Los acuerdos son necesarios
Por Condoleezza Rice (*)
En Washington el pasado 9 de julio, cientos de ciudadanos de las Américas -miembros de la sociedad civil, grupos de fe y organizaciones no gubernamentales de países de todo el hemisferio- acompañaron al presidente Bush en la Conferencia de la Casa Blanca sobre las Américas. El objetivo era fortalecer y ampliar el consenso de apoyo a la democracia y el libre mercado que definen a la casi totalidad del hemisferio.
UN SUEÑO NEGADO DESDE HACE TIEMPO
Que el evento haya sido posible demuestra lo cerca que están los hombres y mujeres de las Américas de realizar la promesa fundadora del Nuevo Mundo: todas las personas, no solo las elites, merecen la oportunidad de romper con el pasado y empezar una nueva vida -reemplazar pobreza por prosperidad, injusticia por dignidad y opresión por libertad-.
Ciertamente la búsqueda de esta visión ha sido larga e imperfecta. Para los indígenas y las minorías, el sueño de una vida mejor fue negado largamente y, aún, es aplazado con mucha frecuencia. Sin embargo, a través de varios siglos, los pueblos de las Américas han superado la esclavitud, el colonialismo, los caudillos militares y la revolución comunista, y hemos construido un compromiso común con la libertad política y económica.
Como dejó claro la conferencia, los vínculos que unen a nuestro hemisferio tocan cada aspecto de la interacción humana. Más que en cualquier otra región del mundo, las naciones de las Américas son alianzas de pueblos -unidos a través de relaciones perdurables de viajes, comercio, turismo y familia.
UNA VIDA MEJOR
El mayor reto actual, en el cual se enfocó la conferencia, es el fortalecimiento del vínculo entre democracia y desarrollo. La gente en las Américas ha trabajado duro para construir instituciones democráticas y economías de libre mercado, y ahora quiere que sus gobiernos ayuden a obtener oportunidades, prosperidad y una vida mejor.
No podemos confundir esa impaciencia con el capitalismo democrático, con un rechazo a este. Los ciudadanos de las Américas no quieren escoger entre democracia y desarrollo. Quieren ambas. Eso se observa en las 11 elecciones del año pasado en el hemisferio. Los electores abrumadoramente escogieron líderes comprometidos con la gobernación democrática, la expansión del libre mercado y el libre comercio y la satisfacción de las expectativas de justicia social.
Bajo el liderazgo del presidente Bush, Estados Unidos ha contribuido a este logro, sin marquilla partidista alguna añadida a nuestras alianzas.
IDEOLÓGICAMENTE EXENTO
Nuestra visión de justicia social en el hemisferio exime la ideología. Los gobiernos que están comprometidos con la democracia y la labor de colmar las necesidades básicas de la gente encuentran en Estados Unidos un amigo. Encuentran un aliado en su búsqueda por ampliar el acceso a vivienda, salud, educación y empleo.
Nada de esto es posible sin crecimiento económico, y los ciudadanos de las Américas lo saben. Por eso eligen líderes que lucharán por el libre comercio. Es en este punto que nosotros, no ellos, enfrentamos una prueba crítica. Algunos de nuestros más fuertes aliados democráticos -Panamá, Perú y Colombia- han realizado compromisos estratégicos con nosotros mediante acuerdos de comercio. Estos son compromisos hechos por líderes democráticos que reflejan las aspiraciones más profundas de sus pueblos.
Los acuerdos que hemos negociado son buenos y justos. Apartarnos de esos acuerdos ahora significa darle la espalda a millones de personas en estos países que creen que el comercio y la inversión son clave para su prosperidad y bienestar. Significa desviarnos de nuestro compromiso de luchar contra la pobreza y fomentar las oportunidades, y las consecuencias se sentirán en la región durante muchos años.
NO RENUNCIAR
El debate va más allá de la economía interna; se trata de nuestra política exterior. Sencillamente, ¿Estados Unidos apoya o no a nuestros aliados democráticos en las Américas? ¿Creemos o no en nuestros propios principios? Los ciudadanos de nuestro hemisferio no están renunciando al capitalismo democrático, y no podemos permitirnos el lujo de abandonarlos.
Debemos tener muy claras las consecuencias de hacerlo. Hay en las Américas quienes creen que el gobierno autoritario es el único camino hacia el desarrollo sostenible y la justicia social. Si Estados Unidos no apoya a los verdaderos demócratas de las Américas, quienes quieren mejorar la vida de su gente y no dominarla, entonces les estaremos dando la razón a los nuevos autócratas americanos: la libertad no trae verdaderos beneficios y la democracia es un camino que solo lleva a esperanzas falsas y promesas vacías.
Es este tipo de prejuicio arcaico que, durante siglos, la gente de las Américas ha sacrificado tanto por desmentir y superar. Por eso modernizadores democráticos alrededor del mundo siempre han mirado hacia este hemisferio buscando inspiración para sus propias luchas. Eso fue cierto en siglos pasados y lo sigue siendo en este.
Al hacer que el desarrollo democrático funcione en las Américas, le mostramos al mundo que es posible en cualquier parte. Les damos esperanza a patriotas impacientes en sitios como Zimbabue, Burma, Irak, Afganistán y, aún tristemente, Cuba, donde anhelan comenzar su propio viaje hacia la libertad, la prosperidad y la justicia social. La promesa del Nuevo Mundo quizás haya empezado en el hemisferio, pero ya es una visión universal que da la vuelta al globo, y es la razón por la cual las Américas siempre será importante.
