"Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia."

Ignácio Ellacuría


O que iremos fazer hoje, Cérebro?

sábado, 2 de fevereiro de 2008

Era só o que faltava, primeiro o Lula, agora é a Nigéria que quer dominar o mundo!

El resurgimiento de la diplomacia petrolera de Nigeria

by Ike Okonta

Rusia no es el único país que ve el petróleo como una manera de transformar su estatus global. En estos días, el mantra del presidente Umar Yar’Adua, que asumió el poder en 2007 tras unas polémicas elecciones, es transformar el país en una de las 20 mayores economías del mundo para el año 2020. Yar’Adua y su Partido Democrático del Pueblo (PDP) está esforzándose por marcar su autoridad en un país agitado y difícil de manejar de 140 millones de personas, y el gobierno considera el crecimiento rápido como la mejor manera de lograr esa meta.

A los nigerianos les vendría bien un poco de esperanza. Olusegun Obasanjo, que se convirtió en el primer presidente electo de Nigeria en 1999 después de cerca de dos décadas de dictadura militar, dejó amplias áreas del país atrapadas en la pobreza cuando entregó el poder a Yar’Adua el año pasado. En momentos en que el petróleo está llegando a los 100 dólares el barril y gigantes como Estados Unidos y China, hambrientos de energía, golpean una y otra vez las puertas de Nigeria, el principal productor de petróleo de África desea usar los petrodólares para solucionar los problemas económicos del país y marcar una mayor presencia en el ámbito internacional.

Durante lo más alto del último boom petrolero de fines de los años 70, los gobernantes militares de Nigeria nacionalizaron los bienes de British Petroleum y se convirtieron en adalides de la cooperación panafricana, financiando varios movimientos de liberación africanos. Una y otra vez los intereses de Occidente y de Nigeria entraron en conflicto, pero Nigeria siempre se mantuvo firme.

La ineptitud del gobierno y el declive económico de los años 80 y 90 obligaron a los líderes nigerianos a centrarse en problemas más cercanos a su país, como las guerras civiles en Liberia y Sierra Leona. Sin embargo, los hábitos arraigados son difíciles de borrar. Nigeria siempre ha buscado un papel de liderazgo en África y su diáspora. Incluso en los turbulentos años 90, cuando Nigeria fue suspendida temporalmente de la Mancomunidad  Británica tras la ejecución del defensor de los derechos de las minorías Ken Saro-Wiwa por el régimen del general Sani Abacha, la elite gobernante se esforzó por alcanzar el lugar “justo” que consideraba que merecía Nigeria en la escena internacional.

Hoy hay signos de un resurgimiento de una política exterior impulsada por el petróleo. En octubre pasado, Yar’Adua se unió a Sudáfrica y Libia en su oposición a los planes de Estados Unidos de desplegar en el continente el AFRICOM, su nuevo comando militar para África. Luego pidió a la Asamblea Nacional de Nigeria que condonara $43 millones de deuda bilateral después de que la Presidenta de Liberia, Ellen Johnston-Sirleaf, retirara su ofrecimiento de albergar el nuevo comando.

Las autoridades nigerianas se han cuidado de negar cualquier relación entre este obsequio financiero y el distanciamiento de Johnston del AFRICOM. Tampoco manifiestan abiertamente su preocupación de que el AFRICOM pueda llegar a ser parte de un plan estadounidense de controlar los países productores de petróleo de África Occidental. Sin embargo, en informes confidenciales Nigeria ha dado fuertes señales de que no tolerará incursiones extranjeras sobre un recurso vital y estratégico en su propio patio trasero.

A nivel interno, los renovados bríos con que Nigeria está impulsando su política exterior se están viendo en el actual enfrentamiento entre el nuevo Consejo Nacional de la Energía, que responde ante el Presidente, y las compañías petroleras occidentales, lideradas por la filial nigeriana de Shell, acerca de cuándo poner fin a la quema de gas relacionada con la producción. El gobierno insiste en un plazo en enero de 2008, pero las compañías se quejan de que la reluctancia del gobierno de financiar  plenamente su parte de los costes operacionales y el aumento de la violencia política en el delta del Níger hacen poco realista este plazo, y piden ampliarlo tres años. El Departamento de Recursos Petroleros (DPR), la entidad reguladora de la industria petrolera, ha rechazado estos argumentos y ha amenazado con imponer sustanciosas multas a las compañías que no cumplan el plazo.

A principios de los años 90, debido a su desesperada carencia de moneda fuerte, Nigeria negoció contratos que permitían a las compañías petroleras desarrollar nuevos yacimientos y recobrar la inversión antes de compartir sus utilidades. Hoy, tras el descubrimiento de las compañías de importantes reservas, los tecnócratas nombrados por Yar’Adua como encargados de la política petrolera africana quieren que Nigeria reciba una parte más grande del pastel. Eso también significa poner fin al cofinanciamiento por parte del gobierno de los costes operacionales y exigir a las compañías petroleras que hagan uso del mercado de capitales para suplir el déficit.

Más aún, Tony Chukwueke, jefe del DPR, ha anunciado planes de crear una versión africana de Petronas, la compañía petrolera de propiedad del estado de Malasia, y transformar la añeja Corporación Nacional Nigeriana del Petróleo en una potente empresa petrolífera que pueda dominar el mercado en el Golfo de Guinea y otras regiones emergentes.

Occidente ha ejercido una intensa presión para que Yar’Adua reconsidere el plazo de enero. Su elección está siendo cuestionada ante la justicia por otros candidatos, y el respaldo occidental podría jugar un papel en la estabilización de su gobierno. Sin embargo, sus asesores, algunos de los cuales desempeñaron un papel clave en la política exterior de Nigeria en los años 70, no han dudado en usar el tema de la quema del gas para demostrar la resolución y estatura de Yar’Adua como líder panafricano.

No obstante, al igual que en los años 70, el éxito de la diplomacia nigeriana dependerá de la capacidad del gobierno de lograr legitimidad a nivel nacional. Para ello será necesario reparar y mejorar la infraestructura dañada, generar prosperidad económica, proporcionar servicios sociales eficientes y manejar la agitación en la región del delta. Todavía no está claro si el gobierno de Yar’Adua podrá dar respuesta a estos retos.

Ike Okonta es investigador del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford.

http://www.project-syndicate.org/commentary/okonta7/Spanish

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