02.02.2010Clarín.comOpinión
Esa barbarie de sentirnos lejos de los que sufren
00:00
Para tomar conciencia de que existen lugares tremendos como Haití, muchos suelen necesitar sacudidas sísmicas y desgracias humanitarias.
Por: Fernando Savater, FILOSOFO ESPAÑOL
En cierta ocasión, el filósofo catalán José Ferrater Mora -entonces profesor en una distinguida universidad de EE.UU.- fue recibido por el honorable presidente Pujol. El presidente se interesó por el grado de conocimiento que tenían los estadounidenses de Cataluña y recibió la mala noticia de que era casi nulo. "¿Qué podríamos hacer para dar a conocer Cataluña en los EE. UU.?" le preguntó a Ferrater y el filósofo, que era bastante guasón pese a su apariencia seria, repuso: "Bueno, quizá un terremoto podría ayudar ."
En este caso se trataba afortunadamente de una broma, pero es una triste verdad que, para tomar conciencia de que existen ciertos lugares del planeta, los que vivimos en las zonas de abundancia necesitamos sacudidas sísmicas y desgracias humanitarias. Quizá ahora -al menos por unos cuantos días- prestemos algo de atención a Haití.
En verdad, nos acusa la desenvoltura con que disfrutamos de nuestra vida ventajosa junto a situaciones de miseria a las que no dedicamos un instante de atención más que urgidos por cosquilleos de conciencia ante las catástrofes o, lo más frecuente, alarmados por peligros que amenazan nuestros intereses (¿a quién le preocupan los agobios de los somalíes, salvo cuando los piratas atacan barcos de compatriotas . que probablemente no deberían faenar en esas aguas?).
A esa desenvoltura deberíamos darle su auténtico y desagradable nombre: barbarie. Porque son bárbaros -indignos de ser considerados como "civilizados"- quienes despliegan su poder en exhibiciones y festejos mientras ignoran (cuando no pisotean) a sus semejantes menos afortunados.
En un apunte de sus Carnets, Albert Camus cuenta su conversación con un pordiosero que solía pedir en una esquina de París. "Señor, la gente no es mala", le decía el vagabundo, con sonrisa resignada. Y añadía: "Lo único que pasa es que no ven".
En efecto, la mayor parte del tiempo "no vemos". A pesar del refinamiento de nuestros medios de comunicación, de nuestras facilidades para viajar o para enterarnos de lo que ocurre a miles de kilómetros, preferimos mantenernos bárbaramente ignorantes de que convivimos con atroces muestras de miseria y de necesidad.
Hasta que nos sacude el terremoto o el tsunami que vemos casi en directo en la pantalla y las noticias del telediario amargan un poco nuestro almuerzo. Entonces, con cierta dolorida pereza, pensamos: "¡no puede ser! ¡alguien debería hacer algo!"
Pero probablemente no vayamos mucho más allá . porque llega el postre y minutos más tarde comienza el nuevo capítulo de nuestra serie favorita.
Copyright Clarín y Fernando Savater, 2010.
http://www.clarin.com/diario/2010/02/02/opinion/o-02131720.htm
Nenhum comentário:
Postar um comentário