"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

sábado, 3 de abril de 2010

Terrorismo na Rússia

03.04.2010Clarín.comOpinión

Rusia: el terrorismo como causa y como consecuencia

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Los atentados suicidas ocurridos en Moscú y Daguestán no pueden entenderse sin recordar también la represión y situación social en la que viven varios estados caucásicos.

Por: Marcelo Cantelmi

El terrorismo es una combinación de estupidez y brutalidad, lo que podría justificar cierta resignación. Pero poco convendría simplificar caracterizando con tales condiciones a quienes cometen esos actos, ni perder de vista que la generación de este fenómeno puede ser cualquier cosa, menos espontánea.
Una tendencia generalizada, de buena prensa y corrección política, hunde como una otredad siniestra y no mucho más que eso a quienes, aferrados a un ideal religioso extremista se detonan en sitios públicos, como acaba de suceder en Moscú y en Daguestán, o con mayor frecuencia en Oriente Medio y ocurre casi a diario en Irak y no sólo en esos sitios. No está mal el repudio, sólo que detrás de esta tremenda deformación política del uso de la muerte, suelen estar los terroristas pero, también, quienes desde el poder generan las condiciones para que el fenómeno se reproduzca.
Esta elaboración no se plantea como una cuestión principista. El punto es un poco más complejo. Advertir que el terrorismo es consecuencia y no causa implica disolver y no incentivar las contradicciones sociales, económicas y políticas que lo hacen posible. El callejón de Oriente Medio es un ejemplo rotundo de esa certeza. Dentro de esta idea, el ataque de la guerrilla ultraislámica separatista chechena en los subtes moscovitas, se asemeja a una cebolla en la que cada capa muestra otra debajo pero muy diferente de la anterior.
Las dos muchachas suicidas formaban parte de un grupo fanático autodenominado "Emirato del Cáucaso", que representa no sólo la furia de la martirizada Chechenia sino de las provincias vecinas de Ingushetia y Daguestán. Estos grupos separatistas demolidos por igual por Stalín como por Boris Yeltsin, pero muy especialmente con la irrupción de Vladimir Putin, transcurrieron como en el caso de muchos países árabes, de la lucha política por la independencia y con valores laicos y nacionales a un explosivo fanatismo religioso. Esa mutación tiene una explicación inicial: si se cancela el futuro de la población tanto por la vía de la represión, la segregación o con una distribución del ingreso que amplia el tamaño de las masas desesperadas, se afianzan salidas mágicas que justifican el sacrificio para romper la estructura.
En las dos guerras que Moscú libró con clave de matanza en el Cáucaso, la primera entre 1994 y 1996 y la segunda desde el 99, Chechenia fue virtualmente desintegrada con su población dentro. En 2003 la ONU declaró pasmada que Grozni, la capital de esa provincia separatista, era "la ciudad con el mayor nivel de destrucción sobre la Tierra". El escritor catalán Juan Goytisolo, furibundo crítico de Putin , recordó recientemente la denuncia de la corresponsal de Le Monde en Moscú, Sophie Shihab quien describió las torturas llevadas a cabo por los cosacos a presuntos bandidos caucásicos "con todas las costillas rotas y dedos y orejas cortados". Son los métodos que, con los guiños del Kremlin, aplica el hombre fuerte checheno Ramzan Kadirov, un carnicero que no se hubiera aburrido en el living de Saddam Hussein.
La demanda que acaba de plantear el presidente Dmitri Medvedev a las fuerzas de seguridad, y al propio Kadirov, para que apliquen medidas "crueles" contra el terrorismo, puede entenderse como una forma de reflejar la furia del ruso de a pie, pero suena a burla frente a aquellos antecedentes. El ataque en Moscú y luego en Daguestán sobrevino como venganza a una operación supuestamente antiterrorista en Ingushetia en febrero que dejó bajas civiles y horrores premeditados: cuatro de las víctimas eran campesinos, que según el gobierno pro ruso local, murieron accidentalmente, pero los cuerpos fueron hallados acribillados y apuñalados.
La guerra en el Cáucaso siempre tuvo una ventaja para el gobierno moscovita, no hay cámaras, nadie ve lo que sucede. Organizaciones como Memorial han difundido parte de esos horrores pero al costo del asesinato de sus activistas como Natalia Estemirova, crimen del cual esta ONG fundada por Andrei Sajarov culpó sin dudar a Kadirov. La represión no es lo único que asfixia a los estados independentistas. La situación social es un flagelo con picos de hasta 50% de desocupación. Toda la región figura al tope como la más pobre de la gigantesca Rusia.
El golpe terrorista ha tenido múltiples efectos como capas de aquella cebolla. Por un lado los rusos capitalinos que desde el último ataque suicida a un subte moscovita hace seis años, habían olvidado esta amenaza, despertaron a una realidad que siempre estuvo pero que los canales de televisión, la principal fuente de información de la población, no informaban como tampoco reportaron inmediatamente sobre los atentados. Putin puede ser el ideal de muchos gobernantes alrededor del mundo peleados con la prensa. Desde que llegó al poder de esta democracia autoritaria, no hay canales privados en Rusia y las vías independientes se limitan a algunos periódicos de reducida tirada o de publicación online. Hay una ansiedad nueva, o renovada por lo tanto en Moscú que interpela al Kremlin.
Pero, al mismo tiempo, tanto a Medvedev como a Putin, su mentor y líder, este golpe previsible, les permitirá avanzar sobre las libertades individuales. Es un recorrido que, de otro modo, pero con similares objetivos, hizo en su momento George W, Bush, quien usó la amenaza terrorista para alivianar la coraza legal que debería proteger a los ciudadanos. El dúo gobernante en Rusia ha venido planteando la extensión de los poderes estatales para la represión, que, según el diario independiente online Gazeta.ru se extenderían a la creación de un banco nacional de huellas digitales y de datos genéticos. Mucho más que los chechenos justifican esa movida. Aupados en la xenofobia que marca a esa enorme nación, el blanco más fácil a ser fichado son las minorías de inmigrantes que llegan desde Asia Central y el Cáucaso en flujos que irán aumentando.
En Rusia la situación económica no es buena, la desocupación creció, puede superar 12% a mitad de año y solo 29% de la población le cree al gobierno cuando dice que se superó la crisis económica, según relevó el legendario instituto VCIOM. La tensión social y el refuerzo de su sucedáneo autoritario de mayor control, se explica en que el año pasado haya habido 30.000 movilizaciones de todo tipo en un país donde, entre tanto, el número de multimillonarios aumentó 50%, de 49 a 77, en los mínimos meses del 2009.
Copyright Clarín, 2010.

http://www.clarin.com/diario/2010/04/03/opinion/o-02172872.htm

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