"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

domingo, 29 de março de 2009

“Las consecuencias de 1989 terminaron siendo menos duraderas que lo que habían supuesto muchos observadores, entre quienes me incluyo”

¿1929 o 1989?

by Dominique Moisi

PARÍS – A medida que la crisis económica se profundiza y amplía, el mundo busca analogías históricas como ayuda para comprender lo que ha ocurrido. Al comienzo de la crisis, muchos la compararon con 1982 o 1973, lo que resultaba reconfortante, ya que ambas fechas marcan recesiones cíclicas clásicas.

Hoy los ánimos son muchos más sombríos, y están comenzando a abundar las referencias a 1929 y 1931, a pesar de que algunos gobiernos siguen comportándose como si la crisis fuera más clásica que excepcional. La tendencia es ser excesivamente parcos (Europa) o a difundir ampliamente las medidas que se adoptan (Estados Unidos). Europa está siendo cautelosa para evitar el endeudamiento y defender el euro, mientras EE. UU. ha tomado medidas en varios frentes para no desperdiciar una oportunidad ideal de implementar reformas estructurales que se necesitan con urgencia.

Para los geoestrategas, sin embargo, el año que viene a la mente de manera natural, tanto en lo político como en lo económico, es 1989. Por supuesto, la caída de Lehman Brothers no tiene nada que ver con la del Muro de Berlín. De hecho, en la superficie parece ser su perfecta antítesis: el colapso de un muro que simbolizaba la opresión y las divisiones artificiales, frente al colapso de una institución reconfortante y aparentemente indestructible del capitalismo financiero.

No obstante, al igual que 1989, los años 2008 y 2009 bien pueden corresponder a un cambio de época, cuyas consecuencias se han de sentir durante décadas. El fin de la división ideológica entre Este y Oeste y el fin de la fe absoluta en los mercados son puntos de inflexión históricos. Y lo que ocurra en 2009 pondrá en riesgo algunos de los aspectos positivos de 1989, como la reunificación pacífica de Europa y el triunfo de los principios democráticos por sobre tendencias nacionalistas, si es que no xenófobas.

En 1989, la democracia liberal triunfó sobre la ideología socialista encarnada y promovida por el bloque soviético. Para muchos de sus partidarios, el Presidente Ronald Reagan fue quien, mediante su deliberada escalada en la carrera armamentista, llevó a la economía soviética al límite, demostrando así la superioridad de las sociedades liberales y el libre mercado.

Por supuesto, hay diferencias evidentes entre 1989 y la actualidad. En primer lugar, y quizás por sobre todo, las revoluciones de 1989 y el colapso subsiguiente de la Unión Soviética pusieron fin a la bipolaridad global. En contraste, es probable que el año 2009 allane el camino a una nueva forma de bipolaridad en la que China sustituya a la Unión Soviética.

En segundo lugar, si bien la democracia y el capitalismo de mercado parecían ser los claros vencedores -aunque más frágiles de lo esperado- en 1989, con la propagación de la crisis global en 2009 es difícil distinguir ganadores de perdedores. Todo parecen ser perdedores, auque algunos luzcan más afectados que otros.

No obstante, la historia es injusta, y Estados Unidos, a pesar de su mayor responsabilidad por la crisis global de la actualidad, puede salir del lío más fortalecido que la mayoría de los países. Como profesor visitante de Harvard y el MIT, estoy teniendo una buena idea preliminar de cómo podría verse el mundo una vez que se supere la crisis.

Uno siente algo como la creación de un universo dominado por estadounidenses y asiáticos. Desde los increíbles laboratorios de medios del MIT a los departamentos de matemáticas y economía de Harvard, los asiáticos (chinos e indios en particular) están en todos lados, como los romanos en Atenas en el primer siglo antes de Cristo: llenos de admiración por aquellos de quienes están aprendiendo tanto y a quienes podrían superar en las décadas que se avecinan.

Sin embargo, antes de que aparezca este nuevo orden, puede que el mundo se enfrente a un desorden cada vez más profundo, si es que no directamente a un caos. Por ejemplo, ¿qué le ocurrirá a un país tan central y vulnerable como Egipto cuando cientos de miles de egipcios que trabajan en el Golfo se vean obligados a volver a su patria cono resultado de la crisis en los países productores de petróleo? Cuando los ricos se vuelven menos ricos, los pobres se empobrecen más aún. ¿Y qué pasará con los trabajadores extranjeros que han llegado al "sueño europeo" y hoy se ven frente a potenciales explosiones de xenofobia en los supuestamente abiertos países de Europa?

Las consecuencias de 1989 terminaron siendo menos duraderas que lo que habían supuesto muchos observadores, entre quienes me incluyo. Sólo nos cabe esperar que, a fin de cuentas y de manera similar, las consecuencias de 2009 terminen siendo menos dolorosas que el modo como nuestra intuición y nuestros reflejos históricos nos hacen sentirlas hoy.

Dominique Moisi es profesor visitante de la Universidad de Harvard y autor de The Geopolitics of Emotions.

http://www.project-syndicate.org/commentary/moisi40/Spanish

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