Argumentos a favor del estímulo fiscal
by Martin Feldstein
CAMBRIDGE – Los gobiernos de todo el mundo están preparando planes de estímulo fiscal en gran escala que provocarán déficits presupuestaros sin precedentes en época de paz. Es probable que el déficit fiscal de este año en los Estados Unidos supere el 10 por ciento del PIB. Una parte importante del aumento del déficit se deberá a una gran diversidad de nuevos gastos públicos.
En circunstancias normales, yo me opondría a ese aumento del déficit presupuestario y del nivel de gasto público. Cuando una economía se aproxima al pleno empleo, el endeudamiento estatal para financiar déficits presupuestarios puede expulsar la inversión privada que aumentaría la productividad y el nivel de vida. Los déficits presupuestarios aumentan automáticamente la deuda pública, por lo que hacen falta impuestos mayores para pagar sus intereses. Los mayores tipos impositivos resultantes distorsionan los incentivos económicos y, por tanto, debilitan los resultados económicos futuros.
Naturalmente, cierto gasto público es deseable o necesario, pero un aumento de los desembolsos públicos supone con frecuencia un derroche que produce menos valor que el que obtendrían los consumidores con los mismos dólares.
Sin embargo, ahora se están justificando el aumento del gasto público y el consiguiente incremento del déficit fiscal por considerarlos necesarios para abordar la contracción económica... importante cambio respecto del recurso a la política monetaria con el que se abordaron recesiones anteriores. La política fiscal anticíclica había quedado desacreditada en gran medida por los retrasos que entrañaba la aplicación de los cambios fiscales y la débil respuesta de las familias a las rebajas fiscales temporales. En cambio, el banco central podía reducir los tipos de interés rápidamente, lo que contribuyó a aumentar el gasto de las familias y las empresas mediante diversos cauces.
No obstante, apoyo la utilización del estímulo fiscal en los Estados Unidos, porque la recesión actual es mucho más profunda que las contracciones anteriores y diferente de ellas. Aun con una lograda política anticíclica, es probable que esta recesión dure más y resulte más dañina que cualquier otra desde la gran depresión del decenio de 1930.
La reducción en un 40 por ciento del mercado de valores de los EE.UU. y el espectacular descenso de los precios de la vivienda han reducido la riqueza de las familias americanas en más de 10 billones de dólares, lo que probablemente reducirá el gasto de los consumidores en más de 400.000 millones de dólares, y el desplome en la construcción de nuevas viviendas ha reducido el gasto de la construcción en otros 200.000 millones de dólares. Esa reducción en 600.000 millones de la demanda equivale a más del 3 por ciento del PIB. Si no se invierte, causará más reducciones de la producción, del empleo y de las ganancias, lo que provocará más reducciones del gasto de los consumidores.
La reacción habitual de la política monetaria consistente en reducir los tipos de interés no puede invertir esa pronunciada reducción de la demanda. Las disfunciones de los mercados crediticios causadas por el incierto valor de las acciones respaldadas por activos hacen que los bancos y otras entidades financieras no puedan recaudar fondos y no estén dispuestos a prestar. A consecuencia de ello, los menores tipos de interés del banco central no se plasman en un aumento del gasto en inversión y consumo sensibles a los tipos de interés.
Así, pues, si queremos invertir la contracción actual, no hay una opción substitutiva de la política fiscal. El aumento resultante de la deuda nacional es el precio que nosotros y las generaciones futuras pagaremos por los errores que crearon la situación económica actual, al propiciar un abaratamiento del riesgo y el consiguiente aumento de un apalancamiento excesivo.
El abaratamiento del riesgo y el aumento del apalancamiento se ha debido a muchas razones. La política monetaria del comienzo del decenio, excepcionalmente relajada, contribuyó a aumentar la disposición de los inversiones financieros a comprar activos financieros de poca calidad para obtener mayores beneficios y a un aumento explosivo de los precios de la vivienda. Las agencias de calificación calcularon mal el valor de las acciones respaldadas por activos.
El aumento del apalancamiento se debió en parte a las políticas gubernamentales encaminadas a aumentar la compra de viviendas entre los grupos de menores ingresos, que al final no han podido permitirse esa clase de estilo de vida. Los supervisores bancarios no abordaron los bajos niveles de capital de muchas entidades y la deficiente calidad de sus activos. Un imperativo de la mayor importancia para el futuro es el de corregir las políticas institucionales que crearon esos problemas.
El nuevo gobierno de Obama y el Congreso siguen preparando la estructura del estímulo fiscal para los EE.UU. Aunque apoyo la necesidad de un gran plan fiscal, discrepo de muchos de las características concretas de los que ahora están en examen.
Independientemente de lo que se haga para aportar un estímulo fiscal, los gobiernos de todo el mundo deben actuar para eliminar las disfunciones de los mercados crediticios. De lo contrario, no fluirá el crédito y no se reanudará el crecimiento. En los EE.UU. reavivar los mercados crediticios requiere detener la morosidad en el pago de las hipotecas provocada por un valor patrimonial negativo. El Departamento del Tesoro de los EE.UU. desaprovechó un tiempo valioso en 2008 al no utilizar los fondos aportados por el Congreso para abordar esos problemas del mercado de la vivienda. Existe la esperanza de que el Congreso y el nuevo gobierno aborden ahora esa cuestión.
Cuando llegue a su fin la recesión, los EE.UU. y prácticamente todos los demás países tendrán un coeficiente deuda-PIB mucho mayor. En ese momento, será importante formular políticas encaminadas a reducir gradualmente el nivel relativo de gasto público para pasar a tener superávits presupuestarios y reducir la carga de la deuda.
Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard, fue Presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Reagan y Presidente de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas.
http://www.project-syndicate.org/commentary/feldstein6/Spanish
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