05 diciembre, 2007 - Lluís Bassets
Menos impuestos, menos democracia
Ni un solo impuesto sin representación fue el eslogan de la Revolución Americana. La ciudadanía responsable está vinculada a los impuestos, sobre todo a los directos,que gravan a las rentas y los rendimientos del trabajo y del capital. No hay Estado ni autoridad pública sin financiación por parte de los ciudadanos, pero los ciudadanos deben elegir a la autoridad y controlar cómo gastan sus impuestos. Todo esto tan sencillo e incluso tan bello, descubierto en el Siglo de las Luces, parece que está en una crisis sin remedio. No es una crisis de la fiscalidad, sino una crisis de la democracia. Los impuestos no sirven únicamente para redistribuir la riqueza, que también, sino sobre todo para que funcionen la administración, los servicios públicos, nuestra seguridad, la educación y la sanidad, etc. De ahí que suene un poco rara esa teoría de que bajar los impuestos es de izquierdas. Lo será en determinados casos, cuando se trata de restablecer capacidad adquisitiva a las rentas más pobres. Pero dudo que sea de izquierdas reducir y eliminar cada vez más impuestos directos y aumentar los indirectos. El caso más claro son los impuestos de sucesiones, cuya conservación han reclamado incluso un buen montón de multimillonarios norteamericanos.
Esta reflexión sobre los impuestos viene al caso por dos motivos. Porque en algunos países ricos parece haberse establecido una subasta para ver quien ofrece más recortes de impuestos, algo siempre muy popular y eficaz cuando se acercan las elecciones. Y porque el problema de los populismos rampantes, como el de Venezuela, es que en vez de crear Estado redistribuidor, mediante un buen sistema impositivo, la eliminación del fraude y de las economías paralelas, lo que se hace es utilizar directamente los beneficios que obtiene el Estado de las industrias extractivas para subsidiar y asistir a los más necesitados. Es pan para hoy y hambre para mañana. Crear impuestos, incrementar la fiscalidad, evitar la evasión, y luego gastar bien, controlar democráticamente el gasto, todo esto sí es de izquierdas y es lo que hay que promover en países como Venezuela o Rusia. Y, por qué no, en otros, más ricos y menos populistas.
La conclusión es que el eslogan revolucionario para este mundo nuestro en crisis es que no hay Estado democrático sin impuestos. Cuanto menos impuestos, menos participación, menos responsabilidad, más preocuparse cada uno de lo suyo, en todo: seguridad privada, educación privada, sanidad privada… ¿Menos impuestos? Menos democracia. No creo que sea un buen camino. Si queremos democracia, transparencia, gobierno eficaz y responsable debemos pagar impuestos y luego exigir que se gasten correctamente. Claro que es el esfuerzo de Sísifo, pero no tenemos derecho a desanimarnos. Y con un problema adicional y muy de fondo que otro día habrá que tratar: todo esto está en crisis gracias al peso creciente de la economía off-shore, que escapa del control de los Estados democráticos y está en cambio muy vinculada a los Estados autoritarios y despóticos e incluso a las mafias y a los grupos de delincuentes internacionales. La gobernanza mundial depende, en gran medida, de que la humanidad sea capaz, algún día, de hincar el diente a esta cuestión candente.
http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/2007/12/menos-impuestos.html#more
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