El futuro de la alianza entre los Estados Unidos y el Japón
by Joseph S. Nye
Cambridge – Muchos analistas advierten actualmente un malestar en el Japón en relación con su alianza con los Estados Unidos. Tiene que ver en parte con las armas nucleares de Corea del Norte y la preocupación por que los EE.UU. no defiendan adecuadamente los intereses del Japón (como, por ejemplo, pedir cuentas sobre el caso de los ciudadanos japoneses raptados por Corea del Norte hace años.) Otras cuestiones se refieren a la base de infantería de marina de Okinawa y el reparto de los costos del traslado de parte de sus efectivos a Guam. Se trata de una lista larga, pero la mejor forma de concebir esas cuestiones es la de considerarlas “domésticas”: no son pocas las parejas que pueden discutir sobre ellas sin pensar en divorciarse.
Sin embargo, existe un nivel más profundo de descontento, relacionado con el temor del Japón a quedar marginado a medida que los EE.UU. se vuelven hacia una China en ascenso. Por ejemplo, algunos japoneses se quejan de que China recibe mucha más atención que el Japón en la campaña electoral americana. Semejante ansiedad no es de extrañar: las capacidades de defensa americanas y japonesas no son simétricas, lo que ha de inquietar por fuerza a la parte más dependiente.
A lo largo de los años, se han hecho diversas propuestas con vistas a volver mas simétrica la alianza, incluida la conversión del Japón en un país “normal” con toda una panoplia de capacidades militares, incluidas las armas nucleares, pero semejantes medidas plantearían más problemas de los que resolverían. Aun cuando el Japón las aplicara, seguirían sin igualar la capacidad de los EE.UU. ni eliminar la asimetría. Vale la pena observar que durante la Guerra Fría los aliados europeos de los Estados Unidos, pese a sus capacidades militares, tuvieron preocupaciones similares sobre su dependencia y posible abandono.
La verdadera garantía de la decisión americana de defender al Japón es la presencia de las tropas y las bases de los EE.UU. y la cooperación en materia de asuntos –como, por ejemplo, la defensa mediante cohetes balísticos– encaminados a proteger a la vez a los americanos y a los japoneses. Además, hay dos respuestas válidas a la pregunta de si los EE.UU. abandonarían al Japón a favor de China: relativas a los valores y la amenaza.
El Japón y los EE.UU. son, a diferencia de China, democracias los dos y comparten muchos valores. Además, tanto el Japón como los EE.UU. afrontan un desafío común por parte del ascenso de China y tienen un profundo interés en que no llegue a ser una amenaza. Los EE.UU. consideran que una relación triangular Japón-China-EE.UU. es la base de la estabilidad en el Asia oriental y desean que existan buenas relaciones entre los tres países, pero no se trata de un triángulo equilátero, porque los EE.UU. están aliados con el Japón y, si mantienen su alianza, China no tiene por qué llegar a ser una amenaza para ninguno de esos dos países.
Por otra parte, no se debe exagerar la potencia de China. Una reciente encuesta de opinión indica que un tercio de los americanos creen que China “pronto dominará el mundo”, mientras que el 54 por ciento considera su ascenso una “amenaza para la paz mundial”. No cabe duda de que, calculada mediante los tipos de cambio oficiales, China es la cuarta economía mundial y está creciendo a un ritmo del 10 por ciento anual, pero la renta por habitante de China representa sólo el 4 por ciento de la de los EE.UU. Si las economías de los dos países siguen creciendo a sus tasas actuales, la de China podría ser mayor que la de los Estados Unidos dentro de treinta años, pero la renta por habitante de los EE.UU. seguirá siendo cuatro veces mayor. Además, la de China esta muy rezagada en potencia militar y carece de los recursos de “poder blando” de los Estados Unidos, como, por ejemplo, Hollywood y las universidades de talla mundial.
También la evolución interior de China sigue siendo incierta. Desde 1990, ha sacado a cuatrocientos millones de personas de la pobreza, pero otros 400 millones viven con menos de dos dólares al día. Junto con una inmensa desigualdad, China tiene una mano de obra migrante de 140 millones de personas, una grave contaminación y una corrupción galopante. Además, su evolución política no ha ido a la par con su progreso económico. Si bien más chinos son libres hoy que nunca en su historia, China dista mucho de ser libre. El peligro es que los dirigentes del Partido, al intentar contrarrestar la erosión del comunismo, recurran al nacionalismo para que sirva de nexo de cohesión, lo que podría propiciar una política exterior inestable… incluido, por ejemplo, un conflicto con Taiwán.
Frente a semejante incertidumbre, una política sensata ha de combinar el realismo con el liberalismo. Reforzando su alianza, los EE.UU. y el Japón pueden protegerse contra la incertidumbre y al tiempo ofrecer a China la integración en las instituciones mundiales como “copartícipe responsable”. El mayor peligro es el de que una intensificación del miedo a la enemistad en los tres países se convierta en una profecía destinada a cumplirse inexorablemente. A ese respecto, la alianza entre los Estados Unidos y el Japón se basa en intereses conjuntos muy profundos.
Sin embargo, existe una nueva dimensión de la alianza y de la relación con China. Este año, China superó a los EE.UU. como mayor emisora del mundo de los gases que provocan el efecto de invernadero. China sostiene, con razón, que sigue detrás de los EE.UU. y del Japón en emisiones por habitante, pero eso no reduce los costos impuestos al mundo (incluidos los EE.UU. y el Japón). Un programa de cooperación que ayude a China a quemar su carbón de forma más limpia interesa a los tres países.
En general, las amenazas transnacionales, como, por ejemplo, el cambio climático o las pandemias, pueden causar daños equivalentes a un conflicto militar. (En 1918, la gripe aviar mató a más personas que la primera guerra mundial). Para afrontar dichas amenazas es necesaria la cooperación, el poder blando e instrumentos no militares y ése es un sector en el que el Japón es un aliado mucho más igual e importante. Si acaso, la nueva dimensión en aumento de las amenazas transnacionales, si se suma a las preocupaciones tradicionales por la seguridad, hace que el futuro de la alianza entre el Japón y los Estados Unidos parezca más prometedor que nunca.
Joseph S. Nye, ex Subsecretario de Defensa de los Estados Unidos, es profesor en la Universidad de Harvard y su libro más reciente es The Powers to Lead (“Las capacidades para dirigir”).
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