Diez años de Putin
Jean Meyer
El Universal
Domingo 30 de agosto de 2009
Hace 10 años que Vladimir Putin es el hombre fuerte de Rusia; hace 20 años que el bloque comunista empezó a desmoronarse con la victoria electoral de Solidaridad en Polonia, la apertura de la frontera húngara, el éxodo de los vacacionistas alemanes orientales. Faltaban dos meses para la caída del muro de Berlín y dos años para la desaparición sin violencia de la Unión Soviética.
Modelo por seguir a la hora de la implosión de la URSS, el modelo occidental ha perdido todo atractivo para los dirigentes rusos y, posiblemente, para la mayoría de los rusos que guardan toda su confianza a Putin, ayer presidente, hoy poderoso primer ministro, mañana… ¿presidente de nuevo, como nuestro don Porfirio?
Como presidente, en su informe anual, Putin declaró una vez que la desaparición de la URSS había sido la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Toda su energía, que es grande, ha sido dedicada a devolver a los rusos su orgullo nacional y a Rusia su estatuto de gran potencia, sobre la base del rescate de la economía y de la reconstrucción de un poder central que había desaparecido durante los dos mandatos presidenciales de Boris Yeltsin. Mucho se logró pero, en camino, la transición a la democracia, exitosa en varias de las antiguas “democracias populares” de Europa oriental, se perdió. Según la muy seria empresa de sondeos Levada, 60% de los rusos no quiere saber nada del modelo occidental y 71% no se siente europeo. Hace 20 años era todo lo contrario.
Pero, ¿qué nos dice Mijaíl Gorbachov, el último dirigente comunista de la URSS, el hombre que permitió la caída del muro? El héroe de la perestroika está atrapado entre su sincera conversión a la democracia sin adjetivos y su respeto por lo positivo de la obra de Putin. La mayoría de las veces lo alaba, pero también lo critica cuando las violaciones de los derechos del hombre son evidentes.
En una conferencia de prensa, hace poco, se lamentaba en estos términos: “Los últimos 20 años han sido echados a perder y es una incomprensión total la que reina entre Occidente y Rusia”. No acepta que señalemos a su país como “un país agresor, imperialista. ¡Es absurdo! Rusia no busca la confrontación, quiere que la traten sobre un plan de igualdad, pero ustedes no lo entienden”.
No busca la confrontación, pero persigue con tenacidad la toma de control de toda la antigua URSS y de su baluarte de Europa oriental; castiga rudamente, en cada oportunidad, a países como Ucrania o Georgia, que no se dejan; presionan a los demás, emplea brutalmente, cuando lo estima necesario, el arma energética contra toda Europa, empezando por los dos países citados. Más aún que el gas y el petróleo, el territorio es el recurso número uno, según los estrategas encabezados por Putin.
Para los incrédulos, ahí está la “guerra de los cinco días” que en agosto de 2009 vio a la gran Rusia derrotar a la minúscula Georgia y tomarse como trofeos las republiquetas teóricamente georgianas de Abjasia y Osetia del Sur: ya instaló en estos lugares bases militares para 99 años.
Esa guerra fue la primera revancha tomada después de la humillación que representa la caída de la URSS; si mañana la alianza militar y energética con la Venezuela de Hugo Chávez se concreta, la armada rusa podrá tener una presencia permanente en el Caribe.
Las ambigüedades de la diplomacia rusa en Irak, Irán, Siria, etcétera, su regreso en la Nicaragua de los Ortega, su entrada en la Bolivia de Evo Morales, todo obedece a “la idea dominante de que Occidente quiere poner a Rusia de rodillas. Existe un sentimiento de miedo frente al mundo occidental. Los viejos clichés soviéticos, la Rusia fortaleza, la Rusia sitiada por enemigos mortales han resurgido”, nos explica Lev Gudkov, el director del instituto Levada.
Por lo mismo Stalin ha regresado como “el dirigente más eficiente de la historia”, como dice el último libro de texto, encargado por Putin: su rehabilitación es un hecho. Lo único que se concede es que era un poco rudo, pero que su rudeza misma permitió que la URSS triunfara en la Segunda Guerra Mundial y salvara al mundo del fascismo. Fue un gran patriota que devolvió a Rusia la grandeza imperial perdida al final de la Primera Guerra Mundial.
Por desgracia, el mes de agosto 2009 ha sido nefasto: en Chechenia y en todo el Cáucaso la violencia redobla, atentados terroristas, guerrilla, asesinatos sistemáticos de los defensores de los derechos del hombre. Pero como dijo Ernest Renan: “Detengamos nuestras maldiciones. Hay momentos en que la terrible realidad es la imprecación más cruel”.
Um comentário:
La desintegracion de Rusia fue una
catastrofe, Yelsin alcolatra ajudo
a esta desintegracion,junto con Gorwachoft,
Volver a unir todas estas pequenas
republicas,es una tarea jigantesca
pues grandes naciones investen grandes fortunas para impedir esta realizacion,Georgia y Ucrania es la muestra de las garras del gran pais capitalista USA que impede esta tal realizacion
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