Opinión
La elección presidencial en Chile
La elección presidencial de este domingo 17 de enero en Chile tiene una gran significación no sólo para esa nación sudamericana, sino también para toda América Latina y el Caribe. Es que el reviraje político en la región hacia la centroderecha o la derecha democrática recibiría un fuerte impulso en el caso de que ganara la elección chilena el candidato opositor Sebastián Piñera y la perdiera el candidato oficialista Eduardo Frei, de la coalición de centroizquierda que gobierna el país desde hace veinte años.
Piñera ganó la primera vuelta de la elección presidencial, en diciembre pasado, con el 43 por ciento de los votos sobre el 29 por ciento del oficialista Frei. Sin embargo, el candidato radical de izquierda, Marco Enríquez-Ominami, recibió el 20 por ciento de la votación y su apoyo a Frei en la segunda vuelta de mañana podría decidir el resultado de la elección a favor del continuismo gubernamental.
Ninguna de las dos opciones políticas que se disputan el triunfo electoral pone en peligro el sistema democrático que se viene desarrollando y consolidando en Chile desde hace dos décadas. En realidad, la coalición de centroizquierda que gobierna hasta ahora ha demostrado su solvencia democrática y ha garantizado un sólido desarrollo económico neoliberal combinado con reformas sociales realistas.
La experiencia de Chile, igual o más que las de Brasil y Uruguay, ha comprobado que un gobierno de izquierda en América Latina y el Caribe no necesariamente tiene que ser autoritario y antidemocrático, ni destruir la economía de mercado para justificar las reformas sociales. Es más, los gobernantes de izquierda autoritaria que avasallan las libertades y derechos democráticos y destruyen la economía de libre mercado no resuelven, sino que agravan los problemas económicos y las calamidades sociales, aparte de que esclavizan a los pueblos que tienen la desgracia de caer bajo su dominación.
Por su parte, en términos generales la derecha es ahora una fuerza política moderada y auténticamente democrática, que puede convivir normalmente con la izquierda y alternarse con ella en el gobierno; siempre y cuando que, como ocurre en Chile, la izquierda sea genuinamente democrática y respetuosa de la libertad individual y de la economía de libre mercado, que es la única que garantiza el crecimiento económico y la creación de la riqueza que se necesita para asegurar la prosperidad individual y social.
La floreciente economía capitalista chilena, cuyas bases fueron establecidas durante la dictadura militar y los gobiernos de centroizquierda la han preservado para aprovechar al máximo sus oportunidades, le ha permitido a Chile alcanzar un ingreso per cápita de más de 14 mil dólares anuales. O sea que Chile prácticamente ha salido del subdesarrollo y se está convirtiendo en país de primer mundo, gracias a la libertad, la democracia y la economía de libre mercado.
Pero la democracia no significa sólo que haya gobiernos democráticos y económicamente exitosos. También presupone la alternancia en el ejercicio del poder. Por la propia naturaleza humana la gente se cansa de tener en el gobierno, durante demasiado tiempo, a los mismos partidos y personas, que con el tiempo y de manera inevitable terminan anquilosándose, si no es que se corrompen al acostumbrarse a mandar y disponer de los presupuestos públicos. Los ciudadanos quieren y necesitan gente nueva en el poder, personas con ideas renovadas y espíritu de innovación, con metas avanzadas y horizontes más amplios. Y si tanto la izquierda como la derecha son igualmente democráticas y respetuosas de la libertad, entonces no debe de haber ningún problema para cambiar un gobierno de izquierda por otro de derecha, o al revés.
Nicaragua comenzará a salir de la postración el día en que el que gobierne, sea de derecha o de izquierda, respete la voluntad del pueblo y el derecho y la libertad de todos los ciudadanos, cuando el gobernante no utilice el poder para excluir ni reprimir a sus adversarios y opositores, ni diga, como dice Tomás Borge, que hará todo lo que haya que hacer y pagará el precio que sea con tal de no entregar el poder.
Algún día no muy lejano Nicaragua será como Chile. Y esa perspectiva se acercará si la derecha democrática chilena gana la elección presidencial de mañana, porque impulsaría con más fuerza la genuina democratización latinoamericana y la derrota de los autoritarismos y extremismos de izquierda, como el que desgobierna Nicaragua actualmente.
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