¿Una alianza de civilizaciones?
by Shlomo Ben-Ami
MADRID – El Primer Foro Internacional de la Alianza de Civilizaciones, concebido como un antídoto a la idea de que el mundo está condenado a un "choque de civilizaciones", se llevó a cabo recientemente en Madrid y reveló de que hay más que algo de verdad en la idea de Robert Kagan de que los estadounidenses son de Marte y los europeos de Venus. Desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos se ha embarcado en una cruzada contra las fuerzas del mal en el mundo musulmán. En contraste, el ataque terrorista del 11 de marzo de 2004 en España, que dejó 200 muertos, generó una "anticruzada" que busca desarmar el extremismo mediante la construcción de puentes de entendimiento y reconciliación con el Islam.
Auspiciada de forma conjunta por España y Turquía, la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones no carece de cálculos políticos. Para los españoles, ayuda a justificar su abrupta retirada de Iraq en 2004; para los turcos, es otro vehículo más de su lucha, como puente vital entre el Islam y Occidente, por llegar a ser parte de la Unión Europea.
La Alianza de Civilizaciones es un proyecto poco estructurado y algo confuso que apunta a sanar las heridas del conflicto entre el Islam y Occidente a través de la educación, políticas de integración viables y un diálogo mejor informado con los medios de comunicación. Sin embargo, se ve afectada por el escepticismo de los principales actores globales, como Estados Unidos, Rusia y, para estos efectos, una UE que no ha mostrado un real entusiasmo.
Aunque vaga, la idea de la alianza de civilizaciones ciertamente no puede hacer más daño que la guerra contra el extremismo islámico. Después de todo, ninguno de los problemas y conflictos del mundo musulmán con Occidente es susceptible de una solución militar. Más aún, la Alianza no es una propuesta enteramente incoherente si el objeto es que Occidente se desvincule de la política de la soberbia y cree una genuina esfera de cooperación con el mundo musulmán en los ámbitos de la economía, la cultura y la ciencia.
Por supuesto, la idea se ve ante obstáculos internos procedentes de ambas partes de la alianza propuesta. Muchos en Occidente se preguntan si el Islam es compatible con los derechos humanos y los conceptos occidentales de libertad. Muchos musulmanes que han luchado por años por la modernización de sus países hasta ahora han sido incapaces de encontrar una respuesta lúcida a la ola progresiva del radicalismo islámico.
Afirmar que el Islam es incompatible con los derechos humanos es considerarlo una civilización demasiado impermeable al cambio. Esto es una falacia histórica. También lo es decir que el Islam es intrínsecamente hostil a innovaciones viables, puesto que la civilización musulmana ha contribuido poderosamente a la ciencia y al arte a lo largo de la historia. Hoy las universidades occidentales están llenas de eminentes académicos árabes en casi todos los campos, lo que es resultado de una fuga de cerebros que en sí misma refleja los siglos de declive del mundo islámico. En 2005, los 17 países del mundo árabe produjeron en su conjunto 13.444 publicaciones científicas, menos que las 15.455 que produjo sólo la Universidad de Harvard.
Sin embargo, también en Occidente hay enemigos de la razón. Vivimos en una época en que muchas personas se sienten desilusionadas con la política secular y vuelven los ojos a la religión, no sólo en el mundo musulmán, sino también en el centro de la civilización occidental: la Europa cristiana y la América evangélica. Tampoco es inmune a este fenómeno el estado judío de Israel, donde fanáticos mesiánicos y nacionalistas religiosos han adoptado una teología política que cuestiona la legitimidad misma de las instituciones democráticas.
Puede que la actual crisis del Islam no sea algo intrínseco, pero es grave el trance en que se encuentra. La pregunta es: ¿están los musulmanes listos para aceptar ese dictamen de Jomeini de que el “Islam es política o no es nada” como algo falso, que el Islam es una religión y no una forma de gobierno, y que, como en el mundo cristiano, existe una esfera para el César y otra que le corresponde a Dios? Quienes en el mundo islámico desean abrazar la reforma deben estar impulsados por la convicción de que la teocracia nunca ha sido un vehículo para el progreso humano.
Por supuesto, la Alianza de Civilizaciones no debería intentar salvar las diferencias apelando al relativismo moral. Si la impulsa un complejo de culpa occidental que supone que la solución está simplemente en una mayor empatía por las dificultades de los musulmanes, es seguro que los escépticos terminarán viendo confirmadas sus motivos. Para que la Alianza de Civilizaciones tenga alguna posibilidad de lograr su objetivo, el énfasis debe estar puesto en le reciprocidad. La parte del Islam en el trato debe incluir garantías acerca de los derechos humanos y las libertades civiles, mejoras a la condición de las mujeres y políticas realistas para poner coto a la explosión demográfica del mundo islámico.
Como es costumbre, algunos plantearán que el conflicto árabe-israelí está en la raíz de los problemas que existen entre el Islam y Occidente, y que solucionar la situación de los palestinos ayudará inmensamente a mejorar las relaciones. Sin embargo, los árabes y musulmanes deben dejar de engañarse a si mismos con la idea de que la disputa entre Israel y Palestina es lo que les impide avanzar. El fin de la ocupación estadounidense en Iraq y lograr una paz entre Israel y los países árabes servirían de ayuda, pero no serían ninguna panacea. La lucha por erradicar la miseria, el analfabetismo y la corrupción, y el que el Islam abrace la ciencia, no dependen de los resultados del proceso de paz en Oriente Próximo.
Shlomo Ben Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores israelí y actual vicepresidente del Toledo International Centre for Peace, es autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy.
http://www.project-syndicate.org/print_commentary/benami14/Spanish
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