Los cañones y el oro de agostoby Joseph S. Nye
CAMBRIDGE – China y Rusia acaban de mostrar al mundo un marcado contraste en el uso del poder. Como dijo recientemente el analista francés Dominique Moisi, "mientras que China intenta seducir y asombrar al mundo con sus medallas olímpicas, Rusia quiere impresionarlo demostrando su superioridad militar –el poder blando de China frente al poder duro de Rusia". Algunos analistas estadounidenses, como Edward Luttwak, han concluido que la invasión rusa de Georgia demuestra la "irrelevancia" del poder blando y el dominio del poder militar duro. En realidad, la cosa resultará ser más complicada para ambos países.
El poder blando es la capacidad para obtener lo que se quiere mediante la atracción en lugar de la coerción o el pago. No es la solución a todos los problemas. Es poco probable que el gusto del dictador de Corea del Norte, Kim Jong Il, por las películas de Hollywood vaya a afectar su programa de armas nucleares. Y el poder blando no logró disuadir al gobierno talibán de Afganistán de dar su apoyo a Al Qaeda en los años noventa.
Pero otras metas, como la promoción de la democracia y los derechos humanos, se pueden alcanzar mejor con el poder blando, que también puede crear un ambiente favorable o desfavorable, como lo descubrió Estados Unidos tras la invasión de Iraq.
Los escépticos que menosprecian el poder blando porque no soluciona todos los problemas son como el boxeador que no utiliza su mano izquierda porque la derecha es más fuerte. El poder blando rara vez es suficiente, pero a menudo es crucial combinar el poder blando con el poder duro para obtener una estrategia efectiva de "poder inteligente". Como afirmó el Secretario de Defensa estadounidense Robert Gates el año pasado, "vengo a proponer el fortalecimiento de nuestra capacidad para utilizar el poder blando e integrarlo mejor con el poder duro".
La fuerza militar es, naturalmente, una fuente de poder duro, pero el mismo recurso puede contribuir en ocasiones a una conducta de poder blando. La impresionante labor de las fuerzas armadas estadounidenses al suministrar ayuda humanitaria después del tsunami del Océano Índico en 2004 y del terremoto del Sur de Asia en 2005 contribuyó a restablecer el prestigio de Estados Unidos.
Por el contrario, un mal uso de los recursos militares puede socavar el poder blando. La Unión Soviética tuvo mucho poder blando después de la Segunda Guerra Mundial, pero lo destruyó por la forma en que el Kremlin utilizó su poder duro contra Hungría y Checoslovaquia.
Rusia atraviesa actualmente un período de reacción nacionalista ante lo que considera la humillación que sufrió tras el colapso del imperio soviético. Ahora que el aumento en los precios de los energéticos impulsa su economía, Rusia ha encontrado la oportunidad de reafirmar su poder sobre sus vecinos. Además, se sentía perjudicada por los planes para una mayor expansión de la OTAN, la propuesta de un sistema de defensa de misiles balísticos en Europa oriental y el reconocimiento por Occidente de la secesión de Kosovo de Serbia, aliada de Rusia.
Desde hace tiempo Rusia ha tratado de debilitar al gobierno de Georgia. A principios de agosto, Rusia tendió una trampa en Osetia del Sur y Georgia imprudentemente cayó en ella.
Si los rusos hubieran utilizado sus fuerzas de "mantenimiento de la paz" únicamente para proteger la "autodeterminación" de los ciudadanos de Osetia del Sur (citando el precedente de las acciones de Occidente en Kosovo), no habrían dañado demasiado su poder blando y los beneficios podrían haber superado los costos. Al bombardear, bloquear y ocupar muchas partes de Georgia, retrasar su retiro, exhibir soldados georgianos con vendas en los ojos y no proteger a los ciudadanos de Georgia, Rusia ha perdido legitimidad y sembrado el temor y la desconfianza en gran parte del mundo.
Los países vecinos, como Ucrania, se han vuelto más recelosos. Uno de los costos inmediatos fue que Polonia dejó de resistirse al sistema estadounidense antimisiles balísticos. Cuando Rusia buscó apoyo de sus compañeros en la Organización de Cooperación de Shangai a su política en Georgia, China y otros se negaron. Los costos a largo plazo podrían incluir el fracaso de la propuesta de Rusia sobre un nuevo sistema europeo de seguridad, un renovado interés de Europa en los gasoductos Nabucco y White Stream que evitan el territorio ruso y una disminución de la inversión extranjera.
En contraste, China finalizó agosto con su poder blando reforzado por el éxito de sus juegos olímpicos. En octubre de 2007, el Presidente Hu Jintao declaró las intenciones de China de aumentar su poder blando y las olimpiadas fueron parte importante de esa estrategia. Mediante el establecimiento de Institutos Confucio para promover la cultura china, una mayor difusión internacional, la captación de estudiantes extranjeros en sus universidades y el uso de una diplomacia más suave hacia sus vecinos del Sureste asiático, China ha realizado una gran inversión en poder blando. Las encuestas muestran una mejoría en su reputación internacional.
Pero el gobierno chino no logró todos sus objetivos olímpicos. Al no cumplir sus promesas de permitir manifestaciones pacíficas y libre acceso a Internet, China redujo sus ganancias de poder blando.
Superar estas limitaciones auto impuestas tomará más que unos juegos olímpicos exitosos. Por ejemplo, una reciente encuesta Pew señaló que a pesar de los esfuerzos de China para aumentar su poder blando, los Estados Unidos siguen dominando todas las categorías en ese aspecto. Así, si bien China ganó el mayor número de medallas de oro, después de las olimpiadas de Beijing no ha superado a Estados Unidos fuera de los campos deportivos. Esperamos que los líderes de China aprendan la importancia de la libertad de expresión para establecer el poder blando.
Por supuesto, sólo con el tiempo conoceremos el resultado de los cañones y el oro de agosto para Rusia y China. A diferencia de una competencia olímpica, su reciente desempeño no recibirá calificaciones hasta que se hayan desarrollado los juegos de poder.
Joseph S. Nye, Jr. es profesor en la Universidad de Harvard. Su libro más reciente es The Powers to Lead.
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