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Según señalo en mi libro Hegemonía e Imperio (Villegas Editores, Bogotá, 2007), China asciende aceleradamente en la escalera económica global. Es hoy el mayor productor mundial de acero, cemento y carbón a la vez que es responsable, a escala internacional, de la manufactura de 70 por ciento de las fotocopiadoras, 70 por ciento de los tableros de computadoras, 55 por ciento de los equipos de DVD, 30 por ciento de las computadoras personales, 25 por ciento de los aparatos de televisión y 20 por ciento de los radios para vehículos. Una sola compañía china, Galanz, fabrica el 40 por ciento de los hornos de microondas que se producen en el planeta. Su control sobre las manufacturas de bienes de bajo costo es total.
Sin embargo, no deben olvidarse otros renglones. En marzo de 2005 la empresa china Chery inauguró una planta de motores para vehículos a un costo de 370 millones de dólares. Se espera que en cinco años los mismos alcanzarán los más altos estándares de Europa y Estados Unidos y su producción estará en 500.000 unidades por año.
La realidad observable es que China está subiendo la escalera tecnológica a paso acelerado y ello no se concentra en ningún sector en específico sino que se expresa en la casi totalidad de las áreas. El emerger tecnológico de China no se encuentra guiado, sin embargo, por la investigación y el desarrollo propios. Dicha tecnología está siendo adquirida a través de compra, copia o por vía de transferencia como contrapartida de acceso a su gran mercado.
Lo anterior no cuenta, sin embargo, la totalidad de la historia tecnológica. El caso de los aviones plantea una variable del tema. Ante la necesidad de incorporar 23.000 nuevos jets con capacidad para 100 pasajeros, durante los próximos 20 años, China decidió crear una compañía de fabricación de aviones que habrá de hacer competencia al duopolio que hoy detentan Boeing y Airbus.
El resultado de ese proceso, hasta el momento, está a la vista. El monto de sus exportaciones pasó de 24,9 millardos de dólares en 1984 a 325,6 millardos de dólares en 2002, haciendo crecer su porcentaje en las exportaciones mundiales de 1,5% a 5,6%. Sus exportaciones al mercado norteamericano crecieron en 1.600% durante los últimos quince años. Al mismo tiempo, China desplazo a Estados Unidos como primer destino internacional de inversiones extranjeras directas, habiendo pasado de un 2% de las inversiones extranjeras globales en 1990 a un 6,3% en 2005.
Todo ello es el resultado del más rápido crecimiento de una economía mayor en la historia documentada de la humanidad: 9% por promedio a lo largo de veinticinco años. Un crecimiento que permitió sacar a 400 millones de seres humanos de la pobreza y que cuadruplicó el ingreso promedio de cada uno de sus ciudadanos.
De acuerdo a las proyecciones, el volumen de producción del país habrá de triplicarse dentro de los próximos quince años. Se prevé que China sobrepasará económicamente a Japón en el 2015 y a Estados Unidos en el 2035. Durante milenios, y hasta comienzos del siglo XIX, China fue la mayor potencia económica del mundo. Pronto volverá a serlo. Su declive será apenas un insignificante paréntesis en la historia de la humanidad.
http://opinion.eluniversal.com/2007/07/19/opi_1091_art_china:-el-retorno-a_364310.shtml
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