"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

domingo, 16 de dezembro de 2007

Putin poderia ser De Gaulle, mas a Rússia não é a França

Já citei no blog os Thundercats. Então, a diferença entre a França e a Rússia é que os antigos espíritos do mal não podem transformar a França em nada além que ela já. Ao contrário, os antigos espíritos do mal podem seduzir a Rússia com sonhos de poder e grandeza, porque ela pode ter o poder e ser grande. A Rússia pode alcançar o poder que não dá vida eterna aos Estados, mas que permite dominar o mundo.

Mas que o Skidelsky é culto, isso é.

 

¿Vladimir de Gaulle?

by Robert Skidelsky

MOSCÚ – La mayor desilusión de la era poscomunista ha sido la incapacidad de Occidente –de Europa en particular—de construir una relación exitosa con Rusia. La mayoría de los encargados del diseño de políticas y de los expertos esperaban que, después de un período de transición inevitablemente problemático, Rusia establecería una asociación estratégica y económica con Estados Unidos y Europa basada en intereses y valores compartidos. El ritmo del cambio puede ser incierto, pero su dirección no lo es. El enorme triunfo electoral de Vladimir Putin en las elecciones de la Duma de esta semana ha desmentido esa idea.

Actualmente, los intereses compartidos se han reducido y los valores se han apartado. La Rusia renaciente es la mayor potencia revisionista del mundo y rechaza un status quo basado en la idea de la victoria de Occidente en la Guerra Fría. Las armas nucleares y la energía, que la caracterizan como superpotencia, hacen de ella un posible líder de todas las potencias menores que están a disgusto con su posición en el mundo. Un posible eje Rusia-China basado en la resistencia a la hegemonía estadounidense lleva las semillas de una nueva bipolaridad.

Las expectativas occidentales sobre la trayectoria de la Rusia poscomunista se basaban en tres supuestos que resultaron ser erróneos. En primer lugar, la mayoría de la élite rusa rechazó la idea de que la pérdida del imperio era irreversible. En segundo lugar, el unilateralismo de la administración Bush destrozó la creencia de que Estados Unidos podía seguir proporcionando al mundo un liderazgo “multilateral”; en efecto, el unilateralismo estadounidense fue la señal para que Rusia emprendiera su propia política unilateral. En tercer lugar, Rusia no se ha integrado económicamente con Occidente, sobre todo con Europa, como se esperaba.

¿Qué sucede cuando la atracción ejercida por la historia imperial de un país choca con los límites de su posición internacional actual? ¿Tratará de debilitar las cadenas o se adaptará a ellas? La primera opción puede significar un conflicto internacional, y la segunda, un conflicto interno.

Creo que el intento del Kremlin del Presidente Putin de imponer un “imperio liberal” o una “democracia soberana” a los Estados postsoviéticos fracasará. Por supuesto, Rusia ejercerá una poderosa influencia sobre los territorios ex soviéticos, pero tendrá que compartir esa influencia con otros. Rusia tiene muy poco que ofrecer para obtener el dominio exclusivo.

La Unión Europea, Estados Unidos y China le ofrecen a las ex repúblicas soviética oportunidades de “equilibrio” frente a Rusia. Naturalmente, no es muy difícil imaginar la reincorporación voluntaria de las poblaciones de etnia rusa establecidas en Belarús, Ucrania oriental y el norte de Kazajstán a la Federación de Rusia –pero únicamente en un contexto en el que Rusia se convierta en un verdadero líder regional a la par con la UE. En forma alternativa (o coincidente) Rusia podría descubrir un nuevo centro de gravedad empresarial en Asia central y oriental, aunque esto difícilmente sería el “imperio liberal” que alguna vez imaginara Anatoli Chubais, ya que estaría basado en la atracción mutua de los autócratas.

Rusia tampoco transformará su sistema económico siguiendo las líneas angloamericanas: Además de su incapacidad para hacerlo, lo rusos están plenamente conscientes de las fallas del modelo angloamericano. Podríamos ver algo intermedio entre el capitalismo europeo (al estilo Sarkozy) y un modelo autoritario proteccionista con énfasis en la política industrial. Este es el tipo de elección de civilización que los países soberanos tienen derecho de hacer por sí mismos.

Los imperativos territoriales y económicos del imperio seguirán dificultando el desarrollo de un sistema político que sea conforme con las normas occidentales en Rusia. La clase media crecerá, pero no hay garantías de que vaya a ser “liberal” en el sentido occidental. Así pues, es probable que el sistema político ruso siga siendo autocrático con una apariencia democrática en el futuro previsible. Si bien esto es desalentador, es mejor que todo lo que ha experimentado Rusia salvo por períodos breves.

Es difícil imaginar que Rusia ofrezca al mundo un nuevo tipo de universalismo, como lo hizo alguna vez con el comunismo. La veta de mesianismo político ruso está prácticamente agotada. Sin embargo, Rusia podría desarrollar, a partir de sus propios recursos espirituales y culturales, una alternativa atractiva frente a los modelos estadounidense y europeo, siempre que alcance el éxito económico a largo plazo.

Si Rusia fracasa en su intento de convertirse en un centro de poder independiente capaz de rivalizar con Estados Unidos (y en el futuro con China), ¿qué papel desempeñará? Una analogía sugestiva es la de Francia durante el largo período de la hegemonía angloamericana. A grandes rasgos, Francia ha sido el “ socio incómodo” del club angloamericano –un papel que desempeñó hasta orquestar la oposición a la Guerra de Iraq en 2003.

En el siglo XX, Francia ayudó en dos ocasiones –en 1931 y en 1969-1970-- a derribar el sistema monetario mundial. Charles de Gaulle sacó a Francia de la alianza militar de la OTAN en 1966. Francia, de manera única en Europa occidental, construyó su propia capacidad de disuasión nuclear y ha sido el campeón de la creación de la capacidad militar europea por fuera de la OTAN. Sin desafiar explícitamente el liderazgo de Estados Unidos, Francia trató de crear su propia “Ostpolitik” con Rusia, y de utilizar su eje con Alemania para establecer una posición europea en política exterior.

Los franceses son quienes más han insistido en que Europa tiene intereses que no son idénticos a los de Estados Unidos –especialmente en Medio Oriente, donde Francia ha sido proárabe. Y, al igual que de Gaulle, Putin ha tratado de rescatar a su país de la humillación y la derrota labrando un papel que estuviera en consonancia con los sentimientos populares de misión y orgullo nacionales, con el interés nacional interpretado como “soberanía”.

El sueño gaullista de crear un centro de poder independiente nunca se realizó, pero el papel de “socio incómodo” le ha dado un sabor distintivo a la diplomacia francesa y podría ser igual de viable para una Rusia disminuida, orgullosa pero que ya no es hegemónica. Ser el “socio incómodo” podría ofrecerle a Rusia su mejor esperanza de conciliar su anhelo de independencia con las realidades del mundo moderno.

Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de economía política en la Universidad de Warwick, autor de una biografía del economista John Maynard Keynes que ha sido premiada y miembro de la junta directiva de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú.

 

http://www.project-syndicate.org/commentary/skidelsky2/Spanish

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