, y citaba al gran reformador admirado y temido por Lenin, Piotr Stolypin: “Lo que tenemos que hacer primero, es crear ciudadanos. La burocracia desconfía del ciudadano libre y de la libre actividad… las instituciones democráticas deben echar raíces en todos los grupos sociales”. ¡Caray! Y denunciaba la corrupción, la falta de respeto a derechos fundamentales, la colusión entre mafias y ciertos medios oficiales.

Catorce meses después no ha logrado su programa ni Rusia avanza hacia la democracia; sin embargo existe la variable Medvedev y no se vale decir que la excepcionalidad rusa consista en ser totalmente reacia a la democracia.

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47234.html

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