Panorama Norteamericano
La ridícula minoría
Eduardo Valle
El Universal
Sábado 03 de abril de 2010
El presidente Calderón debe ir al fondo del asunto: se trata de la vigencia en la vida cotidiana de los derechos fundamentales de los mexicanos
Además de las consecuencias del enfrentamiento permanente (y muchas veces circunstancial) de las Fuerzas Armadas y de la Policía Federal con grupos de sicarios al servicio del crimen organizado, ahora observamos los efectos de batallas entre comandos de pistoleros de diversos bandos. En Nuevo León y Tamaulipas, en Morelos y Guerrero, en Sinaloa y otras entidades, se muestra la aterradora fuerza de las bandas armadas. Ataques brutales a las instalaciones policiacas, bloqueos de cuarteles del Ejército, masacres indiscriminadas, sobre todo de jóvenes. Es una nueva fase de la ofensiva de los cárteles contra el gobierno federal y la sociedad; aquí, debemos inscribir la descomposición de algunas de las empresas criminales. Los peor parados (y los más agresivos) son aquellos que han lastimado más con sus secuestros, violencia y extorsiones, a la población sujeta a su dominio, gracias a la complicidad y cobardía de funcionarios públicos de todos los niveles.
Lo que ahora vemos, es el resultado de la productiva tolerancia de funcionarios con estas empresas transnacionales practicado durante décadas. Una criminal simulación, la cual convirtió más temprano que tarde a muchos funcionarios públicos en mandaderos y sirvientes de los cappo di tutti capi. Corrupción, impunidad, cinismo político extremo. Eso y la debacle del sistema de justicia —desde la policía hasta los jueces— ofrecieron a las empresas criminales todas las posibilidades para aumentar sus negocios y su poder real en cada plaza, cada territorio y cada ruta. ¿Más?, otro elemento. Nuestra “inteligencia” (de izquierda, derecha o centro, casi toda) se rehusó en forma consciente y con horror a examinar, a investigar y a debatir el vulgar problema de la creciente influencia de las empresas criminales.
Eso era un sucio asunto de policías y malvados, todos corruptos, fuchi, también muy arriesgado. Tanto en términos vitales como de respetabilidad intelectual, tanta suciedad en los albañales del poder real molestaba su lindo y exquisito olfato. Los más miserables: los de la cobarde “izquierda”. El narcotráfico y sus empresas se apoderaban de inmensos territorios y de buena parte de la administración de gobierno, mientras ellos salían a los auditorios y hasta a las calles para exclamar: “Viva Cuauhtémoc, Marcos o El Peje; voto por voto; el petróleo no se vende”, o alguna otra proclama radical y digna. Mientras los otros intelectuales escribían y hablaban sobre las inconsistencias de la calificación de “Estado fallido”. O cualquier otra cosa.
Ahora mismo, cuando las tácticas de la guerra de guerrillas y hasta del crudo terrorismo son empleadas por los sicarios entre ellos contra las Fuerzas Armadas y contra la población, se inicia una campaña para señalar al presidente constitucional Felipe Calderón, como “traidor a la patria” y “sirviente de las multinacionales”, y como su inepto gobierno “se derrumba”, entonces lo conducente es defenestrarlo. ¡Bravo: el sentido de la oportunidad política es excelente! Aplauden todos los cappo di tutti capi. Y el pueblo bueno.
En forma lamentable, el presidente Calderón hizo suyo uno de los peores análisis sobre el tema (“pues si no hay tantos muertos, qué va; muchos más en Río o en Caracas”; “los medios son en mucho responsables de la percepción”) y luego avanzó en la irracionalidad cuando calificó a las empresas criminales de “ridícula minoría”. ¿No entiende o no quiere entender el Presidente lo que significa la amenaza cotidiana —hora tras hora— de que en cualquier momento un convoy de camionetas se estacione frente a tu casa o negocio… y comiencen las ráfagas de armas automáticas? Pues la ridícula minoría puede hacer eso y más.
El ridículo equipo cercano que rodea al Presidente —exactamente el de Los Pinos— no tiene la cabeza ni los tamaños para explicarle a la nación lo que está en juego. Por mí no hay problema, pueden seguir cobrando su cheque y en el juego de influencias. Pero el presidente Calderón debe ir al fondo del asunto: se trata de la vigencia en la vida cotidiana de los derechos fundamentales de los mexicanos. Nada menos: las elementales garantías constitucionales amenazadas por las empresas criminales. Mientras en los estados fronterizos con México ya se moviliza la Guardia Nacional. O se prepara para ello.
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