Hay que controlar los valores sintéticos
GEORGE SOROS 02/05/2010
Podemos estar seguros de que Goldman Sachs intentará rebatir con todas sus fuerzas la demanda civil entablada en su contra por la Comisión de Valores y Bolsa de EE UU (SEC). Más allá del desenlace, el caso tiene importantes consecuencias para las leyes de reforma financiera que el Congreso está debatiendo en la actualidad.
Sea Goldman culpable o no, es claro que la transacción en cuestión no generaba ningún beneficio social. Implicaba un valor sintético complejo que se derivaba de valores que estaban respaldados por préstamos hipotecarios existentes al clonarlos en unidades imaginarias que imitaban a los originales. Esta obligación de deuda colateralizada (CDO) sintética no financiaba la propiedad de ninguna vivienda ni asignaba capitales de manera eficiente; no hacía más que inflar el volumen de valores respaldados por créditos hipotecarios que perdieron valor cuando estalló la burbuja. La finalidad principal de la transacción era generar honorarios y comisiones.
Esta es una clara demostración de cómo los derivados y los valores sintéticos se utilizaron para crear valor imaginario de la nada. De hecho, se crearon más valores CDO de calificación triple A que la cantidad de activos triple A sobre los que se basaban.
Esto se hizo a gran escala, a pesar del hecho de que todos los actores involucrados eran inversores experimentados. El proceso se prolongó durante años y terminó en un colapso que generó una destrucción de riqueza equivalente a billones de dólares.
No es posible permitir que este tipo de actividades continúe. Se debe regular el uso de los derivados y otros tipos de instrumentos sintéticos, incluso si todos los actores son inversores experimentados. Los valores ordinarios se deben registrar ante la SEC antes de poder cotizar. Los valores sintéticos tienen que regularse por criterios similares, aunque la tarea se podría asignar a una entidad diferente, como la Comisión de Comercio en Futuros sobre Mercancías (CFTC).
Los derivados pueden ser útiles para muchos fines, pero también tienen riesgos poco evidentes a simple vista. Por ejemplo, pueden acumular desequilibrios ocultos de oferta y demanda, que pueden quedar en evidencia abruptamente al superarse cierto umbral. Esto es así para las llamadas opciones tipo knock-out, que se usan en los fondos de cobertura cambiarios. También es válido para los programas de seguros de carteras que causaron el lunes negro de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre de 1987. La introducción subsiguiente de mecanismos de interrupción de las cotizaciones reconoció tácitamente que los derivados pueden provocar perturbaciones, pero no se llegó a las conclusiones adecuadas.
Las permutas de riesgo de crédito (CDS) son instrumentos particularmente sospechosos. Se supone que están para funcionar como una suerte de seguro contra el impago a los tenedores de bonos. Sin embargo, como se pueden transar libremente, se pueden usar para montar ataques a la baja, es decir, un tipo de estrategia bursátil por la cual un agente de Bolsa (o un grupo de ellos) intenta forzar la baja del precio de una acción para cubrir una posición corta. Además de funcionar como un seguro, funcionan como una licencia para matar. Su uso se debería limitar sólo a quienes tengan un interés asegurable en los bonos de un país o una compañía.
Será tarea de los reguladores comprender los derivados y los valores sintéticos, y no permitir su creación si no pueden evaluar plenamente los riesgos sistémicos. Esa tarea no se puede dejar en manos de los inversores, contrariamente a lo que dicta el dogma fundamentalista de mercado que ha prevalecido hasta ahora.
Los derivados que cotizan en las Bolsas se deben registrar como una clase. Los derivados a medida tendrán que registrarse por separado, y los reguladores deberán tener la obligación de comprender los riesgos que implican. La labor de registro es trabajosa y lenta, por lo que habría de desincentivar el uso de derivados de mercado no organizado (OTC). Los productos a medida se podrían agrupar y distinguir de los instrumentos que cotizan en Bolsa, lo que prevendría la repetición de los abusos que contribuyeron a la crisis financiera de 2008.
Exigir el registro de los derivados y los valores sintéticos sería una medida sencilla y eficaz; no obstante, el proyecto de ley que se considera actualmente en el Senado no la contiene. El Comité de Agricultura del Senado propone impedir que los bancos que aceptan depósitos generen mercados de permutas. Se trata de una excelente propuesta que ayudaría mucho a limitar la interconexión de los mercados, evitando así el contagio financiero, pero no regula los derivados.
Es más, los cinco grandes bancos que sirven como hacedores de mercados y representan más del 95% de las transacciones de mercado no organizado en EE UU probablemente se opongan a la propuesta, porque afectaría a su cuenta de resultados. Resulta más extraño el que algunas corporaciones multinacionales también lo hagan. La única explicación plausible es que los derivados a medida pueden facilitar la evasión legal de impuestos y la manipulación de las ganancias. Por supuesto, estas consideraciones no deberían influenciar la legislación. -
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