Un premio de la paz inconveniente
Bjørn Lomborg
El premio Nobel de la Paz de este año recompensa a los miles de científicos del Panel de Cambio Climático de las Naciones Unidas (el IPCC). Estos científicos vienen realizando un trabajo excelente y arduo que determina exactamente lo que el mundo debería esperar del cambio climático.
El otro ganador del galardón, el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, pasó mucho más tiempo contándonos qué temer. Mientras que las estimaciones y conclusiones del IPCC están basadas en el estudio meticuloso, Gore no parece guiarse por las mismas constricciones.
Gore le dijo al mundo en su película premiada por la Academia (recientemente rotulada de "parcial" y con "errores científicos" por un juez británico) que debía estar preparado para un aumento de poco más de 6 metros en el nivel de los mares en el transcurso de este siglo. Gore ignora los hallazgos de sus colegas también galardonados con el Nobel, el IPCC, que concluyen que los niveles de los mares aumentarán entre 15 y 60 centímetros durante este siglo, aunque su mejor expectativa es de aproximadamente 30 centímetros -similar a lo que el mundo experimentó en los últimos 150 años.
De la misma manera, Gore se lamenta por el derretimiento acelerado del hielo en Groenlandia y lo que esto implica para el planeta, pero pasa por alto la conclusión del IPCC de que, de continuar, el nivel actual de derretimiento sumaría apenas 7,6 centímetros al incremento del nivel del mar para fines de siglo. Gore también ignora la investigación que demuestra que las temperaturas de Groenlandia eran superiores en 1941 de lo que son hoy.
Asimismo, Gore se preocupa por el futuro de los osos polares. Sostiene que se están ahogando a medida que desaparece su hábitat glacial. Sin embargo, el único estudio científico que demuestra algo por el estilo indica que cuatro osos polares se ahogaron como consecuencia de una tormenta.
El político devenido cineasta pierde el sueño por un aumento pronosticado de las muertes vinculadas al calor. Existe otro aspecto de la historia que resulta inconveniente mencionar: las crecientes temperaturas reducirán la cantidad de olas de frío, un causante más importante de muertes que el calor. El mejor estudio demuestra que, para 2050, el calor se habrá cobrado 400.000 vidas más, pero que 1,8 millones de personas menos morirán por culpa del frío. De hecho, según la primera encuesta completa de los efectos económicos del cambio climático para el mundo, el calentamiento global, en realidad, salvará vidas.
El IPCC ha declarado magnánimamente que habría sido feliz si Gore hubiera recibido él solo el premio Nobel. Me alegra que no fuera así, y que el trabajo del IPCC haya sido debidamente reconocido.
Gore ayudó al mundo a preocuparse. Desafortunadamente, nuestra atención se aparta de lo que verdaderamente importa. El cambio climático no es el único problema que enfrenta el globo. El hecho de que nos concentremos obsesivamente en eso -en detrimento de otros desafíos planetarios- sólo se verá acentuado por la atención generada por el premio Nobel de la Paz de Gore.
Gore se concentra, por sobre todo, en su llamado a los líderes mundiales a reducir las emisiones de CO2, pero existen otras políticas que harían mucho más por el planeta. En el próximo siglo, las naciones en desarrollo dependerán cada vez más de las importaciones de alimentos de los países desarrollados. Esto no es principalmente el resultado del calentamiento global, sino una consecuencia de que en el mundo en desarrollo hay más gente y menos tierra arable.
La cantidad de gente que padece de hambre depende mucho menos del clima que de la demografía y los ingresos. Recortes extremadamente costosos de las emisiones de carbono podrían derivar en que haya más gente desnutrida. Si nuestro objetivo es combatir la desnutrición, políticas como proporcionar nutrientes a quienes los necesitan son 5.000 veces más efectivas a la hora de salvar vidas que gastar miles de millones de dólares recortando las emisiones de carbono.
De la misma manera, el calentamiento global tal vez aumente mínimamente la malaria, pero las reducciones de CO2 serán mucho menos efectivas a la hora de combatir esta enfermedad que los mosquiteros de red y la medicación, que, por poco dinero, pueden salvar 850.000 vidas por año. En cambio, el costoso Protocolo de Kyoto impedirá apenas 1.400 muertes de malaria anualmente.
Mientras nos preocupamos por los efectos lejanos del cambio climático, no hacemos nada para enfrentar las cuestiones que afectan al planeta hoy. Este año, la desnutrición matará a casi cuatro millones de personas. Tres millones de vidas se perderán en manos del VIH/SIDA. Dos millones y medio de personas morirán por contaminación ambiental bajo techo y al aire libre. Una falta de micronutrientes y agua potable se cobrará dos millones de vidas cada una.
Cuando la atención y el dinero escasean, lo que importa es abordar primero los problemas con las mejores soluciones, haciendo el mayor bien posible a lo largo de todo el siglo. Si nos concentramos en resolver los problemas de hoy, fortaleceremos a las comunidades, las economías serán más vibrantes y las infraestructuras, más robustas. Esto les permitirá a estas sociedades enfrentar mucho mejor los problemas futuros -incluso el calentamiento global-. Comprometerse con recortes masivos de las emisiones de carbono hará que las futuras generaciones sean más pobres y estén menos capacitadas para adaptarse a los desafíos.
Gore tiene una fe inquebrantable en que el cambio climático es el mayor desafío al que se enfrenta el mundo. Para ser justo, merece cierto reconocimiento por su pasión tan resuelta. Sin embargo, el contraste entre los ganadores del Nobel este año no podría ser más acentuado. El IPCC está comprometido en una investigación meticulosa donde los hechos rigen por sobre cualquier otra cosa. El enfoque de Gore es muy diferente.
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