"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

sábado, 15 de setembro de 2007

A paz entre Israel e os árabes ameaça o Irã?

Un ambicioso pacto con el Irán

Shlomo Ben-Ami

El espectro de un Irán nuclear obsesiona a árabes y a israelíes por igual, pero los Estados Unidos e Israel son la fuerza impulsora de las medidas encaminadas a poner coto a las ambiciones nucleares del Irán. En el triángulo Estados Unidos-Irán-Israel es en el que radica la clave para el problema y su posible solución.

Aunque en 1979 la revolución islámica del ayatolá Jomeini desbarató la antigua alianza de Israel con el Irán, los dos países siguieron manteniendo relaciones con la aprobación de los Estados Unidos. El caso Irán-Contra del decenio de 1980, en el que Israel proporcionó armas a la República Islámica en su guerra contra el Iraq es un buen ejemplo de ello. Israel y el Irán, dos potencias no árabes en un medio árabe hostil, compartían intereses fundamentales que la revolución islámica no podía cambiar.

Durante el gobierno de Yitzhak Rabin, a comienzos del decenio de 1990, fue cuando Israel y el Irán entraron en un conflicto a las claras, debido al cambio del marco estratégico después de la victoria de los Estados Unidos en la primera guerra del Golfo y del hundimiento de la Unión Soviética. El proceso de paz árabo-israelí, patrocinado por los EE.UU, que produjo una serie de logros impresionantes –la conferencia de paz de Madrid, los acuerdos de Oslo, el acuerdo de paz de Israel con Jordania, casi un acercamiento a Siria y mejoras de la opinión sobre Israel en Estados árabes desde Marruecos hasta Qatar– fue la peor pesadilla de un Irán cada vez más aislado.

En aquella encrucijada fue en la que Israel y el Irán, dos potencias que rivalizaban por la hegemonía en un Oriente Medio en rápida transformación, optaron por materializar su competencia estratégica en términos ideológicos. Entonces el conflicto había pasado a enfrentar a Israel, faro de democracia que luchaba contra la expansión de un imperio obscurantista chií, con un Irán que optó por proteger su revolución movilizando a las masas árabes en el nombre de valores islámicos y contra unos gobernantes que habían traicionado a los desposeídos palestinos.

El recurso de los mullahs, más enemigos de la reconciliación israelo-árabe que de Israel en sí, a una incendiaria retórica panislámica y antijudía va encaminado a poner fin al aislamiento del Irán y a presentar sus ambiciones regionales a una luz aceptable para las masas suníes. En un Oriente Medio árabe, el Irán es el enemigo natural; en un mundo islámico, el Irán es un dirigente en potencia. Irónicamente, el Irán ha sido el principal partidario de la democracia árabe, porque la forma mejor de socavar los regímenes vigentes es fomentar movimientos islamistas con base popular, como, por ejemplo, Hizbolá en el Líbano, los Hermanos Musulmanes en Egipto, Hamas en Palestina y la mayoría chií en el Iraq.

Yitzhak Rabin pensaba que una paz israelo-árabe podía prevenir la aparición de un Irán nuclear, pero ahora su pesadilla parece acercarse rápidamente. El Irán, como potencia enemiga del status quo , no persigue capacidades nucleares para destruir a Israel, sino para obtener prestigio e influencia en un marco hostil y como escudo para su desafío al orden regional.

Pero Israel tiene toda clase de motivos para estar preocupado, pues un Irán nuclear socavaría la promesa del sionismo de lograr un refugio judío –la razón fundamental para la propia estrategia de "ambigüedad nuclear" por parte de Israel– y envalentonaría a sus enemigos en toda la región. También desencadenaría una proliferación nuclear incontrolada en esa región, encabezada por Arabia Saudí y Egipto.

Un ataque militar contra las instalaciones nucleares del Irán es demasiado peligroso y sus resultados inciertos y, por severas que fueran las sanciones económicas, podrían no poner de rodillas al Irán. Tampoco está claro que la división en la capa dirigente iraní entre los puristas revolucionarios y los que tienen una mentalidad de clase mercantil vaya a propiciar un cambio de régimen en un futuro próximo. Sin embargo, ser radical no necesariamente significa ser irracional y el Irán revolucionario ha dado pruebas frecuentes de su pragmatismo.

En la ecuación Estados Unidos-Irán, fueron aquéllos y no éste los que aplicaron una rígida diplomacia ideológica. El Irán respaldó a los EE.UU. durante la primera guerra del Golfo, pero quedó fuera de la conferencia de paz de Madrid. El Irán apoyó también a los Estados Unidos en su guerra para deponer a los talibanes en el Afganistán y, cuando las fuerzas estadounidenses derrotaron al ejército de Sadam Husein en la primavera de 2003, los cercados iraníes propusieron un ambicioso pacto que colocara todos los asuntos polémicos sobre la mesa, desde la cuestión nuclear hasta Israel, desde Hizbolá hasta Hamas. Además, los iraníes prometieron dejar de obstruir el proceso de paz israelo-árabe.

Pero la altanería neoconservadora –"No hablamos con el Mal"– descartó una respuesta pragmática a la iniciativa del Irán.

El estado de ánimo del Irán cambió cuando toda la estrategia de los Estados Unidos en el Oriente Medio se había ido a pique, pero el ambicioso pacto sigue siendo la única vía viable para salir del atolladero. Sin embargo, no se lograría mediante un régimen de sanciones, inevitablemente imperfecto, o el recurso de los EE.UU. a la lógica de guerra fría con vistas a doblar el espinazo del Irán arrastrándolo a una ruinosa carrera de armamentos. La cada vez mayor influencia regional del Irán no se debe a su gasto militar, que es muy inferior al de sus enemigos, sino a su desafío a los Estados Unidos y a Israel mediante una astuta utilización del poder blando.

No hay forma mejor de socavar la estrategia regional de desestabilización por parte del Irán que una paz árabo-israelí completa, acompañada de inversiones en gran escala en desarrollo humano y seguida de un sistema de paz y seguridad con patrocinio internacional en un Oriente Medio libre –de forma verificable– de armamento nuclear, incluido Israel.

Shlomo Ben-Ami, ex ministro israelí de Asuntos Exteriores y vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo, es autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy ("Cicatrices de guerra, heridas de paz. La Tragedia israelo-árabe").

Copyright: Project Syndicate, 2007.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Carlos manzano.

Nenhum comentário: