21.01.2010Clarín.comOpinión
Wall Street salió a flote, pero la gente común, no
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El rescate del mundo financiero no derramó beneficios sobre el que habitan los trabajadores y las pymes. No hay por qué esperar un 2010 mejor, si se vive de la economía real.
Por: Robert Reich
En septiembre de 2008, cuando lo peor de la crisis financiera se abatía sobre Wall Street, George W. Bush lanzó una advertencia: "Estos estúpidos podrían hundirse". Por esa misma época, mientras el Congreso estudiaba un proyecto de ley de rescate, el senador Judd Gregg de New Hampshire, principal negociador republicano del proyecto, previno que "si no lo hacemos, el trauma, el caos y la perturbación de la vida cotidiana de los estadounidenses serán abrumadores, y ese es un precio que no podemos arriesgarnos a pagar".
En menos de un año, Wall Street había resurgido. Hoy, los cinco mayores bancos que quedaron son aún más grandes, sus ejecutivos y operadores son más ricos y sus estrategias para realizar fuertes apuestas con el dinero de otros no son menos audaces que antes de la debacle. La posibilidad de que emanen del Congreso nuevas leyes apenas ha inhibido la exuberancia de Wall Street.
Pero si bien Wall Street está otra vez en la cumbre, la vida diaria de muchos estadounidenses sigue sumida en traumas, caos y perturbaciones abrumadores.
Es habitual entre los funcionarios creer no sólo que la salud financiera de Wall Street es una condición previa para que la economía real sea próspera sino también que, cuando la primera se enriquece, la segunda necesariamente también lo hace. Pocas ficciones de la vida económica moderna son defendidas más asiduamente que la importancia fundamental de Wall Street para el bienestar del resto del país, como se demostró en 2009.
Los habitantes de la economía real dependen de la economía financiera para pedir préstamos. Pero su enorme dependencia de Wall Street es un fenómeno relativamente reciente. En la época en que los estadounidenses de clase media ganaban lo suficiente para ahorrar un porcentaje mayor de sus ingresos, se pedían dinero prestado unos a otros, sobre todo a través de los bancos locales y regionales. También lo hacían las pequeñas empresas.
Es fácil entender que a los funcionarios responsables de las políticas económicas los seduzcan los grandes flujos de riqueza creados por los operadores de Wall Street, a quienes invariablemente recurren en busca de consejo. Uno de los supuestos básicos del capitalismo es que todo aquel que cobra enormes sumas de dinero debe ser muy inteligente.
Pero si 2009 demostró algo es que el rescate de Wall Street no derramó sus beneficios sobre Main Street, el mundo que habitan los trabajadores y las pequeñas empresas. El número de hipotecas impagas sigue creciendo. Las pequeñas empresas no consiguen crédito. Y las personas de todo el país al parecer tienen miedo de perder su empleo.
Wall Street es el único lugar donde fluye el dinero y suben los salarios. Los altos ejecutivos y los operadores de Wall Street pronto se repartirán 25.000 millones de dólares en bonificaciones anuales (pese a la decisión de Goldman Sachs, tomada por una cuestión de relaciones públicas, de postergar la bonificación de sus treinta principales directivos).
Para empezar, el ámbito donde realmente se produjo el problema no fue la economía financiera, y el rescate de Wall Street fue una atracción secundaria. El verdadero problema ocurrió en Main Street. Antes de la crisis, gran parte de Estados Unidos había incurrido en deudas insostenibles porque no tenía otro modo de mantener su estándar de vida. Ello se debió a que durante muchos años todas las ganancias producidas por el crecimiento económico fueron a manos de un número relativamente pequeño de personas de altos ingresos.
El presidente Obama y su equipo económico les han dicho a los estadounidenses que tendremos que ahorrar más, gastar menos y pedir menos préstamos al resto del mundo, en especial a China. Esto es necesario, dicen, para "reequilibrar" los flujos financieros globales. China ha ahorrado demasiado y consumido demasiado poco, mientras que nosotros hemos hecho lo contrario.
En realidad, la mayoría de los estadounidenses no gastaron demasiado en los últimos años proporcionalmente al tamaño creciente del conjunto de la economía estadounidense. Gastaron demasiado sólo en relación al porcentaje cada vez más chico que recibían de sus ganancias. Si su porcentaje se hubiese mantenido -si las personas que ocupaban los puestos más altos de las empresas estadounidenses, los bancos de Wall Street y los fondos de riesgo no hubiesen tomado un porcentaje desproporcionado-, la mayoría de los estadounidenses no habría sentido la necesidad de pedir tantos préstamos.
El año 2009 será recordado como aquel en que Main Street recibió un duro golpe. No espere que 2010 sea mucho mejor, si usted vive en la economía real. El gobierno les dice a los estadounidenses que el empleo volverá en 2010 y que habrá una recuperación. Espero que tenga razón. Pero lo dudo.
Demasiados estadounidenses han perdido su trabajo, sus ingresos, su casa y sus ahorros. Eso significa que la mayoría de nosotros no tendremos el poder adquisitivo necesario para comprar todos los bienes y servicios que la economía es capaz de producir. Y sin suficiente demanda, la economía no puede salir del estancamiento.
Mientras el ingreso y la riqueza sigan concentrándose en la punta de la pirámide y la gran brecha entre los que tienen más y los que tienen menos en los Estados Unidos continúe ensanchándose, la Gran Recesión no terminará, al menos no en la economía real.
Copyright Clarín y Los Angeles Times, 2010. Traducción de Elisa Carnelli.
http://www.clarin.com/diario/2010/01/21/opinion/o-02124068.htm
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