"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

domingo, 30 de agosto de 2009

Excelente artigo sobre Estados, nações, nacionalismo e pequenos Estados

Soberanías ficticias

by Robert Skidelsky

LONDRES – Hace un año, la pequeña Georgia intentó recuperar el control de su enclave secedido de Osetia del Sur. Los rusos expulsaron rápidamente al ejército georgiano, con la condena casi general de Occidente. Osetia del Sur, junto con Abjasia (con un población combinada de 300.000 personas) declaró prontamente su "independencia", creando dos nuevas soberanías ficticias, y adquiriendo en el proceso toda la parafernalia oficial de los estados: héroes nacionales, coloridos uniformes, himnos, banderas, puestos fronterizos, fuerzas militares, presidentes, parlamentos y, lo más importante, nuevas oportunidades para el contrabando y la corrupción.

Hasta ahora, sólo Rusia y Nicaragua reconocen la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. El reconocimiento ruso se considera en general una represalia por el reconocimiento de Kosovo (con una población de 2 millones), la provincia secesionista de Serbia, por parte de los países occidentales el año pasado.

A mil millas al oeste de Georgia se encuentra Moldavia (con una población de 3,5 millones), entre Rumania y Ucrania. Anexionada por la Rusia zarista en 1812, pasó a formar parte de Rumania en 1918, sólo para volver a sufrir la anexión por la Unión Soviética en 1940. En 1991 logró independizarse de Moscú. Es miembro de las Naciones Unidas, del Consejo de Europa, en la Organización Mundial de Comercio, de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, y varios otros prestigiosos organismos internacionales.

El principal orgullo histórico de Moldavia es el Rey Esteban el Grande, que derrotó a los otomanos en una gran batalla del siglo XV. Además, produce bastante buen vino. Un recuerdo perdurable de mi propia visita a su capital, Chisinau, es el póster electoral de un político local llamado Lupu, que sostiene que sus ojos un par de gafas... no está claro si para sugerir visiones o sabiduría.

Para llegar a Moldavia desde Odesa (que se encuentra en la actual Ucrania) hay que conducir a través de la autoproclamada "República" de Transdniestria (población: 700.000 personas), una franja de tierra en la orilla norte del río Dniéster. Un montón de edificios con las fachadas descascaradas, alambre de púas oxidado y un sucio lavatorio marcan el comienzo de la soberanía transdniestriana.

Para poder pasar por este puesto fronterizo escuálido, pero bien dotado de personal, es necesario timbrar montones de documentos y ser generoso en la repartición de sobornos, proceso que se repite al abandonar la "república". Una nebulosa compañía con tintes mafiosos, Sheriff, es propietaria de la mayor parte de la economía. Se dice que tiene estrechos vínculos con el Presidente y su familia. Ha construido un estadio de fútbol gigante en la capital, Tiraspol, que parece ser cierto tipo de símbolo de la virilidad transdniestriana. No reconocida por el resto del mundo, la "independencia" de este trozo de tierra está protegida por una guarnición rusa

La población mundial es de cerca de 6000 millones de personas. Supongamos que estuviera dividida en unidades políticas independientes de 2 millones de personas cada una. Esto significaría 3000 micro estados, cada uno rechazando aceptar toda soberanía superior a la suya. Por supuesto, sería una receta para la anarquía global.

Sin embargo, la tendencia a lo largo del último siglo ha sido hacia un continuo aumento de la cantidad de pequeños estados, principalmente debido a revueltas nacionalistas contra imperios multinacionales: el último arranque de creación de estados ocurrió tras la desintegración de la Unión Soviética. Incluso estados de larga data, como el Reino Unido, tienen hoy fuertes movimientos separatistas. En su vida política, el mundo ha estado sufriendo una regresión hacia una forma de tribalismo, a pesar de que su vida económica se ha globalizado cada vez más.

La ecuación de estado con nación es la gran herejía de nuestro tiempo. Básicamente, una "nación" es una entidad de raíces etnolingüísticas y ocasionalmente religiosas y, puesto que la cultura se transmite a través del idioma y la liturgia, cada nación tendrá su propia historia cultural particular, de la que se puede hacer uso y abuso, y que está sujeta a fantasías y descubrimientos.

Por otra parte, el estado es una construcción política, diseñada para mantener la paz en un territorio económicamente viable. Hay sencillamente demasiadas "naciones", reales o potenciales, para formar la base de un sistema mundial de estados, y una razón no menor es que muchos de ellos, tras siglos de interacción interna, ya no se pueden desmembrar.

Nunca será posible hacer que los micro estados sean lo suficientemente pequeños como para satisfacer los exaltados estándares de integridad cultural que sus promotores. De manera que la desintegración de los estados multinacionales es un falso camino. La manera de avanzar radica en formas democráticas de federalismo, que puedan preservar suficiente autoridad central para los fines del estado, al tiempo que respetan las culturas locales y regionales.

El auge actual de micronacionalismo no es sólo una consecuencia de una rebelión contra los imperios: es también una rebelión contra la globalización. Hay una resistencia generalizada a la idea de que la función principal de los estados modernos sea insertar a sus pueblos en un mercado global dominado por los imperativos de la eficiencia y el bajo costo, sin considerar los daños a las actividades no económicas. Este sentimiento se fortalece cuando la economía global resulta ser un casino global. Afirmar los elementos nacionales es una manera de combatir fuerzas impersonales y autoridades remotas.

La globalización promete demasiado en términos de aumento del bienestar, particularmente para los países en desarrollo, como para ser abandonada. Sin embargo, la lección de la crisis actual es que tendremos que desarrollar estilos de gobierno económico global para gestionar, regular y mitigar las fuerzas creativas, pero a menudo perturbadoras, desatadas por el mercado global. Ante la ausencia de un gobierno mundial real, esto sólo se puede lograr a través de la cooperación entre los estados. Mientras menos estados "soberanos" haya, más fácil será asegurar la cooperación necesaria.

El acuerdo de Bretton Woods de 1944, que sentó las bases institucionales de la economía tras la Segunda Guerra Mundial, fue posible porque Estados Unidos y Gran Bretaña tenían la última palabra. Cuando surgieron objeciones al hecho de que Cuba formara parte del comité encargado de proponer el borrador, Harry Dexter White, el representante estadounidense, dijo que la función de Cuba era proveer los cigarros.

Ya no es posible una actitud así de arrogante ante las exigencias de las potencias menores de ser escuchadas, pero todo esto significa que las fachadas tendrán que ser más sutiles y las ficciones, más elaboradas. Siempre y cuando no nos engañemos a nosotros mismos sobre dónde está el poder real, dejemos que los presidentes y los parlamentos jueguen a la pompa y a la circunstancia, si eso les hace sentir bien.

Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de Economía Política en la Universidad Warwick, autor de una galardonada biografía del economista John Maynard Keynes y miembro de la junta directiva de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú.

http://www.project-syndicate.org/commentary/skidelsky20/Spanish

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