La Société Générale y la miopía de Sarkozy
by Melvyn Krauss
El gobierno francés debería estar honrando al gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, por haber salvado a la Société Générale de la bancarrota segura durante el actual escándalo del corredor descontrolado, y no estarlo criticando, como lo han hecho algunos altos funcionarios. En los círculos bancarios es sabido que "en boca cerrada no entran moscas". Pero si las cosas hubieran sucedido como el equipo del Presidente Nicolas Sarkozy en el Palacio del Eliseo hubiera deseado, Noyer habría informado inmediatamente al gobierno de los problemas de la Société Générale.
Si eso hubiera pasado, habría habido un riesgo inaceptable de que la noticia se filtrara a los especuladores antes de que la Société Générale tuviera tiempo de liquidar las enormes posiciones accionarias que Jerome Kerviel había acumulado, supuestamente sin que el banco lo supiera. Las pérdidas para la Société Générale podrían haber sido muy superiores a los 5 mil millones de euros que ha informado que perdió.
Los especuladores podrían haberse adelantado al banco en los mercados, vender en corto, hacer que los precios de las acciones se desplomaran y obligar a la institución financiera francesa a vender en condiciones muy desfavorables. ¿Acaso lo que el gobierno francés quería en el caso de la Société Générale era una bancarrota obligada en un mercado financiero global extremadamente frágil? ¿Cómo puede el Presidente Sarkozy, quien ha atacado continuamente a los especuladores financieros, cuestionar al hombre que los bloqueó justamente porque supo mantener la boca cerrada en una crisis?
Claro que los banqueros centrales no son los personajes favoritos de Sarkozy. Según Laurent Dubois, un profesor de ciencias políticas de la Sorbona de París, tal vez Noyer pagará los platos rotos de las batallas de Sarkozy con el Banco Central Europeo. A Sarkozy “le disgusta la independencia de los bancos centrales” y Noyer podría convertirse en “chivo expiatorio”.
Es poco probable, al menos en el ambiente político actual. Recientemente la popularidad de Sarkozy en las encuestas ha estado cayendo como piedra. Según una encuesta de TNS Sofres para la revista de Le Figaro, en enero la popularidad de Sarkozy se desplomó espectacularmente en 8 puntos porcentuales, para situarse en apenas el 41%, el nivel más bajo desde que tomó posesión en mayo y que ha caído del máximo del 65% que obtuvo en julio.
Sarkozy, quien durante su campaña electoral prometió que sería “el presidente que obtenga resultados en lo que se refiere al poder de compra”, ahora se enfrenta a un público francés irritado cuya queja principal es que la inflación está erosionando el poder de compra.
En este ambiente político alterado, no es probable que Sarkozy persiga a alguien como Noyer quien, en su calidad de gobernador del Banco de Francia y de miembro del Consejo Directivo del BCE, es considerado ampliamente como un baluarte contra la inflación y un defensor del poder de compra francés.
¿Por qué arriesgarse a que se le reproche una falta de firmeza en lo referente a la inflación? Sarkozy podría incluso bajar el tono de sus ataques contra el BCE, cuyas políticas de lucha resuelta contra la inflación lo han convertido en uno de los blancos favoritos del presidente francés. Eso sería algo bueno. Sin la presión de Sarkozy, el Presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, podría sentirse con mayor libertad para reducir las tasas de interés a fin de contrarrestar la desaceleración económica que se acerca en Europa.
Mientras tanto, si bien la Société Générale fue rescatada por el profesionalismo y valor político de Noyer, ha resultado seriamente dañada, y con toda probabilidad será absorbida por otro banco. La toma de control por un banco extranjero provocaría que se alzaran las voces proteccionistas francesas. El Primer Ministro, Francois Fillon ha declarado que “la Société Général seguirá siendo un gran banco francés. El gobierno no permitirá que sea blanco de ataques hostiles por otros bancos”.
El problema es que el gobierno francés no puede hacer eso según una directriz de la UE que firmó el año pasado y que se introdujo específicamente para aumentar la transparencia en las fusiones bancarias. Después de que el ex gobernador del banco central italiano, Antonio Fazio, abusó flagrantemente de su posición para impedir que ABN Amor absorbiera un banco italiano, los países miembros acordaron que las fusiones futuras se evaluarían de acuerdo con cinco criterios objetivos, con la idea de impedir que los gobiernos bloquearan las oferta extranjeras por motivos exclusivamente proteccionistas.
Las habilidades diplomáticas de Noyer ciertamente se pondrán a prueba si se ve obligado a navegar las traicioneras aguas entre la Escila del proteccionismo francés y la Caribdis de los cinco criterios de la UE para las fusiones bancarias. Las fusiones bancarias extranjeras han resultado venenosas para los banqueros centrales de la zona del euro.
Hasta ahora, los únicos candidatos serios para absorber la Société Général son dos bancos franceses, Crédit Agricole y BNP Paribas. Pero si en las próximas semanas surgiera una oferta extranjera para adquirir la Société Générale –y bien podría suceder—podría estar a la vista otro agitado conflicto entre el Banco de Francia y el gobierno.
El escándalo del corredor descontrolado de la Société Générale ha causado más problemas de lo que ninguno de los actores principales podía haberse imaginado.
http://www.project-syndicate.org/print_commentary/krauss41/Spanish
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