Alfredo Toro Hardy
En 1988 Paul Kennedy escribió su monumental obra Auge y Caída de los Grandes Poderes. Allí visualizaba la situación de EEUU a futuro. Hablaba del riesgo representado por las políticas simplistas en medio de un mundo cada vez más complejo. Planteaba que los peores daños que podía sufrir ese país podían ser los autoinfligidos, si no sabía adaptarse a un mundo en transformación. Señalaba que los recursos considerables de los que disponía EEUU debían ser utilizados de manera juiciosa, reconociendo sus propias limitaciones.
Un par de años después del libro de Kennedy apareció en la revista National Interest un famoso artículo de Charles Krauthammer, titulado "El Momento Unipolar". Allí quedaba plasmado por primera vez el credo neoconservador, que una década más tarde habría de conformar la base de la política exterior Bush. Krauthammer se refería a la capacidad norteamericana de moldear el mundo a voluntad, imponiendo reglas de juego universales que respondiesen a sus intereses. Según sus palabras: "La verdadera estructura geopolítica de la post guerra fría es la de un solo polo de poder mundial".
La Administración Bush no supo entender que esa capacidad para moldear un mundo en sus propios términos ya existía, a través de una vieja estructura hegemónica diseñada a imagen y semejanza de los intereses norteamericanos. De la misma manera en que tampoco supo comprender que la preservación de esa estructura requería de aquello que Brzezinski definió como "el ejercicio del liderazgo a través de sutiles vías indirectas" (Second Chance, New York, 2007).
Al intentar obtener el mismo resultado mediante un ejercicio prepotente de unilateralismo, sólo logró divorciar al poder de los mecanismos que potenciaban y facilitaban su ejercicio. Se proyectó así una visión imperialista descarnada que dejó sin sustento a una arquitectura hegemónica cuyo principal beneficiario era Washington.
Los diversos instrumentos y mecanismos que daban sustento a esa hegemonía, fueron desarticulados o fracturados. Desde el Consejo de Seguridad de la ONU, fuertemente desestructurado en virtud de la política norteamericana de torcer brazos, proferir amenazas y desconocer sus canales, hasta la Alianza Atlántica que entró en cortocircuito funcional en virtud del distanciamiento entre EEUU y la mayor parte de sus socios europeos.
Desde los organismos financieros multilaterales, dejados a la deriva como resultado del unilateralismo y la falta de atención de Washington, hasta la Ronda Doha de la OMC, cuyos objetivos fueron circunvalados a través de su énfasis en los tratados de libre comercio bilaterales. Desde el proceso de paz entre Israel y Palestina, dejado sin bases ante el apoyo descarado a Israel, hasta la relación con los gobiernos amigos del Medio Oriente, afectada como resultado de su mesianismo democrático.
Desde la fractura de los equilibrios de poder en el Medio Oriente hasta la alienación de América Latina, no quedó una sola área en la política exterior que no se viese afectada por la imposición de remedios simplistas, la falta de adaptación a un mundo en transformación y el desconocimiento a sus limitaciones. El seguir a Krauthammer y no a Kennedy tuvo profundas implicaciones.
Nenhum comentário:
Postar um comentário