"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

sábado, 3 de abril de 2010

Capitalismo de compadres no México. Muito diferente do Brasil?

La República de los parientes y amigos

Hernán Gómez Bruera
El Universal
Sábado 03 de abril de 2010

Una patología compulsiva recorre nuestro país: el nepotismo y el amiguismo. En una era en la que criticar a los partidos se ha vuelto parte del discurso cotidiano y algunos quisieran ver en esas instituciones el origen de todos los males, bien vale la pena llevar por un momento la reflexión a lo que somos como sociedad. Y es que ese cáncer al que aquí hago referencia no es sólo un mal de la política. Sabemos que durante años un número reducido de familias ha concentrado en sus manos la mayor parte de los activos nacionales. No sólo han concentrado de forma desproporcionada la riqueza (somos uno de los 30 países más desiguales del mundo), sino también el acceso al poder y a las oportunidades.

Muchas de esas familias han sabido mantener sus privilegios durante años en una lógica más feudal que capitalista. Y aunque entre ellos figuren también personajes nuevos, el linaje de ciertos apellidos, heredados de generación en generación, domina la escena. Los nacidos en esas cunas parecieran destinados a ocupar un sitio en la Rotonda de los las Personas Ilustres.

Desde pequeños han aprendido a que están destinados a mandar o a ocupar los mejores sitios. Mientras otros están inseguros de su lugar en el mundo, ellos saben que el mundo les pertenece, como afirma Gustavo Gordillo, porque papi o mami así lo han dispuesto. Con tan sólo un poco de capacidad y esfuerzo podrán lograr sus objetivos porque para ellos todo es siempre más sencillo. Sus nombres y apellidos ejercen una cierta fascinación, son garantía de pase automático, seguro de vida.

A diferencia de otros países, donde la movilización social ascendente juega un papel, el self-made man sigue siendo una excepción en México. Si alguna movilidad existió en otras épocas, hace mucho que no la vemos. Todavía hoy, la nuestra es una nación de oportunidades limitadas, donde la influencia de los nombres y los apellidos está muy por encima del esfuerzo, de los méritos o de las cualidades personales.

Para quienes no figuran en esa casta divina, nuestro capitalismo de compadres pone a disposición diversos mecanismos de riego por goteo, recompensa y gratificación. Los que no han sido agraciados por ser los hijos del señor X o los nietos de la señora Y, siempre podrán convertirse en los amigos del señor X o los allegados a la señora Y.

Por eso en torno a ciertos nombres y apellidos se aglutina una red de amigos de primera, rodeados a su vez por otras redes de “amistad” de segunda y tercera, que buscan escalar en la escala social o profesional a través de las principales formas que ofrece nuestra democracia realmente existente.

La capacidad o el esfuerzo casi nunca importan tanto como “quién es tu cuate”. Por eso entre esos círculos concéntricos de advenedizos inevitables es tan común la abyección y la lambisconería, tanto como los más perversos sistemas de lealtad y complicidad.

Esa lógica permea casi todos los ámbitos de nuestra vida nacional y es practicada muchas veces por los mismos que la critican, sean de izquierda o derecha, liberales o conservadores, progresistas o retrógrados. Quienes están al frente de nuestros gobiernos y cuerpo diplomático, empresas y organizaciones patronales, instituciones culturales y deportivas o hasta de las universidades y organizaciones de la sociedad civil, son proclives a repartos de poder basados en recomendaciones, sistemas de lealtades perversas e intercambios de favores.

No se trata de llamarse a engaño o a la ingenuidad. El compadrazgo y el nepotismo no son exclusivos de México. No existe —y posiblemente no existirá jamás— una comunidad totalmente meritocrática. Pero mientras nosotros recurrimos a esas prácticas con todo cinismo y naturalidad, en otras latitudes causan pudor. En todo el mundo parentescos y relaciones personales son importantes. No se trata de bañarse en pureza, pero sí de darse cuenta que mientras algunos buscan premiar la productividad, el esfuerzo, el talento o la inteligencia, en nuestro México todo esto parece ocupar un lugar muy secundario. La culpa no sólo es de los partidos. También es de nosotros. Es hora de pasar de la crítica a la política a la crítica a la sociedad.

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47868.html

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