(*) Secretaria de Estado de los Estados Unidos de América.
http://www.lanacion.com.py/noticias.php?not=164212
Por Condoleezza Rice (*)
En Washington el pasado 9 de julio, cientos de ciudadanos de las Américas -miembros de la sociedad civil, grupos de fe y organizaciones no gubernamentales de países de todo el hemisferio- acompañaron al presidente Bush en la Conferencia de la Casa Blanca sobre las Américas. El objetivo era fortalecer y ampliar el consenso de apoyo a la democracia y el libre mercado que definen a la casi totalidad del hemisferio.
UN SUEÑO NEGADO DESDE HACE TIEMPO
Que el evento haya sido posible demuestra lo cerca que están los hombres y mujeres de las Américas de realizar la promesa fundadora del Nuevo Mundo: todas las personas, no solo las elites, merecen la oportunidad de romper con el pasado y empezar una nueva vida -reemplazar pobreza por prosperidad, injusticia por dignidad y opresión por libertad-.
Ciertamente la búsqueda de esta visión ha sido larga e imperfecta. Para los indígenas y las minorías, el sueño de una vida mejor fue negado largamente y, aún, es aplazado con mucha frecuencia. Sin embargo, a través de varios siglos, los pueblos de las Américas han superado la esclavitud, el colonialismo, los caudillos militares y la revolución comunista, y hemos construido un compromiso común con la libertad política y económica.
Como dejó claro la conferencia, los vínculos que unen a nuestro hemisferio tocan cada aspecto de la interacción humana. Más que en cualquier otra región del mundo, las naciones de las Américas son alianzas de pueblos -unidos a través de relaciones perdurables de viajes, comercio, turismo y familia.
UNA VIDA MEJOR
El mayor reto actual, en el cual se enfocó la conferencia, es el fortalecimiento del vínculo entre democracia y desarrollo. La gente en las Américas ha trabajado duro para construir instituciones democráticas y economías de libre mercado, y ahora quiere que sus gobiernos ayuden a obtener oportunidades, prosperidad y una vida mejor.
No podemos confundir esa impaciencia con el capitalismo democrático, con un rechazo a este. Los ciudadanos de las Américas no quieren escoger entre democracia y desarrollo. Quieren ambas. Eso se observa en las 11 elecciones del año pasado en el hemisferio. Los electores abrumadoramente escogieron líderes comprometidos con la gobernación democrática, la expansión del libre mercado y el libre comercio y la satisfacción de las expectativas de justicia social.
Bajo el liderazgo del presidente Bush, Estados Unidos ha contribuido a este logro, sin marquilla partidista alguna añadida a nuestras alianzas.
IDEOLÓGICAMENTE EXENTO
Nuestra visión de justicia social en el hemisferio exime la ideología. Los gobiernos que están comprometidos con la democracia y la labor de colmar las necesidades básicas de la gente encuentran en Estados Unidos un amigo. Encuentran un aliado en su búsqueda por ampliar el acceso a vivienda, salud, educación y empleo.
Nada de esto es posible sin crecimiento económico, y los ciudadanos de las Américas lo saben. Por eso eligen líderes que lucharán por el libre comercio. Es en este punto que nosotros, no ellos, enfrentamos una prueba crítica. Algunos de nuestros más fuertes aliados democráticos -Panamá, Perú y Colombia- han realizado compromisos estratégicos con nosotros mediante acuerdos de comercio. Estos son compromisos hechos por líderes democráticos que reflejan las aspiraciones más profundas de sus pueblos.
Los acuerdos que hemos negociado son buenos y justos. Apartarnos de esos acuerdos ahora significa darle la espalda a millones de personas en estos países que creen que el comercio y la inversión son clave para su prosperidad y bienestar. Significa desviarnos de nuestro compromiso de luchar contra la pobreza y fomentar las oportunidades, y las consecuencias se sentirán en la región durante muchos años.
NO RENUNCIAR
El debate va más allá de la economía interna; se trata de nuestra política exterior. Sencillamente, ¿Estados Unidos apoya o no a nuestros aliados democráticos en las Américas? ¿Creemos o no en nuestros propios principios? Los ciudadanos de nuestro hemisferio no están renunciando al capitalismo democrático, y no podemos permitirnos el lujo de abandonarlos.
Debemos tener muy claras las consecuencias de hacerlo. Hay en las Américas quienes creen que el gobierno autoritario es el único camino hacia el desarrollo sostenible y la justicia social. Si Estados Unidos no apoya a los verdaderos demócratas de las Américas, quienes quieren mejorar la vida de su gente y no dominarla, entonces les estaremos dando la razón a los nuevos autócratas americanos: la libertad no trae verdaderos beneficios y la democracia es un camino que solo lleva a esperanzas falsas y promesas vacías.
Es este tipo de prejuicio arcaico que, durante siglos, la gente de las Américas ha sacrificado tanto por desmentir y superar. Por eso modernizadores democráticos alrededor del mundo siempre han mirado hacia este hemisferio buscando inspiración para sus propias luchas. Eso fue cierto en siglos pasados y lo sigue siendo en este.
Al hacer que el desarrollo democrático funcione en las Américas, le mostramos al mundo que es posible en cualquier parte. Les damos esperanza a patriotas impacientes en sitios como Zimbabue, Burma, Irak, Afganistán y, aún tristemente, Cuba, donde anhelan comenzar su propio viaje hacia la libertad, la prosperidad y la justicia social. La promesa del Nuevo Mundo quizás haya empezado en el hemisferio, pero ya es una visión universal que da la vuelta al globo, y es la razón por la cual las Américas siempre será importante.
(*) Secretaria de Estado de los Estados Unidos de América.
http://www.lanacion.com.py/noticias.php?not=164212
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